domingo, 26 de enero de 2014

SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874)

SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874):
Según lo pactado en Ostende (unionistas, progresistas y demócratas), en septiembre de 1868 tuvo lugar un pronunciamiento militar en Cádiz (que se extendió rápidamente al sur y sureste peninsular) y al que se le añadió una revuelta  popular materializada en la constitución de Juntas Revolucionarias.
A este movi­miento se unieron los republicanos. Isabel II abandonó  la nación y se consolidó su destronamiento.
Constituído un Gobierno Provisional, se planteó la necesidad de una convocatoria de Cortes Constituyentes que le dieran una nueva legalidad al país[1].

Oposicion entre gobierno central y juntas revolucionarias.
El nuevo Gobierno Provisional (presidido por el General  Se­rrano y formado por ministros progresistas y unionistas)  preten­dió representar a todas las fuerzas vivas del país y  asegurar el orden hasta que el ejercicio del sufragio universal cimentara la regeneración social y política que se pretendía lograr.
Las ten­siones producidas entre el poder central (ejercido por el Go­bierno Central) y el periférico (en manos de las Juntas Revolu­cionarias) supusieron que aquél, para restablecer su autoridad y a pesar de la resistencia que le ofrecieron, decretase la disolu­ción de las Juntas[2].
El Gobierno Provisional, adelantándose a la elaboración de la nueva Constitución, decretó el sufragio universal masculino, las libertades de culto, imprenta, enseñanza, reunión y asociación.
  
Convocatoria de cortes constituyentes:
Celebradas elecciones generales, con una abstención cercana al 40%, se  reunieron Cortes Constituyentes. Su composición era así:
*.- minoría de derecha: carlistas (36 escaños) e  isabelinos dirigidos por Cánovas;
*.- grupos de izquierda:, representados por unos 70 u 80 diputados repu­blicanos federales
*.- mayoría gubernamental de centro: progresistas, dirigidos por Prim  y Sagasta, (156-160 escaños), monárquicos demócratas (20-40 escaños) y  Unión Liberal (20 escaños)[3].
La primera sesión de estas Cortes tuvo lugar el 22 de enero de 1869. La nueva Constitución, cuyo contenido reflejaba la composición de la Cá­mara, fue aprobada  por una amplia mayoría el 1 de junio de 1869.

La Constitución (1869) estaba inspirada en los princi­pios de democracia y descentralización y ha sido considerada como la primera Constitución democrática del siglo XIX y refe­rente necesario  para el constitucionalismo de algunos países europeos.
*.- Circunstancialmente estableció como forma de Gobierno la monarquía.
*.- Determinó que la soberanía nacional -residenciada en las Cortes- era el origen de todo poder y que  sólo en ella encontraba legitimidad la monarquía.
*.- Estableció el derecho al voto de todo varón mayor de edad.
*.- Reconoció:
*.- la inviolabilidad de la correspondencia y  del domicilio.
*.- las libertades de pensamiento y culto.
*.- el derecho de reunión y asociación.
*.- el necesario establecimiento de garantías proce­sales y el juicio por Jurados.
*.- la libertad de prensa y de enseñanza.

*.- Estableció el bicameralismo:
*.- El Congreso se elegía por sufragio universal directo.
*.- El Senado por sufragio uni­versal indirecto.

*.- Entre las competencias de las Cortes estaban:
*.- La aprobación del presupuesto general del Es­tado.
*.- la elección de la Regencia.
*.- poder presentar mociones de censura al Gobierno.

*.- El Rey ejercía el Ejecutivo a través de sus ministros y era irresponsable de la gestión de éstos. Su persona se declara inviolable y a él corresponde nombrar, deponer o relevar a los ministros.

Pero su contenido no satisfacía:
*.- a los monárquicos carlistas porque proclamaba la li­bertad de cultos.
*.- a los monárquicos alfonsinos por posibilitar la ins­tauración de una nueva dinastía en el Trono español.
*.- a los sectores más revolucionarios en lo social por­que no ofrecía expectativas de propiciar cambios profundos en la estructura económica y social del país.
*.- a los republicanos (casi todos federales) por esta­blecer como forma de gobierno el principio monárquico.

