lunes, 17 de febrero de 2014

Conflictos y no todo el monte es lisonja.

NUEVOS Y VIEJOS CONFLICTOS.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Los nacionalismos no resuelven las crisis. Más bien las crean

ENZARZADOS, encantadísimos, en nuestras trifulcas domésticas, los españoles no nos hemos enterado de los importantes acontecimientos ocurridos más allá de nuestras fronteras. Francia se ha convertido en el principal aliado militar de Estados Unidos, con el que combate la infiltración de Al Qaida en África –nos imaginamos las vueltas de De Gaulle en su tumba– y hay conversaciones no solo entre las dos Coreas, sino también ¡entre las dos Chinas!

Pero eso no es nada comparado con lo que ocurre en Bélgica, donde el N-Va, principal partido nacionalista flamenco, ha renunciado a lo que venía siendo su objetivo e incluso razón de ser: la independencia de Flandes, esa región norteña con un idioma parecido al alemán, que nunca se ha sentido cómoda con los valones del sur, claramente francófilos. Y lo más importante es la razón que dan: que, cara a la Europa unida que se está creando, formar parte de un Estado mayor, como Bélgica, trae más ventajas que perjuicios. Prueba de que el nacionalismo bien entendido no está reñido con el sentido común.

Algo más lejos, en lo que fuera Yugoslavia, en Bosnia concretamente, tenemos el ejemplo contrario. El experimento de una república cantonal donde conviven distintas minorías se ha convertido en guerra abierta que ensangrienta las calles de sus ciudades, mientras el campo y la industria se mueren. Hundida en la miseria y la corrupción de sus gobiernos cantonales, la población no encuentra otra salida que las luchas fratricidas, como las de hace diez años, unos bajo el estandarte de ¡Bosnia Unida!, otros bajo el de ¡Muerte al nacionalismo! Es a lo que lleva el montarse en ese tigre. Pero la culpa no es solo de ellos. Es también de la Europa que lo fomentó.

Y más lejos, en Ucrania, ocurre algo parecido, pero más peligroso, al estar envueltas las grandes potencias. Si nos fijamos en un mapa, vemos que el país está dividido por el río Dnieper: la zona oriental, claramente rusa; la occidental, decididamente europea, razón de que desee formar cuanto antes parte de ella. El problema es que Putin lo ve como una amenaza a su país y un freno a sus aspiraciones de reconstruir en lo posible el viejo imperio soviético. Esta vez no usa los tanques, sino el dinero y la energía, que Ucrania necesita para sobrevivir. Ante lo que su presidente pospuso el acuerdo que iba a firmar con Bruselas, lo que produjo las incendiarias revueltas populares que han visto en los telediarios, sin que acabe de vérseles salida. Pues el verdadero problema es que la UE no puede dar a Ucrania los 15.000 millones de dólares y el gas y el petróleo que Putin le ofrece, por la sencilla razón de que los necesita para ayudar a sus miembros en apuros.

Esta es una descripción a grandes rasgos de lo que pasa, mientras nosotros seguimos dándole vueltas al tema de la Infanta. Como tendremos que hablar a fondo y con detalle de ello, lo dejo ahí. Con una observación: que los nacionalismos no resuelven las crisis. Más bien las crean.

 

LOS EMPRESARIOS EXTRANJEROS GOLPEAN A ARTURO MAS

No todo el monte es lisonja. Oriol Junqueras y su escudero Arturo Mas empiezan a ser golpeados sin piedad por instancias especialmente solventes y responsables.

Los empresarios extranjeros que han invertido en Cataluña no quieren ni oír hablar de la pirueta que significa el proyecto de Oriol Junqueras y su polichinela Arturo Mas en un área económica que camina a zancadas hacia los Estados Unidos de Europa. Retornar al siglo XIX no le gusta a nadie salvo a un sector de la clase política catalana que lo que quiere es mandar más, aun a costa del bienestar del pueblo de Cataluña.

Albert Peters, empresario alemán afincado en la autonomía catalana, se ha expresado, en nombre de la inmensa mayoría de los empresarios extranjeros, de forma nítida. “¿Quién es Oriol Junqueras para decir que Cataluña seguiría en la Unión Europea?”. Eso no es así y Oriol Junqueras y su guiñol Arturo Mas mienten, según Albert Peters. Y ha añadido de forma constructiva el empresario alemán: “Nuestra carta está a favor de la tercera vía de Duran Lleida”.

No estaría de más que Mariano Rajoy y su entorno paralítico tomasen buena nota de la posición de los empresarios extranjeros, conversaran con ellos y estudiaran a fondo esa tercera vía que pueda evitar la colisión de trenes entre la Generalidad de Mas y el Gobierno de Rajoy.

Es este, en fin, un asunto que el tiempo no va a arreglar sino enrarecer. El presidente del Gobierno no puede seguir dando largas al asunto. Es imprescindible una política activa y coger el toro por los cuernos.

Luis María ANSON

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