miércoles, 4 de noviembre de 2009

La Crisis de 1909: QUIEBRA DEL BIPARTIDISMO.


Los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona tuvieron su origen en la situación de tensión y agitación que vivía la ciudad. Al progresivo crecimiento del nacionalismo se unió el de la movilización obrera y del republicanismo.
En Cataluña, el PSOE y la UGT tenían una escasa implantación entre los obreros, predominando en éstos la ideología anarquista. (En 1907 se había creado Solidaridad Obrera como alternativa a Solidaridad Catalana).

A traves del Partido Republicano Radical, dirigido por Alejandro Lerroux, representante de la clase media, españolista, anticlerical y aparentemente revolucionaria), una buena parte de las clases medias y de los trabajadores catalanes (especialmente inmigrantes que llegaban a Barcelona y su cinturón industrial) se restó fuerza al movimiento obrero barcelonés al recibir votos y militancia con su propaganda populista y demagógica.
El ideario republicano radical difundido entre las clases populares barcelonesas (anticlericalismo, antimilitarismo y antiimperialismo colonial) desempeñó un papel importante en la génesis de los hechos que desencadenaron la crisis de 1909.

El antimilitarismo se incrementó además desde el establecimiento de la Ley de Jurisdicciones y la movilización de los reservistas para repeler la agresión marroquí a las obras del ferrocarril de Melilla.
El anticlericalismo fue aprovechado por los liberales y los republicanos con el fin de atraer hacia si el voto popular de los trabajadores. Los problemas relacionados con la educación, la confesionalidad del Estado y la libertad de culto, la situación de las órdenes religiosas o las relaciones con la Santa Sede provocaron en la opinión pública un clima de tensión que hizo posible el enfrentamiento entre "clericales" y "anticlericales".

Los dos partidos dinásticos apenas tenían diferencias programáticas o ideológicas, por ello los mauristas buscaron el apoyo del catolicismo y los liberales, de ascendencia progresista y laica, buscaron su clientela electoral bajo la bandera del "anticlericalismo" que, de forma radical, se indetificó con el republicanismo y el socialismo.
Esta situación se agravó al coincidir con una recesión de la industria en Cataluña.
La guerra de Marruecos llevó al estamento militar (hasta ahora apartado de la política, según las previsiones de Cánovas) a sentir un protagonismo que ya no abandonaría en las décadas sucesivas.
En el desastre de 1898 el ejército había sentido la pérdida de su prestigio y se planteó la urgente modificación de su estructura y su necesaria modernización.
El conflicto de Marruecos le llevó a plantear demandas políticas y a exigir la solución de sus problemas.
El partido liberal, sin programa político que le diferenciara del conservador e inducido por las fuertes medidas anticlericales de Francia, tomó el anticlericalismo como bandera política. Se sucedieron hechos lamentables como agresiones a obispos, sacerdotes y edificios religiosos; la polémica estuvo centrada en torno a la enseñanza de la religión en institutos de enseñanza media y en escuelas primarias, y en la capacidad de las congregaciones religiosas para ejercer o no la docencia.
La "Conferencia de Algeciras" (enero-abril de 1906) reconoció los intereses españoles en Marruecos. El sultán dio las concesiones mineras de Melilla a compañías españolas, francesas y alemanas. Los obreros indígenas pidieron aumento de salario, al no concedérselo, atacaron a los obreros europeos y a las tropas españolas. La situación se agravó, en julio de 1909 Melilla estaba en peligro y el general Marina pedía refuerzos. Maura, jefe de gobierno, decidió enviar a los reservistas, lo que provocó revueltas en Madrid y Barcelona (Semana Trágica) que trataban de impedir que las tropas embarcasen.

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