Cas­telar sostenía que "un rey español era imposible porque heriría nuestros sentimien­tos de igualdad" y que "un rey extranjero era impo­si­ble, por­que heriría nuestros sentimientos de independencia".


La monarquia de amadeo de saboya:
Con amplia mayoría monárquica, las Cortes autorizaron al general Serrano la formación de un Gobierno definitivo en espera de que se concluyese la redacción del nuevo texto constitucional y fuera elegido un nuevo monarca para el país.
Proclamada la monarquía constitucional era preciso buscar un candidato al Trono y esta fue una cuestión importante que enfrentó a los grupos monárquicos que habían protagonizado la revolución de septiembre y que, a fuerza de pac­tos, habían hecho posible la Constitución de 1869:

*.- La Unión Liberal tenía como candidato al trono, in­cluso antes de  estallar la revolución, al duque de Montpen­sier (candidatura que era aceptada por algunos progresistas y demócratas de peso).
*.- Los demás grupos estaban dispuestos a aceptar el canditato que propusiera Prim.

De entre las muchas alternativas propuestas, los demócratas y pro­gresistas sacaron adelante la candidatura de Amadeo I de Saboya (1870). Los unionistas la aceptaron con desconfianza y fue recha­zada por los grupos conservadores y de la nobleza (germen de la posterior Restauración) y por los republicanos, alfonsinos y carlistas.

Antes de que Amadeo de Saboya llegase a España, Prim fue ase­sinado en Madrid. Su muerte representó una catástrofe para la nueva monarquía (había sido su artífice) y supuso el fin de la coalición de 1868.
Amadeo I la encontró desmembrada y con la opo­sición del resto de los grupos políticos que provocaron la dimi­sión de Serrano. Tuvo que apoyarse, tras  nuevas elecciones (1871) en los constitucionales de Sagasta y en los radicales (pro­gresistas y demócratas) de Ruiz Zorrilla y ello provocó la rup­tura definitiva de la coalición que mantenía el precario equilibrio en el que se mantenían las instituciones políticas:
*.- Los republicanos se dividieron en unitarios y federa­listas. Las revueltas de tipo federal (cuyos focos principa­les se localizaron en la periferia peninsular (Cataluña, Aragón, Levante y Andalucía) hicieron que el  poder central empleara la fuerza para poder resolverlas y vencer el leva­­­n­tamiento opositor de carácter republicano (octubre).
*.- La insurrección carlista se recrudeció.
*.- El estamento militar se dividía progresívamente al ser cada vez más numeroso el grupo de generales adictos a la causa alfonsina.
*.- La cuestión cubana fue otro foco de conflicto.
*.- Los movimientos de carácter obrero añadieron mayor inestabilidad a la situación del país.

Ante  circunstancias, tan adversas, Amadeo de Saboya abdicó[4] abriendo uno de los períodos más críticos del Sexenio. La paula­tina radicalización política y social culminó con la  proclama­ción de la Primera República española y la sublevación cantonal.

"Amadeo de Saboya era joven; si de buen corazón, de corto entendimiento. Desconocía de España la historia, la lengua, las instituciones, las costumbres, los partidos, los hombres (...). Una cualidad buena manifestó, y fue la de no ser ni parecer ambicioso. Mostró escaso afán por mantener su pues­to. Dijo desde un principio que no se impondría a la nación por la fuerza y lo cumplió, prefiriendo perder la corona que quebrantar su juramento"[5].

Proclamación de la I República:
Sin Monarca y en situación crítica, la mayoría del Congreso y del Senado, en sesión conjunta con carácter de Asamblea Nacional, el 11 de febrero de 1873, proclamaron la Primera República. Se deshizo la disyuntiva entre ésta y Monarquía. Las diferencias entre ambos sistemas de gobierno respondían no sólo a cuestiones de forma sino que traducían planteamientos sociales y políticos muy distintos. La Asamblea aceptó la propuesta de Pi y Margall y asumió todos los poderes, no obstante la decisión tomada era in­constitucional pues aquellas Cortes no tenían poderes constitu­yentes[6].

