"(…) me refiero a esto que llaman problema
religioso. La premisa de este problema, hoy político, la formulo yo de esta
manera: España ha dejado de ser católica; el problema político consiguiente es
organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta forma nueva e
histórica del pueblo español.
Yo no puedo admitir, señores diputados, que a esto se
le llame problema religioso.
El auténtico problema religioso no puede exceder de
los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia personal
donde se formula y responde la pregunta sobre el misterio de nuestro destino.
Este es un problema político, de constitución del
estado, y es ahora precisamente cuando este problema pierde hasta las semejas
de religión, de religiosidad, porque nuestro Estado a diferencia del Estado
antiguo, tomaba sobre sí la tutela de las conciencias y daba medios de
impulsar a las almas, incluso contra su voluntad, por el camino de su
salvación, excluye toda preocupación ultraterrena y todo cuidado de la
fidelidad, y quita a la iglesia aquel famoso brazo secular que tantos y tan
grandes servicios le prestó. Se trata simplemente de organizar el Estado
español con sujeción a las premisas que acabo de establecer (...)"
Discurso de Azaña en el Congreso de los Diputados en 1931.
Discurso de Azaña en el Congreso de los Diputados en 1931.
Fragmento de un discurso de Manuel Azaña, en ese
momento Jefe de Gobierno, cuando se debatía la redacción de la Constitución de
la Segunda República.
Discurso de Azaña en las Cortes sobre la
cuestión religiosa.
[...] “La revolución política, es decir,
la expulsión de la dinastía y la restauración de las libertades públicas, ha
resuelto un problema específico de importancia capital, ¡quién lo duda!, pero
no ha hecho más que plantear y enunciar aquellos otros problemas que han de
transformar el Estado y la sociedad españoles hasta la raíz.
Estos problemas, a mi corto entender,
son principalmente tres
*.-
el problema de las autonomías locales,
*.-
el problema social en su forma más urgente y aguda, que es la reforma de
lo propiedad,
*.-
y este que llaman problema religioso, y que es en rigor la implantación
del laicismo del Estado con todas sus inevitables y rigurosas consecuencias.
Ninguno de estos problemas los ha
inventado la República (...). Cada uno de estas cuestiones, señores diputados,
tiene una premisa inexcusable, imborrable en la conciencia pública, y al venir
aquí, al tomar hechura y contextura parlamentaria es cuando surge el problema
político.
Yo no me refiero a las dos primeras, me
refiero a eso que llaman problema religioso. La premisa de este problema, hoy
político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el
problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede
adecuado a esta fase nueva e histórica el pueblo español.
Yo no puedo admitir, señores diputados,
que a esto se le llame problema religioso.
El auténtico problema religioso no puede
exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia
personal donde se formula y se responde a la pregunta sobre el misterio de
nuestro destino (...)”.
Diario de sesiones de los Corles, 13 de
octubre de 1931
El llamado problema religioso no es
político.
Las creencias religiosas pertenecen al
ámbito de la libertad personal.
La cuestión, si España ha dejado de ser
oficialmente católica (ya que serlo o no será decisión personal de cada
español), el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal
que quede adecuado a esta forma nueva e histórica del pueblo español.
No es admisible, por tanto, “que a esto
se le llame problema religioso” ya que este problema “no puede exceder de los
límites de la conciencia personal” “donde se formula y responde la pregunta
sobre el misterio de nuestro destino”.
Es, por tanto, un problema político.
Ahora nuestro Estado a diferencia del
Estado antiguo ya no pretende tutelar
las conciencias individuales y solo trata simplemente de organizar el
Estado español conforme a la libertad religiosa de cada persona.
Fragmento de un discurso de Manuel
Azaña, Jefe de Gobierno, en el debate de la redacción de la Constitución de la
Segunda República.
Fuente histórica primaria de naturaleza
política.
Azaña niega la existencia de un problema
religioso en España, el Estado debe ser ajeno a las creencias religiosas de sus
ciudadanos (pertenecen al ámbito personal de éstos).
Con este discurso Azaña enlaza con la
corriente anticlerical que en España surgió durante el Trienio Liberal y que
estuvo enraizada en los sectores más progresistas (desde los exaltados del
trienio a los republicanos de la I República o el pensamiento de las
principales ideologías del movimiento obrero: marxismo y anarquismo).
Esta postura anticlerical unas veces se
manifestó de forma racional y dialogada, como la acción política de Canalejas
(“Ley del candado”) y otras de forma violenta como durante la Semana Trágica de
Barcelona de 1909 (quema de edificios religiosos, exhumación de tumbas de curas
y monjas…etc.).
Este anticlericalismo pretendía superar
la confesionalidad del Estado.
El llamado problema religioso no es
político.
Las creencias religiosas pertenecen al
ámbito de la libertad personal.
La cuestión, si España ha dejado de ser
oficialmente católica (ya que serlo o no será decisión personal de cada
español), el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal
que quede adecuado a esta forma nueva e histórica del pueblo español.
No es admisible, por tanto, “que a esto
se le llame problema religioso” ya que este problema “no puede exceder de los
límites de la conciencia personal” “donde se formula y responde la pregunta
sobre el misterio de nuestro destino”.
Es, por tanto, un problema político.
