Democracia orgánica:
Sistema político de a España franquista
que se consideraba el único representativo.
Si las democracias liberales se basaban
en la libertad de asociación y en los partidos políticos, la democracia
orgánica partía del hecho de que los órganos naturales de asociación eran tres:
*.-La
familia (donde se nace),
*.- El
municipio (donde se vive)
*.- Y el sindicato
(donde se trabaja).
Por tanto, la democracia verdadera sería
aquella que recogiera la representación de estos tres órganos naturales de la
sociedad, y no de los partidos políticos, que se presentaban como
construcciones artificiales que únicamente servían para dividir y enfrentar a
la sociedad.
El Régimen se definió como una
democracia orgánica, fundamentada en la familia, el municipio y el sindicato
(por considerarlas las unidades naturales y representativas de la sociedad).
Rasgos característicos del sistema:
*.-
Concentración de todo el poder en la persona de Franco, hombre providencial que
asumió al mismo tiempo la Jefatura del Estado y la Presidencia del Gobierno.
Era también Generalísimo de los Ejércitos y Jefe Nacional del Movimiento.
*.- Restricción
de las libertades de asociación y reunión.
*.-
Inexistencia de partidos políticos.
*.- Los
grupos que apoyaron el Alzamiento contra el Frente Popular quedaron aglutinados
en un partido único (Movimiento nacional).
*.-
Asignación del mantenimiento del orden público a las Fuerzas Armadas, el
Ejército asumió competencias policiales.
*.-
Prohibición de los sindicatos de clase, adoptando la concepción falangista de
sindicato vertical en el que se encuadran patronos y obreros. La prohibición de
la huelga y subordinación del sindicato vertical al Gobierno.
*.- Control
de la información por la censura (que aprueba o prohíbe las informaciones) y la
propaganda (divulga los principios fundamentales y los logros del régimen).
*.- El
nacionalcatolicismo (fundamentalismo religioso y una visión afecta al régimen y
al Caudillo, elegido por Dios para la salvación de España).
Se invoca en las propagandas rojas la
democracia, la libertad del pueblo, la fraternidad humana, tachando a la España
nacional de enemiga de tales principios. A esta democracia verbalista y formal
del Estado liberal, en todas partes fracasada, con sus ficciones de partido,
leyes electorales y votaciones, plenos de fórmulas y convencionalismos, que
confundiendo los medios con el fin, olvida la verdadera sustancia democrática,
nosotros abandonando aquella preocupación doctrinaria, oponemos una democracia
efectiva, llevando al pueblo lo que le interesa de verdad: verse y sentirse
gobernado, en una aspiración de justicia integral, tanto en orden a los
factores morales cuanto a los económicos-sociales; libertad moral al servicio
de un credo patriótico y de un ideal eterno y libertad económica sin la cual la
libertad política resulta una burla.
(19-IV-1937: Salamanca.- Discurso de
Unificación.)
Para nosotros tiene más importancia lo
que acentúa el valor de la personalidad humana, la plena valoración del
individuo, que la democracia formalista y gárrula que lo explota. A esa
democracia convencional nosotros oponemos una democracia católica y orgánica
que dignifica y eleva al hombre, garantizándole sus derechos individuales y
colectivos, que no admite su explotación por medio del cacicazgo y de los
partidos políticos profesionales, sino que les abre cauce libre a través de las
Hermandades, Sindicatos, Corporaciones u organismos provinciales y locales, en
los que discurre su vida y en los que tiene pleno conocimiento.
(14-V-1946: Cortes españolas.)
Nosotros hemos venido a redimiros de una
mala política, de una torpe explotación política; pero ¿qué existía en realidad
de política de España? ¿Qué contenía toda aquella política? Una cáscara
artificiosa con nombre de partidos, una explotación a través de los caciques de
intereses y necesidades; pero en el fondo, una honda lucha de clases, una división
de España, el enfrentamiento de cuantos estaban llamados a colaborar. Es decir,
que bajo la aparente organización política de partidos había otra organización:
la de los intereses económicos frente a los sociales, una lucha civil por
encima de los intereses superiores de la Patria y de los ideales, que llenaba a
España de odios capitaneados por el capitalismo por un lado y los explotadores
del proletario por el otro.
(12-V-1951: Madrid.- IV Asamblea de
Hermandades.)
.
Frente a esta falsa democracia,
anuladora del individuo, oponemos nosotros una democracia orgánica.
Abominamos de los partidos políticos,
porque habían reducido a España a su más simple expresión tras un siglo de
luchas cruentas de unos contra otros. Para nosotros, la existencia de la Patria
no puede ser sacada a discusión de hombres; hay cosas que están por encima de
los derechos de los hombres. La fe de un pueblo y la existencia de la nación,
son patrimonio inalienable que recibimos de nuestros mayores y que hemos de
entregar a nuestros hijos y sucesores, si es posible aumentadas y
engrandecidas.
