El Código Penal, que entró en vigor en julio de 2015, define el “delito de odio” como de “incitación al odio y a la violencia” y establece penas de hasta cuatro años de prisión para quienes “fomenten, promuevan o inciten, directa o indirectamente, al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, pertenencia a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad.”
¿Cómo llamaríamos a esos profesores catalanes que durante años han inculcado el odio a España y a todo lo que de alguna manera representa a nuestra identidad nacional, nuestras señas de identidad más evidentes? A todo lo que signifique o meramente recuerde a España, incluido el descubrimiento y colonización de la América hispana, la fiesta de los toros, (no los “bous al carrer” naturalmente, típicos de Cataluña y en general el levante español, donde los animales, según ellos, no sufren ni mueren), rotulación de establecimientos en castellano,... ¿de qué les acusaríamos?
Aunque los políticos separatistas lo niegan, lo siguen negando, después de tantos testimonios, de tantos vídeos, de tanta queja en los medios de comunicación, es cierto que cuando unos padres catalanes han pretendido denunciarlo, la Alta Inspección de Educación, dependiente de la Delegación del Gobierno en Barcelona, sistemáticamente ha mirado para otra parte. Los acuerdos para formar gobierno nacional, tanto del PSOE como el PP, tienen mucho que ver con esta situación.
¿Y qué decir de los medios de comunicación públicos o subvencionados? En TV3 hemos visto parodiar y burlarse de nuestro Rey, de Jefes de gobierno españoles, deportistas que declaran sin complejos su españolidad, en fin, cuarenta años de adoctrinamiento en medios de comunicación y la enseñanza dan como resultado una fragmentación de la sociedad catalana donde una de las partes, casi el cincuenta por ciento, odia a la otra, odio que no es recíproco, por suerte, lo mismo da que se trate de la misma familia, de amigos de años, de compañeros de trabajo... ¿creen que exagero?
No escribo a humo de pajas, conozco de primera mano testimonios de lo que escribo, afortunadamente tengo amigos y familia catalanes y sé muy bien lo que han sido estos cuarenta años, y si eso no es incitar al odio, no sé qué otra cosa puede ser lo que han sufrido los catalanes que se sienten tan españoles como yo.
¿Y ahora qué? Ya no se puede alegar ignorancia, ya no se puede mirar para otro lado, ya no se pueden pactar gobiernos del Estado con independentistas a cambio de dejarlos hacer lo que quieran. Tantos errores en la política nacional nos han llevado a un punto de no retorno, han ido envenenando a sus jóvenes y los ha fanatizado. Llevará generaciones volver a la situación de convivencia que existía antes del envenenamiento de las mentes.
¿Incita al odio contra la policía española mentir diciendo que han tenido 800 heridos o difundir fotos de otros años y otros sitos? Solo la señora que se vendó el brazo que no era y el señor al que le dieron en un ojo han intentado presentar denuncia contra la policía. ¿Y los otros 798? cuyos partes médicos estaban hechos con anterioridad al primero de Octubre, El odio es destructor, no se construye nada odiando y menos un país, como pretenden los independentistas catalanes.
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