«
Toda la izquierda europea sufre desde hace tiempo una crisis de identidad»
Domingo,
12 de mayo de 2013
ENTREVISTA
a Nicolás Redondo Urbieta, líder indiscutible de la Transición y durante
décadas de la UGT
POR
VICTORIA PREGO
12/05/2013
ESPAÑA
El
PP dispuesto a quitarnos el pan de la boca para, rompiendo el principio de
igualdad constitucional, dárselo a la engreída, antipática, egoísta,
insolidaria, excluyente, despilfarradora y corrupta Cataluña.
Pregunta.-
¿Ésta de hoy es la España con la que soñó?
Respuesta.-
Bueno, conseguimos tener una Constitución, y gracias a ella los problemas
pueden ser solucionables. Lamentablemente, cuando se produjo la época dorada de
la socialdemocracia en Europa, los españoles vivíamos todavía bajo el
franquismo y estábamos fuera del Mercado Común. Son esos 30 años que llaman
«gloriosos» de la socialdemocracia europea de los que no nos pudimos
beneficiar.
P.-
Luego vinieron Suárez y el Rey.
R.-
Yo tenía entonces algunos amigos que eran mucho más partidarios de la ruptura
que de la reforma pactada que se acordó para salir de la dictadura. Pero eran
pocos.
P.-
Denigrar el proceso de la Transición se ha puesto de moda.
R.-
Y a mí me parece un abuso. Lo que no se puede hacer es achacar a la Transición
los problemas que vivimos ahora, porque la mayor parte de ellos no derivan de
entonces.
P.-
¿De dónde provienen?
R.-
Aquí ha habido durante 36 años gobiernos democráticos de derechas y de
izquierdas.
Una
parte de la culpa corresponderá a estos gobiernos ¿no?.
Porque
¿hay ahora una mayor conciencia social? No.
¿Hay
un mejor reparto de la riqueza? Tampoco.
¿Los
jóvenes tienen un futuro más esperanzador? No.
Alguna
culpa tendrán estos gobiernos y no el proceso de la Transición, aunque se
hiciera con dificultades.
P.-
¿En qué hemos fallado?
R.-
Una de nuestras carencias es que los partidos políticos no han sido capaces de
tener las ideas claras.
La
ambigüedad está caracterizando a todos los partidos y, desde luego, al Partido
Socialista.
Esto
ha creado una confusión por la que estamos pagando un precio.
La
situación es abrumadora porque no está en crisis una política determinada, no.
Lo
que está en crisis es toda la política
P.-
¿Y toda la clase política?
R.-
Toda. Y todas las instituciones.
P.-
¿Quién tiene aquí la claridad de ideas para fijar una orientación?
R.-
No lo hay. No tenemos referencias de tipo ideológico, porque, además, se
están buscando soluciones nacionales a problemas que, como mínimo, tienen una
dimensión europea.
Cualquiera
que pretenda buscar una solución definitiva a esta situación desde el punto de
vista nacional está equivocado. Es una ruta estéril que no conduce a nada.
P.-
Existen los partidos de ámbito europeo también.
R.-
Sí, pero sólo de nombre. Por ejemplo, el presidente del Eurogrupo es un
socialista holandés, pero es uno de los duros defensores de la política
neoliberal. Los adversarios que ha tenido la socialdemocracia no han sido
siempre los que estaban fuera de ella, sino los que estaban dentro, que se han
dejado fascinar por estas políticas neoliberales.
P.-
¿Cree que la izquierda europea ha perdido su sitio?
R.-
Sí, evidentemente, está sufriendo una crisis de identidad. Pero eso no es de
ahora, es desde hace tiempo.
Por
ejemplo ¿se ha oído alguna voz dentro de la socialdemocracia denunciando la
situación que padecemos y llamando al conjunto de los partidos socialistas
europeos a un enfrentamiento?
No,
porque cada parte del Partido Socialista Europeo obra en función de sus propios
intereses nacionales. Hemos vuelto lamentablemente al predominio de los
egoísmos nacionales. Y los que creímos en una Europa social y en una España
como parte de esa Europa social sufrimos desesperanza.
P.-
¿Está hablando de una derrota?
R.-
Más que hablar de derrota yo diría que es necesaria la recuperación de valores
determinantes de la izquierda.
Por
ejemplo, el reformismo radical, que parece que ahora vuelve a estar de moda en
Europa.
O
nuestro sentido internacionalista.
O
la igualdad, llamémosla equidad.
Lo
que estamos viendo en los ajustes es una injusticia total en cuanto al
sacrificio que corresponde hacer a unas capas sociales o a otras.
Yo
echo en falta eso y –aunque tampoco quiero que la gente lo lea y no lo
entienda– muchas veces me cuesta saber en qué partido estoy. ¡Y llevo muchos
años! (se ríe)
P.-
¿Qué quiere decir?
R.-
¿Estoy, por ejemplo, en un partido jacobino? ¡Por supuesto que no! (se ríe). Es
que me cuesta encontrar su definición, me cuesta distinguirlo.