Con la marcha de Amadeo de Saboya apaecieron de nuevo las Juntas Revolucionarias; los Ayuntamientos no republicanos fueron disueltos, cobraron fuerza las aspiraciones de reparto de tierras entre los jorna­leros agrícolas, en algunas provincias se desató el fervor revolucionario, la oposición monárquica se suscitó con fuerza ante la opción republicana.

De la gestión de la República se hizo cargo el republicanismo minoritario. Este a su vez se enfrentó a la disyuntiva de im­plantar un sistema Unitario (apoyado en las clases medias y sin contenido social) o republicano Federal.
En el primer gobierno republicano, presidido por Figueras, los ministros radicales impidieron la implantación del federalismo. Luego los republicanos federales desplazaron del Gobierno a los radica­les.
Las elecciones a Cortes Constituyentes del 10 de mayo de 1873 significaron (con un 60% de abstención) un reforzamiento de las tesis federales.

Elegido presidente del Ejecutivo Pi y Margall vio debilitada su capacidad de maniobra ante las disensiones en su propio par­tido, no obstante su actuación se orientó hacia:
*.- Evitar que el ejército fuera instrumentalizado por los partidos políticos.
*.- El intento de reducción de la enorme deuda exterior.
*.- Hacer efectiva la separación entre Iglesia y Estado.
*.- Establecer una enseñanza libre y obligatoria.
*.- Iniciar el reparto de tierras a colonos y arrendata­rios.

Tuvo que hacer frente a una inestabilidad provocada, entre otros motivos, por:
*.- El grave problema financiero en el que el país estaba sumido.
*.- El recrudecimiento de la guerra carlista
*.- La falta de apoyo que los movimientos obreros propor­cionaron a la naciente república por un apoliticismo de ca­rácter anarquista.
*.- El creciente desorden en el ejército ante el incre­mento en su seno de las fuerzas moderadas provocado por un descontento progresivo por la formación de milicias republi­canas de carácter partidista.
*.- El intento separatista de la Diputación de Barcelona.
*.- Los numerosos y graves problemas de orden público.
*.- La insurrección cubana
*.- La ausencia de un reconocimiento internacional de la nueva realidad política española.
*.- La insurrección cantonalista (el problema más grave del momento).

El éxito de las tesis federalistas en las elecciones a Cortes Constituyentes de mayo de 1873 parecía que había resuelto la disyuntiva entre Repú­blica federal o unitaria, sin embargo complicó más la situa­ción al surgir entre los federalistas el enfrentamiento entre quienes se mostraban partidarios de un federalismo impuesto des­de arriba y los que  lo pretendían surgido desde abajo.

Proclamado el carácter federal de la República se aceleró el protagonismo del movimiento cantonalista y se radicalizó la exigen­cia de una estructura federal de base (fundamentada en la federa­ción de las unidades territoriales más pequeñas para conformar el Estado y en el rechazo de un federalismo establecido desde las Cortes o impuesto por el Gobierno Central).
Pero ésto para muchos significaba poner en peligro la unidad y en entredicho al mismo po­der ejecutivo central.

"Federal nació en 1868 el partido republicano, federal peleó en las Cortes y en las calles, federal llegó al poder y federal permaneció después de su derrota (...). Las ideas de Federación y de República nacieron a la vez en 1868. Jun­tas siguen en la mente de los pueblos; y si juntas las pre­sentáramos todos los republicanos como programa de la revo­lución futura, juntas serían la mejor palanca revoluciona­ria. Palpita la idea federal en el corazón del país (...).
Es la Federación el mejor de los sistemas, ya que une y es capaz de unir los pueblos todos de la tierra, sin que ninguno sufra en su libertad quebranto. Es la Federación corona y remate de la obra liberal, ya que emancipa a par de la nación las regiones y los municipios, hoy aún sujetos a bárbara servidumbre. Es la Federación la que mejor resuelve el problema colonial, ya que convierte las colonias en Esta­dos autónomos sin disgregarlas de la metrópoli. (...)
Nosotros oponemos la Federación a la descentralización. La descentralización es sóla administrativa, y nosotros no sólo queremos la descentralización administrativa, sino tam­bién la política y la económica (...).
Con la Federación, las provincias son completamente li­bres en el ejercicio de todas sus facultades; con ella pre­supuestan sus gastos, imponen sus tributos, los distribuyen, los recaudan y los aplican (...)."
PI Y MARGALL. "Leccio­nes de controversia federalista" citado por GARCIA Nieto, Mª Carmen y otros, ob. cit. 117-119.

