martes, 3 de noviembre de 2009

Regeneracionismo y revisionismo político.



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Alfonso XIII (1902-1931), hijo y sucesor de Alfonso XII, comenzó su reinado personal a los 16 años. Su madre, Mª Cristina de Habsburgo, había ejercido la Regencia (1885-1902) durante su minoría de edad. El rey se encontró con muchos problemas heredados y otros nuevos que afloraron: corrupción política, auge del movimiento obrero, del terrorismo, radicalización de los nacionalismos, renacimiento del republicanismo, protagonismo del ejército, ansias de reformas, etc. Cargado de buena intención y pese al papel relevante que le otorgaba la Constitución de 1876 Alfonso XIII no fue capaz de realizar las reformas necesarias para salvar el abismo que separaba a la España oficial, oligárquica y caciquil, de la España real, de mayoría campesina. Su reinado significó la crisis del sistema de la Restauración canovista (1874-1923).
Tras el desastre del 1898 y la liquidación del imperio colonial español surgió en la sociedad española el Regeneracionismo, una corriente política y cultural de crítica al sistema de la Restauración cuyo líder, Joaquín Costa, proponía modernizar al país con reformas educativas, económicas y culturales como remedio a sus males. Los políticos conservadores y liberales del turno de partidos se apuntaron al regeneracionismo para modernizar España desde arriba sin alterar las bases fundamentales del sistema de la Restauración. A esta actuación se la denominó Revisionismo.
El turno de partidos se mantuvo hasta 1917 pero con dificultades. Los partidos se fragmentaron a la muerte de Cánovas (1897) y Sagasta (1903), sustituidos por líderes de menor talla, lo que originó inestabilidad política con crisis ministeriales continuas, que el rey trató de resolver interviniendo activamente en los cambios de gobierno. El primer intento regeneracionista fue el de Silvela, sucesor de Cánovas en el Partido Conservador; Fernández Villaverde, ministro de Hacienda, logró superar el déficit económico causado por la pérdida de las colonias. Antonio Maura, sucesor de Silvela, presidió dos gobiernos (1903-1904 y 1907-1909) en los que intentó la “revolución desde arriba” con el objetivo del “descuaje del caciquismo” y la incorporación de las clases medias a la vida política mediante la ley de Reforma Electoral de 1907. En 1908 creó el Instituto Nacional de Previsión para abordar reformas sociales. Su proyecto reformista quedó abortado por el estallido de la Semana Trágica.

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