No fue considerado significativo para los historiadores de
su tiempo aunque Flavio Josefo y Tácito se refieren a Cristo en sus escritos
Supuesto
retrato romano de Flavio Josefo. - wikimedia7M.ARRIZABALAGA - Madrid17/04/2014
00:00h - Actualizado: 19/04/2014 02:40h.Guardado en: Sociedad
¿Padeció bajo el poder de Poncio Pilato? De la existencia de Jesús de Nazareth no
duda ningún historiador serio. Para el historiador especializado en
culturas antiguas Michael Grant,
ya fallecido, hay más evidencia de que existió Jesús que la que tenemos de
famosos personajes históricos paganos. También James H. Charlesworth escribió:
«Jesús sí existió y sabemos más de él que de cualquier palestino judío antes
del 70 d.C.». E.
P. Sanders en «La figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho
sobre Jesús, bastante más que sobre Juan el Bautista, Teudas, Judas el Galileo
y otra de las figuras cuyos nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y
el mismo lugar». y F.F. Bruce, autor
de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?», sostiene que «para
un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la
historicidad de Julio César».
«La muerte en cruz es el hecho histórico mejor atestiguado
de la biografía de Jesús», señala a ABC Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la Facultad
de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca.
Jesús no fue considerado como significativo por los
historiadores de su tiempo. Si aparece en la literatura pagana y judía de la
época fue por el empuje de los cristianos que le siguieron. «Ninguno de los historiadores no cristianos se
propuso escribir una historia de los comienzos del cristianismo, y
por esta razón sólo mencionan los acontecimientos que tenían alguna relevancia
para la historia que estaban contando. Sin embargo, el valor de estos datos puntuales es muy
grande», explica Guijarro en «El relato pre-marcano de la Pasión y la
historia del cristianismo».
El historiador norteamericano John P. Meier relata en «Un
judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico» cómo «cuando en
conversaciones con gente de la prensa y el libro (...) ésta fue casi
invariablemente la primera pregunta: Pero ¿puede usted probar que existió? Si
me es posible reformular una interrogación tan amplia en una más concreta como
«¿Hay pruebas extrabíblicas en el siglo I d.C. de la existencia de Jesús?
Entonces creo que, gracias a Josefa (Flavio Josefo), la respuesta es sí».
Flavio Josefo (93 d.C.)
El historiador judío romanizado (37 a 110 d.C.) recoge en el
texto conocido como «Testimonium
flavianum» de su libro «Antigüedades
judías (91-94)» una referencia a Jesús que si bien se cree que fue
retocada con las frases abajo entre paréntesis, se considera auténtico: «En aquel tiempo apareció Jesús, un
hombre sabio, (si es lícito llamarlo hombre); porque fue autor de hechos
asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos
judíos y a muchos de origen griego. (Él era el Mesías) Y cuando Pilato, a causa
de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo condenó a la
cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo. (Porque él se les
apareció al tercer día de nuevo vivo: los profestas habían anunciado éste y mil
otros hechos maravillosos acerca de él) Y hasta este mismo día la tribu de los
cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido».
En Ant. 20.9.1. también hace referencia a «Jesús, que es
llamado Mesías» al dar cuenta de la condena a Santiago a ser apedreado.
Tácito (116 d.C.)
El historiador romano (56 a 118 d.C) menciona a «Cristo» en
sus «Anales»
escritos hacia el año 116 d.C. al hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en
el año 64. Informa de la sospecha que existía de que el propio emperador había
ordenado el fuego y recoge cómo «para acallar el rumor, Nerón creó chivos
expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el
vulgo llamaba “crestianos”, [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el
reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada
momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea,
la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde
convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de
todas clases y de todas partes del mundo».
Los historiadores consideran a Flavio Josefo y Tácito como
los testimonios primitivos independientes relativos al mismo Jesús más
consistentes, aunque también hay otras fuentes que recogen datos sobre los
primeros cristianos:
Plinio, el joven (112 d.C.)