Los cantones fueron organizándose sobre todo en la periferia mediterránea (fundamentalmente en Levante y Andalucía) donde el republicanismo tenía mayor implantación. Desde allí se fue exten­diendo la insurrección cantonal por toda la Península.
Pi y Margall dimitió ante la imposi­bilidad de controlar el movimiento.

Ante esta dimisión se impuso en las Cortes la derecha republicana. Fue elegido Salmerón como nuevo Jefe de Gobierno, un ideólogo poco práctico pero con un gran sentido de la autoridad y de la ley. Dispuesto a terminar con la sublevación cantonal, Salmerón dio órdenes a los generales Pavía y Martinez Campos para que acabaran con el movimiento cantonalista, afianzaran el orden amenazado y asegurasen  la  legitimidad del poder Central, lo que consiguie­ron en pocos días debido a la falta de dirección y coordinación del movimiento cantonal.
La explosión del federalismo había degene­rado en guerra civil e hizo fracasar la experiencia republicana.
Salmerón dimitió por ser enemigo de la pena de muerte. El nue­vo Jefe de Gobierno, Castelar, prescindió de las Cortes, gobernó por decreto (previa suspensión de las garantías constituciona­les), restauró la pena de muerte, estableció la censura de prensa e hizo frente con dureza a los promotores  de las insurrecciones cantonalista y carlista. También adoptó medidas tendentes a so­focar la revuelta social (restringiendo la libertad de acción de los movimientos obreros de carácter internacionalista). Su conse­rvadurismo hizo posible la unión de los republicanos de centro e izquierda y estos provocaron su dimisión en enero de 1874.

Ante la posibilidad de que se volviera de nuevo al federalismo el Capitán General de Madrid, general Pavía, entro en las Cortes con el Ejército, disolvió la Asamblea por la fuerza y puso fin a la República[7].

La alianza entre conservadores y republicanos unitarios hizo posible la formación de un nuevo gobierno, presidido por Serrano,  que intentó la consolidación de una república unitaria con su presidencia vitalicia.
El progresivo reforzamiento del poder Central hizo que se im­pusiera una evolución de la República hacia un sistema Presiden­cialista que, apoyado por los sectores restauradores, facilitó es siguiente proceso de la Restauración, confluyendo en ella la acción política de Cá­novas del Castillo y el pronunciamiento del Ejército.
El Sexenio Revolucionario concluyó.

Si la "era isa­belina" supuso la instauración de un régimen constitucional" el "sexenio democrático" significó un intento por adaptar la estructura política y social de España al desarrollo del capitalismo libe­ral y aunar las aspiraciones progresistas de 1854 con los princi­pios democráticos y humanitarios contemporáneos, representados por acontecimientos como la abolición de la esclavitud en Esta­dos Unidos de América (1861) o la fundación de la Primera Inter­nacional (1864).
La instauración de la República pretendió poner en práctica medidas, todavía pendien­tes, que tuvieran como efecto una auténtica revolución bur­guesa y materializaran un verdaero y profundo cambio social. Los hechos estuvieron lejos de las expectativas creadas por la "revo­l­u­ción". El Sexenio surgió en un momento de crisis económica (lo que facilitó la radicalización popular) y se vio condicionado por la ineptitud política de los que ejercieron el poder que no supieron poner en práctica los objetivos reformistas que representada la coalición septembrina; reconducción del proceso ca­pitalista español, transformación de la propiedad de la tierra, adopción de medidas de carácter social y laboral como la reduc­ción y reglamentación de los horarios de trabajo, establecimiento de una enseñanza obligatoria,  etc).

