Manuel
Llamas
La "democracia", según Podemos
La única "democracia" legítima para Podemos es el
anticapitalismo, y éste ya ha demostrado ser incompatible con la libertad del
individuo.
2017-04-14
Podemos irrumpió
en la vida política española, aprovechándose muy hábilmente de la grave crisis
institucional y económica que ha padecido el país en los últimos años, con un
claro discurso antistablishment que, en última instancia, cuestionaba la legitimidad del sistema
democrático vigente e incluso la ejemplar y admirada transición que
se llevó a cabo a finales de los años 70.
Por esta misma razón, el partido de Pablo Iglesias acordó
una fórmula muy particular para que sus miembros tomaran posesión de sus cargos
como diputados y senadores tras las pasadas elecciones generales. Así, en lugar
de jurar la Constitución sin
más, prometieron acatarla, sí, pero también "trabajar para cambiarla". No es ninguna casualidad
que la frase en cuestión esté inspirada en la toma de posesión de Hugo Chávez como presidente de
Venezuela en 1999: "Juro delante de Dios, juro delante de la patria, juro
delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución haré cumplir e
impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la república
nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro".
Es decir, podemitas y chavistas coinciden en que su
principal cometido no es cumplir y hacer cumplir la Constitución, sino
cambiarla por otra, modificando así los cimientos sobre los que se asienta la
democracia representativa moderna. No en vano, el propio Pablo Iglesias se
comprometió durante su primer discurso como secretario general del
partido morado, en noviembre de 2014, a "abrir el candado de
la Constitución de 1978" por la vía de un "nuevo proceso constituyente". Y, aunque un año
después, justo antes de las elecciones generales, maquilló su promesa para no
asustar demasiado al personal, insistió en que la Carta Magna necesita una
reforma de calado -lo cual también implicaría abrir un proceso constituyente,
solo que no lo dijo de forma expresa-.
Pero, ¿cambiarla para qué? ¿Qué modelo proponen a cambio? La "democracia popular",
también conocida como "república popular" o "república
democrática", cuyo título alberga la construcción de estados socialistas, a imagen y
semejanza de la antiguas exrepúblicas soviéticas, entre otros modelos de
similar naturaleza. Regímenes, en definitiva, donde la "democracia"
tan sólo figura en la denominación del país, como en la antigua RDA (República
Democrática Alemana), pero que, en la práctica, no son más que retrógradas y
crueles dictaduras cuyo ejercicio condena a la población a la más absoluta
represión, miseria y violación de derechos y libertades fundamentales.
La Constitución Bolivariana de Venezuela, la nueva Carta
Magna que prometió Chávez blandiendo como bandera el "socialismo del siglo XXI",
logró su objetivo: derrocar el sistema previo, gravemente herido por la
corrupción y el nefasto rentismo estatista que instauró el tradicional
bipartidismo durante décadas, para, a continuación, sustituirlo por un modelo
socioeconómico mucho más politizado donde el poder se concentra casi única y
exclusivamente en las manos del jefe supremo, el presidente de la República -ayer
Chávez, hoy Maduro-, sin contrapesos de ningún tipo.
El chavismo mantuvo cierto apoyo popular mientras los
ingentes ingresos procedentes del petróleo llenaban las arcas del Estado para
repartir prebendas y subvenciones de todo tipo entre una población que, desde
hace tiempo, vivía infantilizada y deseaba ser mantenida por el poder político
en lugar de prosperar por sí misma mediante el libre comercio y la
empresarialidad. Sin embargo, una vez desaparecido el espejismo
petrolero, la muy estatalizada economía venezolana
comenzó a mostrar sus miserias tras años de expropiaciones,
inseguridad jurídica y nula productividad. Fue entonces cuando, tal y como se
ha encargado de demostrar la historia una y mil veces, el "socialismo del
siglo XXI" mostró su verdadero rostro sin ambages, avanzando hacia la
dictadura en la que se ha convertido hoy, en medio de la peor recesión, hiperinflación
y desabastecimiento que ha sufrido Venezuela a lo largo de su historia.
