miércoles, 18 de diciembre de 2013

Haciendo trampas en el solitario.



El fracaso de la pregunta ‘clara’
La doble pregunta pactada no es la alternativa óptima para los intereses del independentismo
Lluís Orriols 17 DIC 2013 - 00:45 CET3
En política es bien sabido que quien convoca un referéndum tiene un gran poder sobre su resultado. No hay mejor baza para ganar una consulta que contar con la potestad de diseñarla a favor de tus intereses. En particular, la elección de la pregunta se presenta como un factor clave, ya que puede inducir a los ciudadanos a elegir una opción determinada. No hay duda de que los políticos son muy conscientes de ello. Es por este motivo que la redacción de la pregunta sobre la independencia se ha convertido en uno de los principales frentes en la batalla partidista en Cataluña. Desde el jueves contamos con una pregunta avalada por las principales fuerzas favorables al ‘dret a decidir’. Ahora es el momento de especular sobre las posibles consecuencias que esta puede tener sobre el resultado del referéndum. ¿A qué opción puede beneficiar el actual redactado? A mi entender, la doble pregunta pactada no es la alternativa óptima para los intereses del independentismo. Veamos por qué.

En los últimos años, Cataluña se ha visto inmersa a unos profundos cambios en las preferencias ciudadanas sobre el modelo territorial. Hasta hace poco tiempo, la mayoría de los catalanes no era partidaria de la independencia, sino que se conformaba con fortalecer el poder de las autonomías. Pero, el fracasado proceso de reforma estatutaria y, muy en particular, la polémica sentencia del Tribunal Constitucional provocaron un verdadero terremoto en la opinión pública catalana. Entonces los catalanes empezaron a abandonar las filas autonomistas y federalistas para sumarse a las del independentismo. Como resultado de este movimiento, la independencia de Cataluña se ha convertido hoy en el modelo territorial preferido por los catalanes.

La batalla por la pregunta es, de hecho, la batalla para ganar al votante federalista
Sin embargo, a pesar de que el independentismo es la opción mayoritaria, no alcanza la mayoría absoluta. Según el CIS, los favorables al derecho a la autodeterminación son alrededor del 35%. Se trata de un porcentaje muy similar a la suma de los catalanes satisfechos con el statu quo y los que preferirían unas comunidades autónomas con menos poderes. Por lo tanto, existe un empate entre claros partidarios y claros detractores de la independencia. Ningún bando puede alcanzar por si sólo la mayoría absoluta de los votos en un referéndum. El resultado final depende, pues, de un tercer colectivo: los federalistas y aquellos que prefieren fortalecer el poder de las autonomías. Es cierto que los federalistas se encuentran hoy en claro declive y no gozan de especial buena prensa. Pero, a pesar de ello, este colectivo es en realidad el verdadero protagonista de este proceso. Los federalistas (junto con los que demandan mayor autonomía) son los votantes pivotales , quienes tienen en sus manos la decisión de qué opción es mayoritaria en un eventual referéndum.

Por este motivo, la batalla por la pregunta es, de hecho, la batalla para ganar al votante federalista. No es casualidad que muchos de los partidarios de la independencia tengan una preferencia intensa por una pregunta ‘clara’. Tras esa defensa de la claridad no sólo se esconde una cándida predilección por lo simple. En realidad, también hay un intento de polarizar las preferencias de los catalanes en dos únicas alternativas: status quo o independencia. Tal dicotomía favorece el independentismo, ya que si una opción es realmente mayoritaria en Cataluña, esa es el enorme rechazo que hoy despierta el inmovilismo. El hartazgo con la situación actual ha penetrado con fuerza en la sociedad catalana en los últimos años. Si la alternativa es quedarnos como estamos, es probable que una porción importante de federalistas lo tenga claro: la independencia.

De lo que no hay duda es de que la doble pregunta que se puso encima la mesa el pasado jueves es cualquier cosa menos clara.
Resulta intrigante, por ejemplo, el significado de la opción ‘estado no independiente’. Pero, pese a las incertidumbres que genera la redacción, todo indica que se ha optado por un modelo de tres alternativas: statu quo (si se responde no a ambas preguntas), opción federal (si a la primera y no a la segunda) y la independencia (si a ambas preguntas). La existencia de una pregunta con tres alternativas no son buenas noticias para el independentismo. Si la elección deja de ser entre inmovilismo o independencia, y se permite una opción intermedia, es de esperar que muchos federalistas no se sumen a las filas independentistas.
En definitiva, en un eventual referéndum para la independencia, el federalista es quien decide. Es por este motivo que, si se acaba formulando la doble pregunta, la batalla se centrará en la interpretación del significado ‘Estado no independiente’.
Los nacionalistas deberán convencer al votante federalista de que esa opción equivale a no movernos de donde estamos. Deberán evitar que se interprete como una opción federal que expresa la voluntad de superar la actual situación, pero sin llegar a la independencia. De lo contrario es muy probable que el independentismo no consiga hacerse con la mayoría absoluta.
Lluis Orriols es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Girona.

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