Las dificultades que afrontó el sexe­nio explican su gran inestabilidad política y su fracaso de construcción de un Estado que superase la estructura centra­lista establecida por los precedentes gobiernos moderados.
El deficiente desarrollo capitalista e industrial de la nación, la indecisión de la burguesía para emprender en serio las tareas de una profunda transformación social y la persistencia de una ideo­logía de carácter estamental que pervivía en el poder oligárquico característico de la España del XIX, condicionaron  el intento y produjeron su desfase respecto a los movimientos que en la misma dirección tuvieron lugar contemporáneamente en la Europa occidental.

El problema político subyacente en la confrontación social e ideológica de estos años se fundamentaba en el temor generali­zado de la burguesía ante una participación política de las cla­ses populares, tradicionalmente marginadas por el restrictivo sufragio censitario, que podía poner en peligro el propio orden burgués.

La política económica del sexenio consolidó un modelo económico basado en la exportación de materias  primas y minerales, dependiente del capital extranjero y no alteró las bases socioeconómicas que habían sustentado al régimen isabelino derribado en septiembre. Tampoco produjo la necesaria transforma­ción del sector agrario cuyas estructuras de poder y propiedad permanecieron inalterables, consolidándose  aún más su perviven­cia durante la Restauración (al fundamentar sus objetivos en la defensa de la propiedad y el orden establecido).[8]

Grupo político
posicionamiento
liderazgo
Base social

Progresistas.
Centro
General Prim.
Burguesía
urbana.
Junto con los demócratas, son una de las pricipales fuerzas que actúan en la Revolución de 1868.
Acaudillados por el Gral. Prim, son una mezcla de todos los liberales que actúan guiados por el pragmatismo más que por una ideología, de la que en realidad carecen. Profundamente desunidos, sólo Prim aglutina el partido.
Unión Liberal.
Derecha
oligárquica.
General O’Donnell
Oligarquía terrateniente y colonial.
Negreros.
Poder económico tradicional. Iglesia.
Son los que se han hecho cargo del poder durante el último período del reinado de Isabel II e intentan conservarlo a cualquier precio. Intentan evitar todo tipo de reformas y apoyan cualquier solución monárquica continuista, por lo que tras la Gloriosa apoyan a Prim y posteriormente, a Serrano  

Partido Demócrata.
Centro-izquierda
Grupo de intelectuales.
Pequeña Burguesía. (Obreros, Campesinos).
Hasta la aparición del partido Republicano y de un movimiento obrero fuerte, fueron la tendencia izquierdista y hasta radical de la política española. Reivindicaban la abolición de las quintas, el sufragio universal, libertades de expresión, prensa, asociación, reunión y culto; el juicio por jurado, la elección democrática de los cargos municipales. Eran partidarios de la soberanía nacional y el parlamento unicameral.
Fueron una de las fuerzas principales de la revolución de 1868.
Partido Republicano.
Izquierda
 moderada.
Emilio Castelar
Pi y Margall.
Pequeña Burguesía.
Obreros. Campesinos.
Dividido entre republicanos unionistas y federales. Sus planteamientos ideológicos son similares a los del P. Demócrata. Además abogan por el fin de la Monarquía y la instauración de una República Española. Los Republicanos Federales pretenden crear una República formada por diecisiete Estados (incluyen Cuba y P. Rico) más varios territorios de Ultramar.
Movimiento obrero
(Federación Regional Española de la I Internacional).
Izquierda radical.
Obreros. Campesinos.