Ahora nuestro Estado a diferencia del
Estado antiguo ya no pretende tutelar
las conciencias individuales y solo trata simplemente de organizar el
Estado español conforme a la libertad religiosa de cada persona.
Fragmento de un discurso de Manuel
Azaña, Jefe de Gobierno, en el debate de la redacción de la Constitución de la
Segunda República.
Fuente histórica primaria de naturaleza
política.
Azaña niega la existencia de un problema
religioso en España, el Estado debe ser ajeno a las creencias religiosas de sus
ciudadanos (pertenecen al ámbito personal de éstos).
Con este discurso Azaña enlaza con la
corriente anticlerical que en España surgió durante el Trienio Liberal y que
estuvo enraizada en los sectores más progresistas (desde los exaltados del
trienio a los republicanos de la I República o el pensamiento de las
principales ideologías del movimiento obrero: marxismo y anarquismo).
Esta postura anticlerical unas veces se
manifestó de forma racional y dialogada, como la acción política de Canalejas
(“Ley del candado”) y otras de forma violenta como durante la Semana Trágica de
Barcelona de 1909 (quema de edificios religiosos, exhumación de tumbas de curas
y monjas…etc.).
Este anticlericalismo pretendía superar
la confesionalidad del Estado.
“España ha dejado de ser católica”
y “la vida de un republicano vale más
que todos los conventos de España” a raíz de la quema de conventos en Madrid y
otras ciudades españolas en mayo de 1931.
Las dos sirvieron de fundamento para
afirmar, por sus oponentes, el anticlericalismo de la II República, causa de la
descristianización de España con el proceso de laicización resueltamente
emprendido por la República.
Manuel Azaña:
En 1926 fundó Acción Republicana, formó
parte del Comité Revolucionario (pacto de San Sebastián de1930), que contribuyó
a la instauración de la II República, en cuyo gobierno provisional ocupó la
cartera de Guerra primero y la Presidencia después.
Tras las elecciones de Junio de 1931, le
confirmaron como Jefe del Ejecutivo, puesto del que dimitió en Septiembre de
1933.
En Abril de 1934, ya en la oposición, consiguió
la unidad republicana con los partidos de Marcelino Domingo y Santiago Casares
Quiroga, dando lugar a Izquierda Republicana.
Con el Frente Popular, en Mayo de 1936,
fue elegido Presidente de la República, cargo que ocupó durante la Guerra Civil
que sufrió España durante los años 1936-1939
Falleció en Montauban en Francia
(noviembre de1940).
Discurso de Azaña en las Cortes sobre la
cuestión religiosa.
[...] “La revolución política, es decir,
la expulsión de la dinastía y la restauración de las libertades públicas, ha
resuelto un problema específico de importancia capital, ¡quién lo duda!, pero
no ha hecho más que plantear y enunciar aquellos otros problemas que han de
transformar el Estado y la sociedad españoles hasta la raíz.
Estos problemas, a mi corto entender,
son principalmente tres
*.- el problema de las autonomías
locales,
*.- el problema social en su forma
más urgente y aguda, que es la reforma de lo propiedad,
*.- y este que llaman problema
religioso, y que es en rigor la implantación del laicismo del Estado con todas
sus inevitables y rigurosas consecuencias.
Ninguno de estos problemas los ha
inventado la República (...). Cada uno de estas cuestiones, señores diputados,
tiene una premisa inexcusable, imborrable en la conciencia pública, y al venir
aquí, al tomar hechura y contextura parlamentaria es cuando surge el problema
político.
Yo no me refiero a las dos primeras, me refiero
a eso que llaman problema religioso. La premisa de este problema, hoy político,
la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema
político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a
esta fase nueva e histórica el pueblo español.
Yo no puedo admitir, señores diputados,
que a esto se le llame problema religioso.
El auténtico problema religioso no puede
exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia
personal donde se formula y se responde a la pregunta sobre el misterio de
nuestro destino (...)”
Diario de sesiones de los Corles, 13 de
octubre de 1931
“España ha dejado de ser católica”
y “la vida de un republicano vale más
que todos los conventos de España” a raíz de la quema de conventos en Madrid y
otras ciudades españolas en mayo de 1931.
Las dos sirvieron de fundamento para
afirmar, por sus oponentes, el anticlericalismo de la II República, causa de la
descristianización de España con el proceso de laicización resueltamente
emprendido por la República.
Manuel Azaña:
En 1926 fundó Acción Republicana, formó
parte del Comité Revolucionario (pacto de San Sebastián de1930), que contribuyó
a la instauración de la II República, en cuyo gobierno provisional ocupó la cartera
de Guerra primero y la Presidencia después.
Tras las elecciones de Junio de 1931, le
confirmaron como Jefe del Ejecutivo, puesto del que dimitió en Septiembre de
1933.
En Abril de 1934, ya en la oposición,
consiguió la unidad republicana con los partidos de Marcelino Domingo y
Santiago Casares Quiroga, dando lugar a Izquierda Republicana.
Con el Frente Popular, en Mayo de 1936,
fue elegido Presidente de la República, cargo que ocupó durante la Guerra Civil
que sufrió España durante los años 1936-1939.
Falleció en Montauban en Francia
(noviembre de1940).
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