26/04/2015@19:52:11
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Joaquín
Vila
Director
de EL IMPARCIAL
JOAQUÍN
VILA es director de EL IMPARCIAL
director@elimparcial.es
Hace
apenas un año, la fulgurante irrupción de Podemos protagonizó la vida política
y periodística. Las andanzas de Pablo Iglesias y compañía hipnotizaron a muchos
españoles, hastiados de la crisis económica, de la corrupción desatada y, sobre
todo, del desguace de una maquinaria del Estado oxidada por la incompetencia y
prepotencia de los dos grandes partidos. Con un puñado de eslóganes recitados
en algunas televisiones, los populistas se erigieron en los salvadores de la
patria, en el partido que iba a regenerar España.
De
un día para otro, Podemos se encaramó a los primeros puestos de todas las
encuestas como tercero, segundo o, incluso, primer partido en intención de
voto. El mesías de la coleta ya se veía en La Moncloa y Monedero contando
fajos, en el Ministerio de Economía. El PSOE se desangraba, IU agonizaba y los
votantes del PP se tiraban al monte.
De
pronto, apareció Albert Rivera, con cara de niño bueno, aseado, con camisas
blancas y corbatitas oscuras. Y recitando también eslóganes sicodélicos se coló
en el circo político. El cuarto en escena. Pues mientras Podemos se alimenta de
los votantes de izquierdas y más de un despistado, Ciudadanos muerde al PP
avalado por la valiente defensa de la unidad de España desde Cataluña, pese a
ser un partido socialdemócrata en cuestiones económicas y sociales. Pero los
muchos votantes de Rajoy que iban a tirar la papeleta a la basura encontraron
al mirlo blanco que buscaban.
Y
en Andalucía se certificó el nuevo mapa político. PP y PSOE no gobernarán ni la
más remota aldea sin pactar. Y como se antoja difícil que Rajoy y Pedro Sánchez
dejen de embestirse, Ciudadanos y Podemos se convierten en los dueños del
cotarro. Urge encontrar pareja de baile y Albert Rivera y Pablo Iglesias ya se
tiran de los pelos en la feria de Andalucía para ofrecer sus encantos. Ambos
alardean de haber obligado a Susana Díaz a poner a Chaves y a Griñán contra las
cuerdas. Ambos quieren tocar poder para imponer a los grandes sus renovadoras
propuestas y multiplicar la propaganda electoral, pero ambos temen mezclarse
con la casta ante el riesgo de perder la virginidad. Quieren bailar arrimados,
pero sin consumar la boda.
PP
y PSOE ya no protagonizan la batalla política. Se han convertido en meros
espectadores del estrellato de los nuevos partidos, mientras sufren el vapuleo
judicial y mediático de algunas de sus figuras más emblemáticas: Rato, Chaves,
Griñán… Pero todavía pueden repartirse el pastel si mueven los peones con
inteligencia. De momento, Rajoy y Pedro Sánchez ensayan una difícil pirueta:
desacreditar a los nuevos adversarios para frenar la sangría de votos (el PP, a
Ciudadanos y el PSOE, a Podemos), pero mantener la puerta abierta ante la
necesidad de pactar con ellos.
Albert
Rivera y Pablo Iglesias, así, se han convertido en las reinas del baile y, en
enemigos a muerte. Luchan en medio de la pista por apoderarse de la llave.
Ciudadanos puede condicionar el gobierno de Andalucía con el PSOE; y con el PP,
el de Madrid, otras Comunidades y Ayuntamientos, y hasta el de la nación.
Podemos también tiene la llave de la Junta y, tal vez, la de La Moncloa, con el
PSOE. Los amos del cotarro.
La
guerra ya no se libra entre el PP y el PSOE, si no entre Ciudadanos y Podemos.
Y Pablo Iglesias se desquicia cuando sabe que su enemigo se llama Albert
Rivera, no Mariano Rajoy. En la feria de Sevilla se ensayan los primeros pasos
del baile que nos espera. Un baile que puede terminar en cama redonda o en
coitus interruptus. O en el gatillazo de España.
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