Aquella división artificiosa de derechas
e izquierdas, nacida al calor del régimen liberal que nos trajo la
independencia, forzosamente había de conducirnos a la ruina, como vivíamos
antes del Movimiento Nacional: escindidos los pueblos, peleadas las ciudades,
españoles contra españoles, menospreciadas las esencias de la Patria,
paralizado el trabajo, atropelladas las conciencias, detenido el progreso, sin
la menor mejoría del bien común, objeto de toda política honrada.
(4-XII-1952: Pamplona.)
Si examinamos lo que bajo el signo de la
democracia inorgánica con regímenes de partidos perdimos y lo que bajo la
unidad y el sistema orgánico alcanzamos, comprobaremos sus respectivas
virtualidades.
Bajo la primera, España pasó del cenit
de su gloria, bienestar y poderío al puesto más bajo de su historia y al trance
de fragmentarse.
En cambio, bajo el signo de la segunda
vencimos al comunismo internacional que en los campos de España se dio cita,
alcanzando la victoria en nuestra guerra de Liberación.
Cuando todos nos cantaban funerales
considerándonos desangrados y arruinados, levantamos la Patria con nuestro
propio esfuerzo.
Resistimos las presiones y amenazas de
la guerra universal en nuestras fronteras. Deshicimos las invasiones
terroristas que los agentes comunistas infiltraron en nuestras serranías,
liberándolas de forajidos.
Triunfamos sobre la conjura
internacional más grave que nación alguna haya resistido.
Restauramos nuestra economía y
transformamos nuestra nación a un ritmo y en una escala jamás conocida en
nuestra Patria, y logramos que el ser español sea algo que en el mundo se
admire y se respete.
Que a ello tengamos que sacrificar algo
es evidente; ¿pero se consigue algo en el mundo sin sacrificios?
(31-XII-1955: Mensaje de fin de año.)
El engendro de los partidos políticos
El que alejándonos de los partidos
políticos, de historia tan triste y de balance tan catastrófico, hayamos
buscado la asistencia a las funciones públicas a través de las organizaciones
naturales constituidas por la Familia, el Sindicato y el Municipio, en que el
hombre se desenvuelve, como Su Santidad nos recordaba en su último mensaje, nos
permitió redimirnos de tan desdichado y artificial engendro de los partidos,
tan estrechamente unidos a las desgracias de nuestra nación.
(31-XII-1955: Mensaje de fin de año.)
(…) el hombre sólo puede ser eficaz e
intervenir en las tareas del Estado a través de sus organizaciones naturales, a
través de la familia: el que crea una familia, el que la mantiene y
preside, es el que debe llevar la voz, y no los que de él dependen.
A través del Municipio, como
asociación primaria que vive y conoce; por medio del Sindicato en que se
encuadra, conoce a los que trabajan en él y sus intereses y necesidades. A
través de esos Ayuntamientos y Sindicatos intervienen los hombres en la vida de
España, pero no con aquella democracia falsa y explotadora que hoy pedía el
voto para engañarnos mañana. Esa democracia la repudiamos.
(25-IV-1956: Huelva.)
La vieja política electoral
De todos es sabido cómo se realizaban
las elecciones, cómo se fraguaban los partidos políticos, cómo se arrastraba a
los electores para conseguir su voto. Unas veces se explotaba la
espiritualidad, pidiéndole a la Iglesia influencia para obtener sus votos;
otras acudían a los empresarios y patronos, para, a través de la fuerza, del
mando y del dinero, coaccionar a los electores, mientras otras explotaban las
pasiones de los trabajadores a través de las organizaciones sindicales, para
pedirles sus votos, comprando a sus primates para que no votasen y obtener una
ventaja en la elección.
(10-III-1962: Madrid.- I1 Congreso
Nacional Sindical.)
Democracia orgánica. Representación
familiar, municipal y sindical
Todos hemos conocido, especialmente los
que ya somos viejos, la ficción de los partidos políticos, en los que la
relación entre representantes y representados se limitaba a la elección entre
varios nombres que los comités de los partidos les presentaban, y que en la
casi totalidad de los casos los electores desconocían; pero una vez lograda la
investidura obraban a su antojo, sin tener en cuenta los intereses y la
voluntad de los votantes.
