Actualizado 18/11/2004
Por deseo de José Luis Rodríguez
Zapatero, era la primera vez que un presidente del Gobierno acudía a la Cámara
alta para someterse a una sesión de control y las expectativas no se vieron
defraudadas porque, pese a la impecable cortesía en las formas, el cruce de
reproches de fondo entre Zapatero y Pío García-Escudero, portavoz del PP, fue
de magnitud.
Zapatero respondió a cuatro preguntas.
La primera de ellas a García-Escudero, quien indagó en si el jefe del
Ejecutivo considera ya superado el concepto de nación establecido en la
Constitución.
La pregunta tenía su raíz en
recientes afirmaciones de Zapatero, según las cuales no hay diferencias entre
nación y nacionalidad.
García-Escudero le acusó de falta de
rigor en sus expresiones, de generar confusión, alarma y desconcierto, de
frivolizar con el significado de la soberanía y con los contenidos de la Carta
Magna, de dar oxígeno a los nacionalistas que pretenden «destruir» el vigente
modelo de Estado e, incluso, lo situó por debajo «de cualquier estudiante de
primero Derecho».
Zapatero, ante una Cámara
prácticamente repleta para la ocasión, no quedó a la zaga: «Desde que tengo uso
de razón me han asustado las afirmaciones categóricas, indubitadas y que
rezuman fundamentalismo», contestó al portavoz del PP para censurar el
inmovilismo que, a su juicio, demuestra el PP, en la retórica del discurso
sobre el concepto de nación.
Y, por supuesto, devolvió la bofetada a
García-Escudero reafirmándose en que si hay un concepto «discutible y
discutido en la teoría política y en la ciencia constitucional» es precisamente
el de nación... «es algo que, en efecto, sabe cualquier estudiante de Derecho»,
le espetó.
El debate, en cuyo manejo el presidente
del Senado, Javier Rojo, se mostró generoso con los tiempos, especialmente con
García-Escudero, comenzó con la expresa apelación de éste a Zapatero para que
«ratifique o desmienta su afirmación acerca de que no hay diferencias entre
nación y nacionalidad».
Zapatero respondió que «como no podía
ser de otra manera, el Gobierno considera plenamente vigentes los conceptos
constitucionales en todos sus preceptos», pero añadió que el Ejecutivo
tiene la «obligación intelectual» de constatar que «en algunos casos estamos
ante conceptos discutidos y discutibles, afortunadamente, para el objetivo de
buscar una convivencia compartida en un proyecto común, que es España, que se
rige por la Constitución y que busca que sus pueblos, sus identidades y sus
singularidades estén cómodas en él».
No convenció la respuesta a
García-Escudero, que atacó en la réplica a un Zapatero preso de «hipotecas» con
los nacionalistas por «especular» y atribuir al concepto de nación un
significado u otro «en función de los intereses particulares que se deseen en
cada caso». «Sin la nación española tal y como viene en la Constitución, el
propio Estado de las autonomías sería de difícil comprensión -dijo-. En la
Constitución la diferencia entre nación y nacionalidad es muy clara. La
Constitución no es un pacto entre otras soberanías».
Pero Zapatero contestó que ni
siquiera García-Escudero distingue «entre nación y nacionalidad», un concepto
este último «innovador» en la Carta Magna de 1978 para «buscar un gran lugar de
encuentro para ese proyecto común de convivencia, que es la esencia de la
Constitución». «Hay un derecho incuestionable a la autonomía de pueblos y de
entidades, nacionalidades, o como usted quiera denominarlas», concluyó.
No había lugar a una nueva réplica de
García-Escudero. Por ello, aseguró a la Prensa que «salgo más preocupado que
cuando entré» y tildó a Zapatero de «irresponsable» por haber acusado al PP de
«fundamentalista sólo porque defendemos los principios de la Constitución. Y
por defender estos principios han muerto muchos españoles».
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