Azaña
fue el hombre nuevo y la oratoria nueva”.
“En
las Cortes destacó enseguida. Estaba propuesta la disolución de las Órdenes
religiosas por el voto mayoritario de los partidos radical, socialista y
radical socialista. Azaña era agnóstico. Habían sido disueltas siempre que la
izquierda había gobernado España. El anticlericalismo en ésta tan cerril como
el clericalismo.
Cuando
Azaña se levantó a hablar le temblaban las manos, firmemente apoyadas en el
pupitre del ‘Banco Azul’. Inteligente y valiente discurso. Las derechas todavía
descargan su ira contra él y tergiversan su contenido. Sus palabras produjeron
gran impacto en el Parlamento.
Los
socialistas pidieron que se suspendiera el debate porque habían cambiado de opinión.
Fueron
lamentables las frases de Baeza Medina que, en nombre de los radicales, se
opuso al aplazamiento gritando: “pero ¿aquí venimos a discutir o votar?.
¡Triste
y estúpido anticlericalismo, un movimiento pendular con la ancestral
intolerancia clerical hispana!.
Nuestra
taras históricas “obligaba a los rectores de la República a extremar sus
medidas para salvar la paz religiosa de España. Y a sus enemigos a comprender
los peligros que corrían instituciones a ellos muy caras de no favorecer, con
una prudente actitud, la pervivencia o resurrección de la fe entre quienes
estaban a punto de perderla o la habían ya perdido.
“Los hombres políticos de la República teníamos el deber de superar
tales torpezas para asentar en España definitivamente un régimen de libertad y
tolerancia”
No hay comentarios:
Publicar un comentario