"Estás pasando una mala racha", y otras frases a
evitar con personas deprimidas
El apoyo del entorno es básico, pero puede jugar malas
pasadas a los enfermos
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EVA CARNERO
"Tú lo que tienes que hacer es...". Así empieza
una de las típicas frases condescendientes que todos hemos escuchado alguna vez
cuando nuestro estado de ánimo está por los suelos. Como si los amigos y
familiares llevaran en su interior un psicólogo frustrado, que no puede evitar
ejercer la profesión con todo aquel que tiene al lado: sal de copas, apúntate a
clases de zumba, reserva un fin de semana en el mejor spa de
la ciudad...
"Aunque están cargadas de buenas intenciones, las
propuestas del entorno no bastan para la recuperación del afectado",
apunta Frank García-Castrillón Armengou, doctor en Psicología Clínica y
profesor en la Universidad
Internacional de La Rioja. Una cosa es la realidad con la que convive la persona
deprimida, y otra muy distinta es el comportamiento ideal que deberían mantener
sus allegados. "Lo más importante es que el enfermo se sienta comprendido
y apoyado, que perciba un ambiente relajado y estimulante", sostiene el
escritor y psicólogo clínico, Miguel Silveira.
¿Y cómo se puede lograr? La psicóloga y coach Eva Hidalgo señala
como prioritario que el círculo más cercano "se informe sobre los
síntomas, el curso del trastorno y los posibles tratamientos a realizar. De
este modo, será más empático con el enfermo." Y es que para la familia,
añade la experta, "resulta muy duro hacer ver al afectado que lo que le
está pasando va más allá de una mala época, y que el acompañamiento de un
experto en el momento adecuado puede evitar una prolongación innecesaria de la
depresión, y sobre todo, que el trastorno se vuelva crónico".
Palabras de ánimo
que pueden doler
Ahora bien, en el marco de este ambiente bienintencionado,
¿existe alguna postura, idea o actitud que debamos descartar para no empeorar
las cosas? Hidalgo señala algunas de las expresiones que más se utilizan y que,
sin embargo, más valdría no hacerlo. Frases como "deberías ser más fuerte",
"lo que te pasa es una tontería" o "tienes que animarte" no
hacen sino frenar el proceso de recuperación, o incluso acentuar sus síntomas.
Y es que "pueden cargar de culpabilidad a los afectados, ya que uno de los
rasgos que definen un cuadro depresivo es la apatía, por lo que el enfermo no
es que no quiera animarse, sino que no se ve capaz de hacerlo", aclara
Hidalgo.
Más de 300 millones de personas en todo el mundo sufre una depresión,
según la OMS. El 50% de los enfermos no recibe el tratamiento adecuado
Estas frases que todos hemos pronunciado en más de una
ocasión "revelan una actitud frívola que minimiza los síntomas, les resta
importancia o los tilda de ser 'solo una mala racha', lo cual impide que se
llegue al tratamiento adecuado", añade Hidalgo. Si es usted quien la
padece y no sabe cómo abordar el tema con su familia, la experta sugiere
hacerlo llamando a las cosas por su nombre: "Creo que puedo estar
sufriendo una depresión, y considero que debo tratarla como cualquier otra
enfermedad".
El problema es que esta situación "ideal" en la
que la persona deprimida tiene el firme propósito de ponerse en manos expertas,
según la psicóloga, suele tardar demasiado. "Normalmente, cuando pedimos
ayuda, la depresión ya ha afectado a la vida del enfermo", apunta Hidalgo.
Y detalla: "Actualmente todavía se acude antes a los amigos y familiares
que a un psicólogo, ya que en muchos casos se desconoce la existencia de los
diferentes tratamientos, herramientas o acompañamientos que se pueden llevar a
cabo". Algunos famosos como Eva Longoria, Bruce Springsteen, Lady Gaga o
Selena Gomez han pasado por situaciones parecidas, y años más tarde lo han
hecho público (puede verlo en el vídeo que se encuentra encima de estas
líneas).
¿Cómo sé si debo
pedir ayuda?
"Para diagnosticar el trastorno, se debe tener en
cuenta el conjunto de síntomas que muestra una persona y las circunstancias que
le rodean", sostiene Noemí
Guillamón, profesora de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya.
Por su parte, Miguel Silveira menciona la desgana, la desmotivación, el
hundimiento emocional y la dificultad para disfrutar (anhedonia) como
principales rasgos. "Es un estado de desgaste en el que se desemboca después
de haber soportado varios contratiempos seguidos, o algún acontecimiento vital
que haya provocado un importante estado de tensión emocional", sintetiza
el psicólogo clínico. Y continúa: "La ansiedad, la tensión y el estrés
soportados preceden siempre a la depresión, y luego la acompañan".
Reconocida la existencia del problema y su origen, el
siguiente escalón es buscar una solución que pase por tratar ese trastorno del
estado anímico. "Mientras no disminuya, no puede haber mejoría",
advierte Silveira, y exhorta a los pacientes a que "se comporten como si
estuviesen motivados, es decir, tratando de esforzarse en normalizar las
actividades cotidianas para las que se sienten inapetentes".
Otra opción, destaca García-Castrillón, es la práctica de
ejercicio físico como parte del plan de choque para hacer frente a los estados
depresivos, ya que "al hacer deporte se reduce la actividad de la corteza
prefrontal, de manera que disminuyen nuestras reflexiones sesudas, y los
enfados pasan a un segundo plano". En este sentido, el experto recuerda
que "durante una sesión de actividad física, el cerebro recibe más
triptófano, un aminoácido esencial para la liberación de la serotonina, que
promueve el estado de bienestar. Y concluye: "Todos solemos disfrutar de
cierto grado de euforia después de practicar deporte, e interpretamos la vida
desde un punto de vista más positivo".
Según el psiquiatra Timothy J. Legg, del UHS Binghampton General Hospital (EE
UU), tres son las partes del cerebro primordialmente afectadas durante una
depresión severa: el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal.
El
hipocampo (donde se almacena la memoria) de las personas que la sufren libera
un exceso de cortisol, una hormona que, en dosis elevadas durante un tiempo
prolongado, afectan al cerebro pudiendo retardar la producción de nuevas
neuronas y contraer las existentes, lo que desemboca en problemas de memoria.
Ese cortisol afecta también la corteza prefrontal, responsable de regular las
emociones, tomar decisiones y formar recuerdos, que también parece encogerse.
Por el contrario, en esa situación la amígdala, centro gestor
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