A ello oponemos nosotros nuestra
democracia orgánica, en la que la representación se hace a través de la
familia, del Municipio y del Sindicato, en los que el hombre vive y se encuadra,
y en la que los elegidos mantienen vivo el vínculo con la asociación que les
designó, sin que puedan traicionar los homogéneos y legítimos intereses de los
representados, pero aun con ser esto tan sincero, no nos basta para satisfacer
las verdaderas esencias de una democracia.
Consideramos necesario que la democracia
sea cosa viva, que todos participen en la cosa pública, y de aquí esos
periódicos congresos económico-sindicales provinciales en que en consejo
abierto se debaten los problemas de la provincia y donde las aspiraciones
encuentran un cauce para su elevación directa a los Poderes públicos, que,
recogidas más tarde por el Gobierno, se vienen convirtiendo en proyectos de
ley.
Y aún tenemos más: existe en nuestra
legislación básica la institución del referéndum, por la cual han sido
sometidas a la aprobación del país sus leyes fundamentales y le son sometidas
las demás leyes de reconocida trascendencia.
Podrá gustar o no gustar fuera lo que en
España tenemos, pero es incomparablemente más democrático en esencia y práctica
que los otros sistemas que en el mundo se llevan.
Y si miramos a sus efectos, ¿puede
alguien negar su éxito? Veintitrés años de paz ininterrumpida, de progreso
económico y de fortaleza para resistir los ataques que desde fuera se nos han
promovido, es cosa importante.
(18-VI-1962: Valencia.- Inauguración del
Nuevo Hospital Provincial.)
Hacia la verdadera democracia
Ya en 1938, aunque algunos puedan
olvidarlo, decía en unas declaraciones a un periódico extranjero: "Nosotros
crearemos la verdadera democracia, no lo que de democracia sólo tiene el nombre
y que permite la explotación de los débiles por los fuertes; queremos
constituir una sociedad sana, una democracia que sea digna del hombre y le dé
la conciencia de la dignidad de su Estado".
Evidentemente, una democracia así
entendida no era posible con un país empobrecido, ni con una clase trabajadora
ya privada de la protección jurídica y material de que hoy disfruta. Eran
precisos unos años de sacrificio que nos permitiesen, con el esfuerzo de todos,
rehacer una sociedad maltrecha, en la que, por ejemplo, en 1933 se perdieron
por conflictos laborales más de catorce millones de jornadas de trabajo.
Era preciso experimentar una
organización sindical que sólo en teoría conocíamos; era necesario restablecer
la paz social y llevar el ánimo de los trabajadores y empresarios el
convencimiento de que, con los adecuados cauces legales, era posible tratar de
encontrar la solución a los inevitables conflictos que nacen de apreciaciones diferentes
sobre una misma realidad económica.
(…) A este respecto, es justo recordar
la repulsa que el pueblo español siempre sintió hacia la democracia inorgánica
de los partidos políticos, puesta de relieve en diversas ocasiones a través de
su historia. No tenemos más que recordar el entusiasmo popular con que en los
tiempos modernos fue acogida la Dictadura del General Primo de Rivera, y lo que
sucedió a los pocos años de implantada la República, que hubo de culminar en el
Movimiento Nacional libertador. No era que el pueblo español rechazase los
principios democráticos, enraizados en su ser siglos antes de que otras
naciones los practicasen; sino que era la repulsa, el asco y el desprecio que
le producían al ver sepultada su voluntad por la tiranía de los partidos
políticos predominantes. Era justo el pronunciamiento de los españoles ante
aquel sistema de democracia, que iba unido a todo nuestro triste pasado; que
había suplantado todos los principios de participación popular en el poder
político y cuyos gravísimos resultados tenía a la vista.
(9-111-1963: Madrid.- IX Consejo
Nacional.)
La exclusión de los partidos y el
legítimo contraste de pareceres
Los partidos no son un elemento esencial
y permanente sin los cuales la democracia no pueda realizarse.
A lo largo de la Historia ha habido
muchas experiencias democráticas sin conocer el fenómeno de los partidos
políticos, que son, sin embargo, un experimento relativamente reciente, que
nace de las crisis y de la descomposición de los vínculos orgánicos de la
sociedad tradicional.
Desde el momento en que los partidos se
convierten en plataformas para la lucha de clases y en desintegradores de la
unidad nacional, los partidos políticos no son una solución constructiva, ni tolerante,
para abrir la vía española a una democracia auténtica, ordenada y eficaz.
Pero la exclusión de los partidos
políticos en manera alguna implica la exclusión del legítimo contraste de
pareceres, del análisis crítico de las soluciones de gobierno, de la
formulación pública de programas y medidas que contribuyan a perfeccionar la
marcha de la comunidad.
(22-XI-1966: Presentación de la Ley
Orgánica del Estado.- Cortes Españolas.)
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