El movimiento obrero surge a partir de 1846 y pronto se afiliará a la Internacional. La división de ésta entre marxistas y bakuninistas se reflejará en España en la creación de dos tendencias distintas: el socialismo y el anarquismo (1872). Sólo en 1879 se creará el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y en 1882 la Unión General de Trabajadores (UGT), liderados por Pablo Iglesias, que posteriormente llegarían a tener gran influencia. Los anarquistas no crearán una estructura estable en forma de partido ni de sindicato hasta 1910 (Confederación Nacional del Trabajo, CNT)
Carlistas.
Extrema derecha.
Carlos VII
Oligarquía terrateniente. Iglesia.
Campesinado rico de Navarra, País Vasco, Galicia, partes de Cataluña, Valencia y Castilla.
Ideales: Apoyo al absolutismo real, mantenimiento del Antiguo Régimen y de los privilegios de la Nobleza y la Iglesia. Su lema: "Dios, Patria, Fueros, Rey". Proponían como Rey al pretendiente Carlos, hermano de Fernando VII. Limitado a zonas geográficas concretas (Navarra, P. Vasco, Aragón, Cataluña, Maestrazgo) en las zonas rurales. Su apoyo proviene de población rural y del pueblo llano, ciertos elementos clericales y la pequeña nobleza campesina opuestas a la población urbana, mayoritariamente liberal y burguesa. Ejército bien organizado, bajo Zumalacárregui y Cabrera, pero tienen graves disensiones internas. Sufren una gravísima derrota en Luchana (1836).
La I Guerra Carlista acaba con el Abrazo de Vergara entre Espartero y Cabrera (1839).El Carlismo vuelve a tomar las armas en 1840, 1860 (II y III Guerras Carlistas),



sept. 1868 - enero 1870
GOBIERNO PROVISIONAL
Jefes de Gobierno:
- General Serrano
- General Juan Prim.
Previamente a la llamada "Revolución Gloriosa", la situación de España es explosiva debido a:
- La incompleta e inadecuada implantación de la sociedad liberal/capitalista durante el reinado de Isabel II.
- La desunión entre los miembros de los partidos gobernantes (moderado y unionista). Los dirigentes que podrían haber capeado la crisis (O'Donnell y Narváez) mueren en 1867 y 1868 respectivamente.
- La enorme presión desde los extremos carlista y demócrata.
- La crisis económica internacional de 1866, que provoca hambre generalizada debida a la falta de reservas - excedentes que podrían haber constituido reservas son enviados a Gran Bretaña y Cuba- y a la falta de integración de mercados.
- Hundimiento de la economía rural, que no puede competir (no puede sobrevivir), lo que provoca la radicalización del campesinado.
- Las soluciones meramente represivas (Guardia Civil) dadas por los gobiernos a las reivindicaciones sociales.
·         Juntas Revolucionarias creadas por miembros de los partidos Progresista y Demócrata, en connivencia con militares golpistas, preparan el levantamiento contra Isabel II y los moderados.
·         18 de septiembre: Los Generales Prim y Serrano y el Almirante Topete inician el levantamiento. El Almirante Topete se pronuncia en Cádiz y es recibido con alborozo por la población. Inmediatamente, las Juntas Revolucionarias se hacen con el poder en las principales ciudades y convocan elecciones.
·         El Ejército leal a la Reina presenta batalla a los alzados en Alcolea pero es derrotado. La Reina huye a Francia.
·         9 de octubre: Formación del Gobierno Provisional con ministros militares, progresistas, unionistas y demócratas. Ideario democrático. Rechazan la posibilidad de una vuelta de los Borbones al trono, pero se declaran monárquicos.
·         El Gobierno se enfrenta a las Juntas Revolucionarias, más extremistas, que pretenden una verdadera revolución social.
·         Se convocan elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal (6-XII). Vencen los partidos del Gobierno tras una campaña electoral muy agitada. En junio de 1869 se promulga la nueva Constitución: Monarquía parlamentaria, soberanía popular, sufragio universal masculino, reconocimiento de las libertades individuales.
·         Se inicia la búsqueda de un rey con la oposición de carlistas (que inician un nuevo levantamiento, la III Guerra Carlista) y republicanos.
·         Insurrección armada cubana ("Grito de Yara", 1868), a la que se dio respuesta por la vía militar y con tímidas medidas antiesclavistas y económicas. La lucha armada en Cuba y la represión militar continuarían de manera intermitente hasta la independencia (1898).
·         Los republicanos inician una amplia campaña en favor de su causa. Levantamientos populares en favor de la República y de una revolución social en Andalucía y otros puntos aislados de la Península que son aplastados con dureza por el Ejército.
·         La lucha entre candidatos al Trono de España deriva en la Guerra Franco-Prusiana (1870). Finalmente es elegido por las Cortes el candidato propuesto por Prim: Amadeo de Saboya, duque de Aosta, de la familia real italiana.
·         27 de diciembre de 1870: El Jefe de Gobierno, General Prim, es asesinado por desconocidos en la calle del Turco de Madrid. El rey electo se queda sin apoyos.

