Hace
años, cuando internet no estaba ni siquiera en la mente de sus inventores, los
regímenes autoritarios no tenían nada más que prohibir un libro, sobre todo si
era de contenido político, para que las fotocopiadoras del país empezaran a
funcionar a todo gas y el libro en cuestión acabara convirtiéndose en la
estrella de las ediciones clandestinas. De mano en mano, el texto prohibido
acababa siendo de conocimiento universal.
Eso
pasó, por ejemplo, en la España postfranquista con un celebérrimo artículo de
prensa.
Se publicó en el semanario norteamericano Newsweek y en él el
periodista Arnaud de Borchgrave se hacía eco de unas palabras del Rey Juan
Carlos I en las que ponía a su presidente del Gobierno, Carlos Arias, como
chupa de dómine, describiéndole como «un desastre sin paliativos» y acusándole
de ignorar olímpicamente al Monarca e incluso de hacer sistemáticamente lo
contrario de lo que le pedía.
Aquel
número de Newsweek, -26 de abril de 1976- no entró en España por decisión del
propio Arias. Bueno, pues 15 días más tarde no había español que no poseyera
una fotocopia del articulo censurado. Aquel texto fue lo más leído de la
temporada.
Exactamente
lo mismo va a pasar con los correos en los que Urdangarin detalla sus
«escarceos». Si ayer estaba enterado apenas un puñado de periodistas, mañana lo
conocerá hasta El Tato.
El 22 de noviembre, don Juan Carlos era
proclamado Rey. Tenía todos los poderes de Franco. Comenzaba lo más complicado:
volar el régimen desde dentro. Lo primero, quitarse de encima al cancerbero que
el franquismo había colocado a su lado —el incómodo y correoso presidente del
Gobierno, Carlos Arias Navarro— y apostar por un hombre de su generación para
pilotar el cambio: Adolfo Suárez.
El 26 de abril de 1976, era de nuevo la
revista Newsweek, de la mano de su reportero estrella Arnaud de Borchgrave, la
que filtraba el pensamiento del Rey hacia su jefe de Gobierno, Arias Navarro,
al que calificaba de “desastre sin paliativos”, ante el alborozo de la prensa
democrática española. Dos meses más tarde, don Juan Carlos remachaba aún más el
clavo del posible cese de Arias Navarro durante un viaje oficial a Estados
Unidos, donde tras un encuentro confidencial con la prensa, The New York Times
y The Washington Post le calificaban el 3 de junio de 1976 como “el motor del
cambio”.
El 1 de julio rodaba la cabeza de Arias Navarro.
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