Porque
llega uno y te dice: «Oiga, es que yo estoy de acuerdo con la política
autonómica actual».
Pero
luego viene otro y dice: «No, no, oiga, yo es que estoy de acuerdo con un
sistema federal asimétrico».
Y
llega el otro y dice: «No, no, con uno simétrico».
Y
si la dirección de una organización no tiene las ideas claras, menos aún las
van a tener sus militantes y su electorado.
¡Pero
la derecha es otro desastre, eh!
Y
mientras tanto, la legión de parados crece, la pobreza se extiende y todo eso
nos lleva a una situación catastrófica. Se está viendo en los movimientos de
los indignados. Es que es tremendo.
P.-
¿Qué opina de esos movimientos?
R.-
Han sido un revulsivo necesario. Aunque tampoco es bueno que se alcancen
situaciones extremas. Pero, una vez dicho que me parecen muy bien, creo que
suponen un fracaso de la clase política.
P.-
Eso parece.
R.-
¿Sabe lo que ha pasado? Hablo de todos los partidos: que han sido muy
piramidales, en los que el líder hacía y deshacía, y con muy poca capacidad de
debate interno. Y el que se ha atrevido a discrepar de algo le han
neutralizado, le han puesto con un pie fuera: «Usted no es de los nuestros».
Aunque al final tampoco sabías si los que estaban gobernando eran de los
nuestros o sólo de los suyos (se ríe).
P.-
¿Cree que ahí está el origen de parte de nuestros problemas?
R.-
En nuestra antigua tradición socialista había el voto particular. O sea, tú no
estabas de acuerdo con la Comisión Ejecutiva y llevabas tu voto particular al
Comité Federal o al Congreso: aquí está mi voto en contra y lo defiendo donde
sea. Hombre, había follones entre los diversos líderes, pero no pasaba nada.
Esas cosas se van poco a poco deteriorando y luego cuesta mucho recuperarlas.
P.-
¿Los partidos se han convertido en una comunidad de intereses?
R.-
También hay gente altruista. Y el partido es mucho más que los dirigentes ¿eh?.
El partido es los afiliados, los militantes, es la gente humilde. Yo siempre he
confiado mucho más en los militantes anónimos, en el sacrificio y en el
heroísmo de la gente que nunca ha aspirado a nada más que defender sus ideales
y que, por eso, ha corrido el riesgo de cárceles y de destierros.
P.-
Ellos son los que están retirando su apoyo a los partidos. Lo dicen los
sondeos.
R.-
Es que se debate muy poco y siempre vale más la consigna que viene de arriba.
En el PSOE se ha tomado recientemente la determinación de celebrar primarias.
Oiga, ésa es una decisión tan difícil y tan importante que usted no la puede
hacer así como así. Como mínimo tendría que plantearlo en un Congreso. O, por
lo menos en el seno del Comité Federal.
P.-
¿Eso mismo les pasa a los sindicatos?
R.-
Todavía hay una profunda diferencia. Los sindicatos no han llegado ni mucho
menos a esa situación. Y allí todavía hay un grado de entrega, de sacrificio,
de voluntad de ir cambiando las cosas.
P.-
UGT tiene el mismo líder desde hace 23 años. Se ve que eso no cambia.
R.-
Bueno (se ríe), pero eso depende más de si lo está haciendo bien. Creo que
Cándido está sufriendo un ataque un poco injusto y despiadado. Lo que sí se
tiene que reafirmar en UGT, y creo que hay que tener mucho cuidado en eso, es
una imagen de autonomía.
P.-
Pues no la tienen. UGT parece un apéndice del PSOE .
R.-
No es un apéndice ni mucho menos. Pero es verdad que hay que cuidar eso. Mucha
gente se rige por lo que oye, y la imagen puede ser la de que hay una
supeditación del sindicato UGT al partido, cosa que yo niego.
Pero
hay que tener mucho cuidado con eso porque de ello depende también el prestigio
público de una organización sindical. En este momento todo está en entredicho:
la Monarquía, el Gobierno, los partidos, la configuración del Estado, los
sindicatos... todo. Hay que hacer más esfuerzo que nunca y demostrar que tienen
una autonomía total y absoluta.
P.-
También tendrían que dar las cuentas claras de su financiación y de las
subvenciones que reciben.
R.-
También. Ahora que se exige esa ejemplaridad, hay que hacerlo. Pero en esta
situación de duda permanente que existe hay una tendencia a creer siempre lo
malo.
P.-
¿Cree que serían necesarios unos pactos parecidos a los Pactos de La Moncloa?
R.-
Nosotros no acudimos a esos pactos porque no fuimos convocados a la
negociación. Sí fue Felipe González, y la UGT apoyó. Lo que hicimos fue llegar
a acuerdos muy importantes con la CEOE y luego acordamos con la UCD el Estatuto
de los Trabajadores. Pero pusimos una condición: no queremos más Pactos de La
Moncloa, porque ha llegado el momento de que el Parlamento realice su función.