enero 1871- febrero 1873
REINADO DE AMADEO I
Rey: Amadeo I
Jefes de Gobierno:
- General Serrano
- Ruiz Zorrilla
- Práxedes M. Sagasta
·         2-I-1871: Amadeo I jura la Constitución y es nombrado Rey de España. Es un hombre honradamente democrático, pero de poco carácter y -según la opinión mayoritaria- "de corto entendimiento".
·         El apoyo al nuevo monarca es escaso. Su llegada a Madrid es acogida con evidente frialdad por la población.
·         La inestabilidad política es tremenda: En las Cortes, los partidos de oposición torpedean la labor de los seis gobiernos que se suceden durante estos dos años. Los gobiernos son débiles, además, por disensiones internas. A todo esto hay que unirle la guerra carlista, el desasosiego generalizado en Ultramar (no sólo en Cuba: también en Puerto Rico y Filipinas) y en la metrópoli (levantamientos republicanos).
·         El Rey abdica el 10 de febrero de 1873. El pueblo de Madrid toma los principales puntos de la ciudad en apoyo de los diputados republicanos que consiguen el día siguiente la proclamación de la República.
Const. de 1869 (democrática).
febrero 1873 - enero 1874
I REPÚBLICA ESPAÑOLA
Presidentes:
- Estanislao Figueras (Rep. Unitario)
- Francisco Pi i Margall (Rep. Federal)
- Nicolás Salmerón (Rep. Federal)
- Emilio Castelar (Rep. Unitario)

·         A pesar de su fuerza aparente en las Cortes y en la calle, el republicanismo es minoritario entre los españoles. Además, está profundamente dividido entre los que quieren una República unitaria (un único gobierno para todo el país) y los que desean la República federal (estados autónomos que se ponen de acuerdo para crear un Estado de rango superior).
·         Desde febrero hasta junio, la presidencia recae sobre Figueras, hombre relativamente débil, apoyado por los unitarios.
·         En junio, las Cortes Constituyentes, que preparan una nueva Constitución Republicana Federal, nombran Presidente a Pi i Margall (federal). Es éste un valioso intelectual y capaz hombre de estado que se verá sobrepasado por los acontecimientos:
·         Por toda España se produce el levantamiento cantonal, por el que regiones, ciudades o comarcas se declaran repúblicas o cantones y se rebelan contra el Estado con gran violencia, sobre todo en Alcoy. Pi i Margall dimite. Lo sucede Salmerón, quien encarga al Ejército de acabar con la insurrección. Lo consigue en toda España salvo en Cartagena, donde los insurrectos cuentan con apoyo y armamento militares.
·         Los republicanos federales se ven desacreditados por el levantamiento cantonal. Tras la dimisión de Salmerón (debida a su oposición al restablecimiento de la pena de muerte), es nombrado Presidente Castelar, unitario, quien consigue el apoyo de los monárquicos contra los cantonalistas, los carlistas y los independentistas cubanos.
·         El 2 de enero de 1874, Castelar queda en minoría en las Cortes, lo que implicaría volver a dar el gobierno a los federales. Para evitarlo, la derecha monárquica logró el apoyo del Cap. Gral. de Madrid, Pavía, quien al día siguiente dio un golpe de Estado penetrando a caballo en el hemiciclo de las Cortes seguido de fuerzas de la Guardia Civil. Castelar, que no quería estar en el poder apoyado por medios antidemocráticos, dimitió.
Const. de 1869 (democrática).
enero - dic. 1874
I REPÚBLICA
- General Serrano (dictadura)
·         El General Serrano forma nuevo gobierno. Disuelve las Cortes y gobierna apoyado por monárquicos, pese a nombrarse Presidente de la República.
El 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos se pronuncia en Sagunto en favor de la restauración en el trono de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. El triunfo de esta opción se logrará gracias al trabajo previo de Cánovas del Castillo.