El golpe de estado de Maduro
Tras el reciente golpe de estado que propició Nicolás Maduro
a la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, pocos se atreven hoy a afirmar
que Venezuela sigue siendo una "democracia", puesto que el Parlamento
y sus miembros han sido desposeídos de toda autoridad y competencias… Y
esos pocos son, precisamente, los de Podemos. Cuando el
petróleo cotizaba en máximos y el régimen disponía de recursos, los miembros de
la cúpula podemita no dejaban de lanzar loas a la "República Bolivariana" venezolana,
tildando a Chávez de héroe y libertador y a su revolución de "fiesta
ciudadana" y ejemplo de "democracia". De hecho, Luis Alegre afirmaba en 2006
que la experiencia de Venezuela
demostraría "la compatibilidad entre comunismo y democracia".
Erró como yerran todos los comunistas. Cuando se acabó el
maná petrolero y los venezolanos comenzaron a padecer los destrozos de más de
una década de socialismo chavista, los podemitas justificaron el desastre
económico y social de la revolución escudándose en argumentos surrealistas,
como que las colas kilométricas en los supermercados se debían a que los
venezolanos tenían mucho dinero para gastar (Errejón dixit)
o que la escasez de productos básicos era culpa
de especuladores y "empresarios ladrones" (Monedero dixit).
Y, finalmente, cuando Maduro ejecutó su golpe e instauró la dictadura de forma
oficial, ¿qué hizo Podemos? Avalar y apoyar a los suyos…
En sus tres años de vida, el
partido morado nunca
ha condenado el estado de represión y profunda pobreza que padecen
los venezolanos: en el Parlamento Europeo evitaron pedir en su día la
liberación del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma; en enero de 2016 se negaron
a firmar un manifiesto en el que se pedía a Maduro que respetase la victoria de
la oposición en la Asamblea; en abril de ese mismo año evitaron pedir la pronta
liberación de presos políticos en Venezuela; el pasado septiembre Monedero
tildaba de "golpista" la protesta social en las calles de Caracas
contra Maduro; y el pasado marzo, tras el golpe a la Asamblea, Podemos
también se negó a apoyar en el Congreso una declaración institucional de
condena.
De hecho, algunos van incluso más allá y apoyan abiertamente
esta particular deriva. Es el caso de Alberto Garzón cuando afirma
que "los grandes empresarios de
distribución se han coordinado en no pocas ocasiones para provocar episodios de escasez que
enfurecieran a las masas", cuando critica "la sobreactuación de los
poderes políticos europeos, entre ellos de PP, PSOE y CS, en relación a la justa y razonable detención y
encarcelamiento del golpista Leopoldo López", o cuando señala que
la suspensión de las atribuciones de la Asamblea "ha sido una acción legal y constitucional y
desde luego en ningún caso un Golpe de Estado como repiten los voceros de la
derecha oligárquica".
Y lo mismo sucede con Juan Carlos Monedero al señalar que "cuando la
Asamblea decidió desconocer el poder legítimo del Presidente se estaba poniendo
al margen de la Constitución. Se
colocaron por voluntad propia en desacato", y, como no fue
disuelta, "no hay tal golpe de Estado". Más bien al revés, puesto
que "la
Asamblea es la que está complicando el Estado de derecho".
"Democracia" es socialismo
¿"Demócratas"?, ¿dónde? No pueden ser demócratas
quienes avalan y apoyan un golpe de estado para instaurar una dictadura plena
en Venezuela, en contra de la voluntad mayoritaria de la población;
quienes veneran
a dictadores y asesinos como Fidel Castro o el Che; quienes aspiran a
reinstaurar en España la desastrosa y fratricida II República, cuya
bolchevización y posterior pucherazo
electoral en el 36 desembocó en una trágica guerra civil; y quienes,
en definitiva, pretenden colectivizar los medios de producción y acabar con el
actual marco de derechos y libertades que impera en España mediante una nueva
Constitución… ¡La suya!
El problema de fondo es que, si bien Podemos usa
constantemente el término "democracia" a modo de anzuelo para pescar
votos, el significado que le otorgan es diametralmente opuesto al del común de
los mortales. La única
"democracia" legítima para Podemos es el anticapitalismo (más
conocido como comunismo), y éste ya ha demostrado en todas y cada una de las
ocasiones que es incompatible con la libertad y prosperidad de los individuos,
tal y como también ejemplifica hoy Venezuela, su última víctima.
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