Ahora la situación vuelve a ser delicada, pero hay que tener cuidado de no
succionar el papel del Parlamento ni el de los partidos en sus distintas vertientes
ideológicas. Es decir, que habrá que llegar a algunos acuerdos en algunas
materias. Pero no volver a la confusión de mezclarlo todo y con todos.
P.-
Los sindicatos han perdido muchos apoyos en España.
R.-
Sí, y es posible que pierdan más. Mire el partido de ultraderecha francés de
Marine Le Pen: por donde está engordando es por el voto obrero.
Y
crecen los partidos xenófobos. Añádale a eso la inmigración, la exasperación de
los jóvenes cuya violencia a veces tiene su origen en una desesperación absoluta
ante el paro, la marginación y la falta de futuro. Los sindicatos están
sufriendo esas consecuencias. Pero en un sindicato no todo depende del poder
institucional. Hace falta también una dosis de contrapoder obrero. Porque es
eso lo que estás representando.
P.-
Se les acusa de no defender a los parados, sólo a los ocupados.
R.-
(Se ríe) Ya, eso me decían también cuando estábamos nosotros y resulta que
todos los follones eran por la defensa de los parados. Siempre achacan eso. Esa
acusación no está justificada. Nosotros nos hemos movilizado más por los que
estaban en precario que por los trabajadores en activo.
P.-
Hablemos de España. ¿Se imaginaba que pudiéramos hablar de independencia en
términos tan verosímiles como ahora?
R.-
Me preocupa mucho más la situación de Cataluña que la del País Vasco. Porque la
postura de los socialistas catalanes es mucho más confusa y, aunque no tengo
ningún dato, temo que esto también pueda contagiar a los sindicatos. ¡Es que
están todos los días! «Vivimos mal porque España nos asfixia», «España nos
roba». Y eso, pum, pum, pum, todos los días. El Gobierno hace bien no dando
materia a la parte contraria, aunque de vez en cuando también habría que añadir
un golpe, un corte seco, un «esto se ha terminado». Pero en el Gobierno y en el
PP todo el mundo está como las tortugas, en el caparazón, nadie se quiere
menear mucho.
P.-
Los socialistas catalanes se comportan de modo confuso.
R.-
Hoy me decía uno: ‘¿Estamos dentro o fuera de la Comisión ésa? [la Comisión
para el Derecho a Decidir que aprobó el Parlament a pesar de que el TC
suspendió la resolución que la hacía posible]’. Y le he dicho: ‘Chico, ayer yo
creía que estábamos fuera, pero hoy estamos dentro’. ¡Es que es así! Y Navarro
sale y dice que no está de acuerdo porque dice que la independencia no, pero
que la consulta, bueno.
P.-
¿Hay esperanza?
R.-
Yo intento ser optimista.
P.-
Pero no sabe cómo...
R.-
Creo que estamos en una situación caótica, la verdad. Te preguntas hasta qué
punto se aguanta una sociedad con seis millones de parados, con un 50% de
jóvenes menores de 24 años en el paro. En todos los gobiernos el empleo ha sido
una variable más, y ese objetivo lo han supeditado a otras variables
económicas: el déficit, la inflación... Y nunca ha sido tomado en cuenta como
el gran objetivo. Aquí las reformas se han hecho al revés, se ha hecho
contrarreformas.
P.-
¿Cuál es la mejor España que usted ha conocido?
R.-
La España de cuando empieza la Transición. Era un pueblo con una ilusión
desmedida, deseando cambiar, con unas aspiraciones de una España mejor y con un
espíritu conciliador, que era lo importante. Veías que todo el mundo iba
renunciando a algo de sus principios para llegar a un acuerdo. Era ilusionante.
P.-
Ése es el mismo pueblo que le da hoy la espalda a la política.
R.-
Sí, sobre todo los jóvenes, y eso es lo más preocupante. No podemos olvidar que
el futuro va a depender de su aportación y de su compromiso. Lo malo es que
puedan, no sólo no comprometerse con la política, sino hacerlo en partidos que
no representarán jamás lo que es la democracia. Estoy convencido de que si no
eres capaz de ir avanzando estás condenado a retroceder. Tú no estás de manera
estática en una situación democrática. No. O la mejoras o la empeoras. Y
entonces la pierdes.
RESPONSABILIDADES: «La
culpa de lo que nos pasa la tienen los distintos gobiernos democráticos de
estos 36 años, no la Transición»
CRISIS
GENERAL: «La
situación es abrumadora porque está en crisis toda la política, toda la clase
política y todas las instituciones»
LIDERAZGOS: «Si
la dirección de un partido no tiene las ideas claras, menos las van a tener sus
militantes o sus votantes»
MOVIMIENTOS
SOCIALES: «Han
sido un revulsivo necesario que me parece bien, pero suponen el fracaso de la
clase politica»
SINDICATOS: «Han
perdido muchos apoyos y puede que pierdan aún más porque están pagando los
efectos de la crisis»
INDEPENDENTISMO: «Me
preocupa Cataluña más que el País Vasco porque la postura de los socialistas
allí es mucho más confusa»
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