Las personas con rasgos psicopáticos, que viven en su
mayoría en libertad, no sienten culpa, ni empatía, pero racionalmente son
capaces de discernir lo que está bien y mal
MIRANDA - IsabelMiranda Madrid 27/03/2017 22:03h -
Actualizado: 28/03/2017
«Yo estaba nervioso y sabía que en seguida la iba a estrangular. Tenía una ligera erección, mi miembro estaba un poco duro. Me había bajado el pantalón hasta las rodillas.
Ella tenía un condón y me lo puso sobre mi miembro. Me arrodillé sobre ella como siempre. Estaba sentado bastante cerca de su cuello. Ella metió mi miembro en su boca, entonces no podía mover mucho la cabeza porque se lo impedía mi pantalón, que estaba bajado. Entonces revolví con mis manos su pelo rubio. Le dije que tenía un pelo bonito y suave. Ella no respondió nada, parecía que no había entendido nada. Entonces saqué mi miembro de su boca, puse mis manos sobre su cuello y
apreté fuerte».
Seis meses después de hacer esta confesión, en julio de 2007 se suicidó. El camionero alemán que relató el asesinato de seis mujeres Institu to de Ciencias Forenses y Seguridad, el primero cometido a los quince años, ha sido uno de los casos estudiados en el curso «Psicópatas: Cómo son, Acción Policial y Respuesta Jurídica», organizado por el Instituto de Ciencias Forenses y Seguridad (ICFS) y celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid.
«Los psicópatas se recrean tanto en los detalles que no los olvidan nunca», reconoce Carlos Segarra, subinspector de la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta de la Comisaría General de la Policía Judicial. Pero, ¿era un psicópata?
Una respuesta afirmativa parece encajar con el imaginario colectivo: a todas las mujeres las mató de igual forma, guardaba trofeos, disfrutaba con la violencia, se recreaba en los detalles. Pero la pregunta se plantea porque Eckert, una vez detenido, confesó con todo lujo de detalles y poco después se suicidó, pero los psicópatas no se arrepienten de sus actos. Uno de sus rasgos definitorios es que no tienen remordimientos.
No siempre es fácil identificar un psicópata. Ni siquiera
tener rasgos psicopáticos implica acabar delinquiendo. De hecho, se calcula que
entre el 1,4 y el 3,4 por ciento de la población tiene estos rasgos en
diferente grado, pero entre la población carcelaria solo suponen un 16-24 por
ciento de los reclusos. Según los cálculos de los expertos, tres cuartas partes de los psicópatas viven
en la sociedad.
«Son gente con cara normal», resume Manuel de Juan Espinosa,
catedrático de Psicología de la UAM y director del ICFS. Entre los psicópatas
primarios, según la definición clásica, sus rasgos se basan en la falta de empatía y remordimientos,
pero también la facilidad de palabra, el narcisismo, la mentira patológica, la
manipulación, los afectos superficiales o la incapacidad para aceptar la
responsabilidad de sus actos.
Eso sí, «son las personas que querrían tener al lado en una situación de peligro: son capaces de tomar decisiones cuando ustedes están helados de miedo», explica. En los psicópatas secundarios los rasgos cambian.
Necesitan estímulos fuertes, se aburren con facilidad, son más
impulsivos, irresponsables y tienen un pobre autocontrol, entre otros rasgos.
La prisión no los
rehabilita. Al tercer año de libertad, entre el 70-80 por ciento de
ellos ha reincidido. A los cinco años, el 90 por ciento. Hay incluso estudios
que aseguran que los psicópatas primarios que son tratados psicológicamente
reinciden más que los que no.
Sin miedo al castigo
En parte, esto se debe a que no sienten miedo ante el
castigo y, sin ello, es mucho más
complicado formar una conciencia que impida que delincan o que les
provoque remordimientos después de actuar. «Su sensación interna de impunidad
es brutal», reconoce Manuel de Juan. Un problema de base biológica que sin
embargo no implica que no puedan aprender.
Algo parecido ocurre con su falta de empatía. En diferentes
estudios se comprobó que no la
sentían hacia los demás, pero sí hacia sí mismos. Al final, los
expertos han comprobado que que son capaces de sentir pero no quieren. Tanto es
así que es más fácil «crear un psicópata» a través de la despersonalización (un
proceso que llevan a cabo los grupos terroristas con sus miembros), que lograr
el proceso inverso de una psicopatía hacia la normalidad.
La falta de miedo y de empatía, sin embargo, no les impide
distinguir qué está bien y qué está mal. Racionalmente son capaces de distinguir perfectamente entre ambas y
del daño que causan. «Saben lo que están haciendo, pero con demasiada
frecuencia tendemos a quitarles responsabilidad», dice el director del ICFS.
Una consideración crucial a la hora de juzgar sus actos: por ello, en la
mayoría de los tribunales está arraigada la premisa de que la psicopatía no
merma la culpabilidad.
Si actúan con mayor o menor frecuencia depende de si sienten colmados sus deseos o si se sienten perseguidos. Eckert mató a su primera víctima a los 15 años. El siguiente asesinato que confesó se produjo más de 20 años después. Para el alemán, el remordimiento llegó cuando vió que estaba acabado. «No creo que los psicópatas tengan que mostrar todos los rasgos de libro, no hay verdades absolutas», opina Segarra. Aunque este es un caso claro, en la práctica hay muchas ocasiones en las que los expertos se quedan con la duda. ¿Es un psicópata?
No hay comentarios:
Publicar un comentario