sábado, 6 de abril de 2013

Hablemos de reforma constitucional



Por Alfonso Perales Pizarro, secretario federal de Relaciones Institucionales y Política Autonómica del PSOE (ABC, 02/08/06):
EN las últimas semanas hemos oído al señor Rajoy hablar de reformas constitucionales, cosa que nos alegra y nos hace mantener la esperanza, si bien lejana, de poder llegar a acuerdos en esta materia. Algo vamos mejorando si, al menos, conseguimos que en el PP pronuncien la palabra reformas, sin que digan que España se rompe.
En estas mismas páginas de ABC aparecían, no hace mucho, las ideas del colectivo Gracián acerca de las reformas constitucionales.
Desde el PSOE saludamos que podamos debatir sobre reformar la Constitución sin rasgarnos las vestiduras. Sin embargo, para ser más creíbles, los dirigentes del PP deben explicar algunas cosas a la opinión pública.
Si Rajoy quiere que hablemos de reformas constitucionales, hagámoslo pues, pero de manera honesta, sin tergiversar los datos, sin omitir, de otras experiencias, lo que no nos gusta.
El PP, ahora, se fija en la reforma alemana, y propone poner en marcha un proceso para recentralizar competencias, o lo que es lo mismo, recuperar para el Estado competencias autonómicas.
Pero en política, los debates no pueden sustentarse en datos falsos o, lo que es peor, manipulados. En primer lugar, porque hay que ir con cuidado al comparar las reformas de dos países como Alemania y España, dos modelos de Estado que, con algunas semejanzas, son muy diferentes y tienen orígenes distintos: Alemania, una república federal y España, un Estado unitario.
Si nos disponemos a buscar similitudes o a extraer experiencias, hagámoslo sin ocultar información. Y sin prejuicios absurdos.
Alemania ha reformado más de cincuenta veces su Constitución. Algo que para los populares españoles es un tabú, allí se hace sin complejos.
Para evitar tergiversaciones, es necesario definir con exactitud los objetivos que perseguía la reforma alemana:
*.-  mejorar la capacidad de decisión de la Federación y de los länder,
*.- ordenar más claramente el reparto de responsabilidades y
*.- aumentar la eficiencia en la realización de tareas que corresponden a cada uno.
Es decir, salvando las diferencias entre ambos estados, justo lo que está pretendiendo el Gobierno de Zapatero con las reformas estatutarias e institucionales puestas en marcha.
¿Por qué Rajoy esconde en su discurso que competencias de enorme importancia como la educación pasan a ser casi exclusivas de los länder? o ¿por qué no cita Rajoy aquellas competencias en las que los länder pueden elegir entre ejercerlas libremente, haciendo caso omiso de las bases dictadas por la Federación, o ajustarse a ellas? ¿Estaría usted, señor Rajoy, de acuerdo con estas propuestas?
Cualquier experto en Derecho Constitucional le podrá decir al señor Rajoy que, aún después de la reforma, Alemania sigue teniendo un nivel de descentralización muy superior al español, lo que no debería ser del agrado del líder de la oposición y del nuevo proceso de regreso al centralismo político que propugna la derecha española.
Alemania no ha acometido cambios sustantivos del modelo, sino meramente funcionales. No ha procedido a una recentralización competencial.
El Estado alemán no ha recuperado competencias que antes tenían los länder, como dice Rajoy, porque estén asumiendo que han cometido un error en la descentralización.
Es cierto que hay competencias que se recuperan para la Federación, pero también hay otras que se ceden de manera completa a las regiones.
Lo que Rajoy no se atreve a decir es que en Alemania, si las competencias se trasladan a los länder, se produce un debate en torno a la eficacia política de esta decisión; pero no se habla de ruptura constitucional, ni por supuesto de hundimiento, balcanización u otro tipo de profecías que esgrime la derecha española.
El problema de la derecha española es que nunca ha asumido que las comunidades autónomas también son Estado.
El señor Rajoy tan pronto quiere impulsar medidas recentralizadoras de las competencias en materia de urbanismo, como anuncia recursos de inconstitucionalidad contra la ley del Suelo, por invadir competencias autonómicas. ¿En qué quedamos, quieren ustedes más centralismo o más descentralización? Es el PP el que tiene un verdadero lío con su discurso autonómico, con una creciente tensión entre Génova y los barones autonómicos del PP, que ven cómo el discurso catastrofista del «España se rompe» puede hacer mella en sus expectativas electorales para 2007.
Rajoy dice que Alemania ha reformado a la baja el número de leyes que el Bundesrat puede vetar.
Pero es que en España no se puede vetar ninguna, por cuanto llevamos muchos años hablando de transformar el Senado en una Cámara, donde tengan lugar los debates y aprobaciones de las leyes que vertebran territorialmente este país, y el PP nunca ha querido avanzar en dicha dirección.
La explicación a todas estas contradicciones es sencilla.
A los dirigentes del PP nunca les gustó el modelo autonómico, ni cuando se gestaba el Título VIII de nuestra Constitución, ni cuando se aprobaron los primeros estatutos de autonomía.

Siempre han llegado tarde a las reformas. Ahora también. Pretenden hacer una revisión constitucional en clave de pasado para ir hacia atrás.
La Constitución del 78 consagra un modelo autonómico que se ha revelado como un éxito histórico sin discusión. Ahora que sabemos más sobre su funcionamiento, que hemos acumulado experiencias sobre el ejercicio de la autonomía en las distintas comunidades autónomas, tenemos que hacer reformas, remozarlo, y llevar a cabo cambios funcionales.
El PSOE ni ha discutido, ni pone en cuestión el fondo en el que se sustenta la Constitución española, ni los principios políticos que la fundaron, ni por supuesto, el modelo de Estado autonómico que aquélla consagra. Sin embargo, el Estado autonómico que hemos construido entre todos tiene un carácter dinámico que exige su puesta a punto cada cierto tiempo. Frente a ello, el PP apuesta por un giro al pasado. Por tanto, señor Rajoy, si quiere hablemos de reformas constitucionales, pero pongamos todas las cartas boca arriba.

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