sábado, 2 de mayo de 2015

La hora más difícil de Podemos

El partido corre el doble riesgo de romperse intentando llegar al centro y, para empeorar las cosas, de aterrizar tarde en un centro ya ocupado por otros, o de atrincherarse en la izquierda para sobrevivir
JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA 2 MAY 2015 - 00:00 CEST 
NICOLÁS AZNÁREZ
La decisión de Juan Carlos Monedero de abandonar la dirección del partido que fundara en compañía de Pablo Iglesias sitúa a esta joven pero exitosa formación ante su hora más difícil.
El duro aldabonazo que han significado sus declaraciones criticando la corrupción ideológica y estratégica del proyecto originario de Podemos, sólo levemente matizadas con posterioridad en una epístola titulada A mi amigo Pablo, podrían marcar el comienzo del fin del proyecto de esta formación.
Las predicciones sobre lo que le pudiera ocurrir a Podemos a partir de ahora dependen de qué tesis de las dos siguientes uno considere más plausible.

La primera tesis sostiene que Podemos sólo es un estallido de ira que se ha alimentado de la concatenación de una serie de circunstancias extraordinarias pero irrepetibles:
*.- la dureza y profundidad de la crisis económica,
*.-  la frustración con el bipartidismo de una mayoría de ciudadanos,
*.- la sucesión de escándalos de corrupción y, por último,
*.-  la debilidad de las alternativas existentes (UPyD o Izquierda Unida) para movilizar dicha insatisfacción.
Agitada esa mezcla, ciertamente explosiva, en la coctelera de las elecciones europeas —idóneas por su configuración en un único distrito y un sistema electoral estrictamente proporcional— Podemos habría sido catapultado hacia los cielos en los sondeos llevados a cabo en el otoño de 2014.
Pero, continuaría esa tesis, desaparecidas en parte o en su totalidad esas circunstancias (sea por el repunte de la economía, el cambio de liderazgo en el PSOE o la aparición de Ciudadanos), el proyecto habría tocado techo y comenzado a retraerse, quedando condenado a desempeñar un papel secundario y marginal, cuando no a desaparecer, por la radicalidad de sus propuestas ideológicas, las divisiones internas y la pérdida de centralidad en el debate y tablero político.

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