JOSÉ
MARÍA CARRASCAL ABC
La
mejor prueba de la crisis que vive la izquierda es que apela a su arma más
vieja, a la bomba atómica política: la revolución
LO
que estamos presenciando es una crisis no sólo del PSOE, sino de la entera
izquierda española, y puede que europea, aunque, al ser el PSOE nuestro
principal partido de izquierda, acapara el interés.
Pero
para crisis, la de IU, rota interiormente y a punto de ser deglutida por
Podemos.
Sin
que Podemos se libre, pues, pese a su férrea disciplina interna, presenta
grietas por el caso Monedero, que irán a más conforme se conozcan detalles. La
izquierda, la gran beneficiada teórica de la crisis, es la gran perjudicada.
¿Por qué?
Para
responder a esta pregunta basta examinar lo que le ocurre al PSOE.
Por
muchas razones que Pedro Sánchez tuviera para destituir a Tomás Gómez –que seguro las
tuvo, en otro caso estaríamos ante un suicidio político–, lo que ha fallado es
la forma. Estas batallas internas se resuelven discretamente, a puerta cerrada,
sin armar ruido, para facilitar
una salida digna, y no por decreto.
Lo
que quiero decir es que, más que «un golpe de autoridad», lo que ha hecho
Sánchez es poner en evidencia la división interna del partido, ante lo que la
gente se pregunta: «Si no saben resolver sus problemas, ¿cómo van a resolver
los del país?».
Una
formación política, si es amplia y fuerte, puede aguantar todos los envites de
fuera. Lo que no puede aguantar son los que le llegan desde dentro. De ahí que
dude que Sánchez haya «afianzado su liderato» con esta medida, como dicen
algunos. Lo que sí sé es que ha abierto un frente a sus espaldas, que es lo que
él y su partido menos necesitan.
Pero
no es sólo el PSOE, como les decía, el que se halla en crisis, sino la entera
izquierda. ¿Por qué? Pues por algo tan simple como que no tiene soluciones para
la gran crisis que atravesamos. Lo único que saben decir sus dirigentes es que,
cuando lleguen al poder, revocarán todas las medidas que han tomado los
gobiernos conservadores. O sea, volver a la situación anterior, que condujo a
la crisis. Cuando no nos salen con ideas tan peregrinas como ese estado federal
que propone el PSOE como remedio de todos los males, que espero no crea él
mismo, pues si lo cree están en peor condición de lo que aparentan, viviendo ya
en el reino de la fantasía.
Aunque
la mejor prueba de la crisis que vive la izquierda dentro de la gran crisis
económica es que apela a su arma más vieja, a la bomba atómica política: la
revolución. Poner todo patas por alto y empezar prácticamente de cero. Es lo
que propone Podemos y lo que intenta Syriza en Grecia. Sin darse cuenta de que
el tiempo de las revoluciones ha pasado en Europa, e incluso empieza a pasar en
Hispanoamérica. Por experiencia, los europeos sabemos que las revoluciones, ese
gran experimento idealista de crear el Estado ideal y alcanzar la utopía, acaba
en más miseria y menos libertades. El paraíso en la Tierra no existe, como se
demostró en la Europa del Este.
Es
la consecuencia de haber leído al Ortega de Nicaragua, en vez de al nuestro,
que hace casi un siglo escribió «El ocaso de las revoluciones».
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