Procónsul en Bitinia del 111 al 113 y sobrino de Plinio el
Viejo. Se conservan 10 libros de cartas que escribió. En la carta 96 del libro
10 escribe al emperador Trajano para
preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si
eran denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos
decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar
un himno a Cristo «como a un dios»: «Decidí dejar marcharse a los que negasen
haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los
dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto
y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los
dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos
nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos
y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años
antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes
de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la
sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido
regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente
un himno a Cristo como a un dios. Carmenque Christo quasi deo dicere secum
invicem. Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del robo, la
violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un
depósito cuando se lo reclamen».
Trajano contestó a Plinio diciéndole que no buscara a los
cristianos, pero que, cuando se les acusara, debían ser castigados a menos que
se retractaran.
Suetonio (120 d.C.)
El historiador romano (70-140 d.C.) hace una referencia en
su libro «Sobre la vida de los Césares» donde narra las vidas de los doce
primeros emperadores romanos. En el libro V se refiere a un tal «Chrestus» al mencionar la expulsión de
los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio: «Expulsó de Roma a los
judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal
Chrestus».
La mayoría de los historiadores coinciden en que Chrestus es
Cristo porque era frecuente que los paganos confundieran Christus y Chrestus y
no existe ningún testimonio sobre ningún Chrestus agitador desconocido.
En los Hechos de los Apóstoles se recoge este
acontecimiento: «[Áquila y Priscila] acababan de llegar [a Corinto] desde
Italia por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma».
Luciano (165 d.C.)
El escritor griego Luciano de Samosata satiriza a los
cristianos en su obra «La muerte de Peregrino»: «Consideraron a Peregrino un
dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber
introducido esta nueva religión en la vida de los hombres (...) Su
primer legislador les convenció de que eran inmortales y que serían todos
hermanos si negaban los dioses griegos y daban culto a aquel sofista
crucificado, viviendo según sus leyes».
Mara Bar Sarapión (Finales del siglo I)
Existe una carta de Mara Ben Sarapión en sirio a su hijo en
la que se refiere así a Jesús, aunque no lo menciona por su nombre: «¿Qué
provecho obtuvieron los atenienses al dar muerte a Sócrates, delito que
hubieron de pagar con carestías y pestes? ¿O los habitantes de Samos al quemar
a Pitágoras, si su país quedó pronto anegado en arena? ¿O los hebreos al ejecutar a su sabio rey, si al poco se vieron despojados
de su reino? Un dios de justicia vengó a aquellos tres sabios. Los
atenienses murieron de hambre; a los de Samos se los tragó el mar; los hebreos
fueron muertos o expulsados de su tierra para vivir dispersos por doquier.
Sócrates no murió gracias a Platón; tampoco Pitágoras a causa de la estatua de
Era; ni el rey sabio gracias a las nuevas leyes por él promulgadas».
Celso (175 d.C.)
En «Doctrina verdadera» ataca a los cristianos. Aunque no se
conserva su libro, sí muchas de sus citas por la refutación que escribió
Orígenes unos 70 años después.
«Colgado» en el Talmud
El gran erudito judío Joseph Klausner ya escribió a
principios del s.XX que las poquísimas referencias del Talmud a Jesús son de
escaso valor histórico. En el tratado Sanhedrin 43a se menciona a «Yeshú»:
«Antes pregonó un heraldo. Por tanto, sólo (inmediatamente) antes, pero no más
tiempo atrás. En efecto contra esto se enseña: ´En la víspera de la pascua se
colgó a Jesús´. Cuarenta días antes había pregonado el heraldo: ´Será
apedreado, porque ha practicado la hechicería y ha seducido a Israel, haciéndole
apostatar. El que tenga que decir algo en su defensa, venga y dígalo´. Pero
como no se alegó nada en su defensa, se le colgó en la víspera de la fiesta de
la pascua».
«Muy probablemente el texto talmúdico se limita a reaccionar
contra la tradición evangélica», considera John P. Meier en «Un judío marginal.
Nueva visión del Jesús histórico»
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