[1][1] El movimiento revolucionario pronto desbordó los objetivos de sus organizadores (incluso en el seno de sus promotores, pronto surgieron discrepancias al tratar de establilizarlo conforme a los intereses de cada partido).
Ante consignas aparentemente unitarias, los significados de cada una de ellas eran diversos (reforma constitucional y cambio dinástico; revolución burguesa de carácter republicano; profunda revolución social, etc.)
Los demócratas extremistas derivaron en republicanos; los unionistas y progresistas, unidos inicialmente para la defensa de la Constitución de 1869, se dividieron ante la elección del nuevo monarca. Amadeo I de Saboya se encontró una coalición sept­embrina rota y luchando entre sí por tener un control parti­dista de su monarquía.

[2] Las Juntas Revolucionarias, entre otras cuestiones, propugna­ban:
*.- sufragio universal.
*.- libertad de:
*.- culto
*.- enseñanza
*.- reunión y asociación pacífica
*.- de imprenta sin legislación especial
*.- descentralización administrativa.
*.- juicio por jurado en materias criminales
*.- unidad de fuero en todos los ramos de la admi­nistración de justicia
*.- inamovilidad judicial
*.- abolición de la pena de muerte y garantías res­pecto a la seguridad individual
*.- inviolabilidad de domicilio y correspondencia, etc.

[3] Otras fuentes rebajan la cifra a 127 y elevan la de los unionistas a 82
[4] Estos fueron los argumentos de Amadeo I para fundamentar su deci­sión:
"Al Congreso: grande fue la honra que merecí de la Nación española eligiéndome para ocupar su Trono (...). Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos años largos ha que ciño la Co­rona de España, y España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y ventura que tan ardien­temente anhelo.
Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles, todos invocan el dul­ce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males.
(...) No habría peligro que me moviera a desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles (...). Pero tengo la firmísima convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis pro­pósitos.
Éstas son, señores diputados, las razones que me mueven a devolver a la Nación y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores". (Palacio de Madrid, 2 de febrero de 1873). (GARCIA GALLO, A. "Historia del Derecho Español". Madrid (1977), 1.221-1.222).
[5] PI Y MARGALL, F. "Opúsculos Amadeo de Saboya, pags. 7-8, citado en GARCIA NIETO, Mª C. y otros en "Bases documentales de la España contemporánea, III "El liberalismo democrático". Madrid (1971), 97
[6] Para justificar la opción tomada Castelar sostuvo: "Nadie ha destruido la monarquía en España; nadie la ha matado. La monar­quía ha muerto por una descomposición interior (...). Yo he creí­do siempre que la revolución de septiembre (...) llevaba en su seno la República, como la semilla la raíz, como la raíz la plan­ta, como la planta el fruto (...)." (Castelar).

[7] "El señor Calvo: La Guardia Civil entra en el edificio preguntando a los porteros la dirección y diciendo que se desaloje el edificio de orden del Capitán General de Madrid.
El señor Presidente: Ruego a los señores diputados que se sirvan ocupar sus asientos y que sólo esté de pie aquel que haya de hacer uso de la palabra (...)
Ruego a los señores diputados que ocupen sus asientos. No tenemos más remedio que ceder ante la fuerza, pero ocupando cada cual su puesto. Viene aquí y nos desalojan. Acuerdan los señores diputados que debemos resistir. ¿Nos dejamos matar en nuestros asientos?.
El señor Presidente del poder Ejecutivo (Castelar): señor Presidente, yo estoy en mi puesto y nadie me arrancará de él. Yo declaro que me quedo aquí y aquí moriré.
Un señor diputado: ya entra la fuerza armada en este sa­lón.
Varios señores diputados: ¡Qué escándalo!.
Varios señores diputados: soldados ¡viva la República federal!.¡Viva la Asamblea soberana!.
(...) Se oyen algunos disparos y queda terminada la se­sión en el acto. Eran las siete y media de la mañana." (Dia­rio de Sesiones, 3 de enero de 1874).


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