Lunes 24 de abril de 2017, 09:05h
Los franceses, hartos de la inoperancia y el hedonismo de sus partidos tradicionales, el socialista y el conservador, les han dejado en la cuneta, lo mismo que al podemita Mélenchon. El voto popular ha respaldado al centrista Macron y también a la ultraderechista Marine Le Pen, la cual polarizará todas las hostilidades en la segunda vuelta.
El resultado de las presidenciales francesas significa un serio aviso para el PSOE que, si continua desmedulándose, puede terminar como el PS en Francia o el Pasok en Grecia. También ha sonado la alarma para el PP. Todavía el partido de Rajoy carece de riesgo por la derecha pero no se puede descartar la reaparición del extremismo derechista en España, como será necesario que los populares acierten a embridar el centrismo de Ciudadanos si no quieren que Rivera-Macron les moje la oreja.
Europa, en fin, respira tranquila. La victoria de Macron ayer y la muy probable dentro de dos semanas consolidan el europeísmo frente al histérico brexit de gran Bretaña, país que siempre ha estado al servicio de los altos intereses económicos y militares de Estados Unidos y no de Europa.
Y una enseñanza final para el PSOE y para el PP. La sabiduría del presidente De Gaulle, al contemplar la ingobernabilidad de la IV república francesa, estableció el sistema de doble vuelta, sistema que tiene algunos inconvenientes pero muchas ventajas. Con los resultados de ayer, en un sistema electoral proporcional, Francia sería ingobernable. La doble vuelta, aunque muchos al votar deban taparse las narices, permitirá la estabilidad política nacional. La reforma electoral, si se hubiera hecho en España a tiempo, mantendría el bipartidismo constructivo y habría impedido la inestabilidad actual zarandeada por las concesiones y la debilidad del Gobierno.
Luis María ANSONde la Real Academia Española
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