GRACIAS
En muchas ocasiones en la vida, tienen que suceder cosas muy malas para que ocurran otras mejores. Es lo que pasa en esta hora de España. Desde luego, no voy a dar las gracias a los independentistas, cuya impostura moral solo merece el más firme de los rechazos, pero sí hay que reconocer que la bufonada sediciosa está despertando el patriotismo de la inmensa mayoría de españoles. Las banderas colgadas de ventanas y balcones en toda España y las manifestaciones espontáneas en las ciudades, sin que nadie haya movilizado nada, abren una rendija de esperanza en esta triste jornada de la democracia, donde una parte mínima de la sociedad, amparada en el buenismo legal del sistema –y en la escasa determinación en esta materia del Gobierno central–, está intentando llevar al borde del precipicio a todo un país. Habrá que aplaudir a los cientos de miles de españoles que ayer se expresaron pacíficamente contra la histeria colectiva que hoy se escenifica en Cataluña y, desde su ejemplo, recordar que la normalidad, el acatamiento de la Ley y la buena voluntad son los únicos motores que hacen progresar la convivencia.
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