sábado, 25 de abril de 2015

los partidos tienen a sus funcionarios en todas las instituciones del estado y estos actúan en el momento que mas interesa a sus partidos y no al interés general.

El funcionario que coordinó el operativo va en las listas del PSOE por Madrid
El jefe de área de la Subdirección de Operaciones de Vigilancia Aduanera, Jesús Asenjo Salcedo, fue el encargado de coordinar el operativo policial puesto en marcha para el registro y posterior detención del exvicepresidente del Gobierno y ex director gerente del Fondo Monetario Internacional,  Rodrigo Rato.
Jesús Asenjo va en la lista del PSOE, que encabeza Antonio Miguel Carmona, a la alcaldía de Madrid.
En concreto, es el número 29.
Y además no es un desconocido en el Partido Socialista de Madrid (PSM).
En las pasadas elecciones también fue candidato a concejal del ayuntamiento de la capital .

Lo que viene a demostrar algo que los ciudadanos sospechamos, que los partidos tienen a sus funcionarios en todas las instituciones del estado y estos actúan en el momento que mas interesa a sus partidos y no al interés general, eso pasa en Hacienda y también en la justicia, por lo tanto el poder en España no pertenece ni perteneció nunca al pueblo soberano, lo tienen los partidos y sus funcionarios estrategicamente colocados, menuda mierda de país, no podemos fiarnos de nadie.
Deriva peligrosa en la guerra civil que mantienen los populares: se abre paso una nueva y nada sorprendente hipótesis según la cual una parte de la dirigencia actual del Partido Popular y algunos miembros del Gobierno -entre ellos Cristóbal Montoro y José Manuel García Margallo- militan  fervientemente en el antiaznarismo.
Es más: algunos de los estrategas del PP consideran que tanto las palabras como los silencios y actitudes del expresidente han dañado y dañan al partido y al Gobierno y que, por eso, Aznar merecería un escarmiento más contundente del que le propinaron en noviembre de 2013 al ausentarse en bloque del acto de presentación del último volumen de sus memorias. Habría que “acorralarle” para que su retorno sea inviable, sostienen.

Como ahora no parece posible llegar hasta él con un reproche jurídico a sus comportamientos o a sus finanzas, se adora al santo por la peana.
Unas peanas que se lo han puesto muy fácil a los antiaznaristas: Miguel Blesa, amigo de Aznar, quintaesencia del despilfarro y la trapacería en las Cajas, y Rodrigo Rato, el referente de su política económica, yace en la arena del desprestigio, lo mismo que Álvarez Cascos quien representaba al “general secretario” de un partido en su día disciplinado y siempre en orden de combate y tres ex tesoreros del PP -dos con Aznar- están imputados en los casos de presunta financiación ilegal del partido. La memoria política del expresidente está dañada aunque él siga al margen del lodazal judicial.
No hay aznaristas en el puente de mando del partido ni en el Gobierno.
Ruiz-Gallardón era el último mohicano, el verso suelto que resultó, a la postre, el más integrado en el soneto de los populares.
Las recriminaciones de Aznar a la política económica del Ejecutivo (Montoro-Guindos), a la debilidad política de su discurso (Rajoy-Soraya) y a la mala gestión de asuntos como el de Bárcenas y Gürtel (De Cospedal-Floriano) urgen a quitarle de en medio, estigmatizándole, si posible fuera, con alguna de las muchas imputaciones de las que abundan en el zoco judicial español. Y, así, cortarle el paso no sea que, tras la catástrofe que se espera, se vuelva a reencarnar en el líder efectivo del PP.
Insisto: avanza la opinión, aderezada con algunos datos, de que Rodrigo Rato sería el trasero más propicio en el que se ha asestado una enorme patada al expresidente del Gobierno. De momento, es una clara víctima colateral porque el exvicepresidente era una referencia del aznarato. En la operación puede que no haya estado Mariano Rajoy, al que este escándalo no le conviene ni por activa ni por pasiva ni por perifrástica. Algunos de los empresarios de Puente Aéreo que almorzaron en La Moncloa con el presidente del Gobierno el pasado martes aseguran que parecía muy convincente lamentando la suerte del exministro de Economía que ha impactado emocionalmente en el empresariado español. Y por supuesto, les pareció también sincero al confesar que desconocía el timing de los acontecimientos del 16 de abril.
Hay quienes han esparcido la especie de que 'la repera patatera' del director de la Agencia Tributaria se referiría a la presencia de Aznar entre los investigados
Las hemerotecas, además, echan humo. Se están emitiendo en espacios informativos varios cortes de intervenciones parlamentarias de Aznar cuando en el año 1994 reclamaba el “¡Váyase señor González!” aduciendo, entre otros muchos argumentos, que sus colaboradores (Roldán, Rubio, Barrionuevo, Serra y otros más) estaban enfangados en golferías delictivas, presuntas y probadas, y él debía asumir la responsabilidad política de ello.
No han faltado quienes esparcieron el martes y miércoles pasados la especie de que “la repera patatera” del impresentable director de la Agencia Tributaria -¿cómo es posible ese coloquialismo tan prepotente en el Congreso?- se referiría a la presencia de José María Aznar (él fue quien popularizó la expresión “cero patatero” en un mitin en el año 2000) entre los más 700 investigados por la Agencia Tributaria. Tal hipótesis, barajada en algunos mentideros, creció tanto en determinados circuitos que el propio Montoro hizo el miércoles un corrillo con periodistas para asegurar que el nombre más relevante de los investigados era el de Rodrigo Rato.
A Aznar ya se le ha hecho todo el daño que se le podría hacer desde su partido que dispone de colaboraciones mediáticas para denigrarle de manera sistemática
La cuestión es que a Aznar ya se le ha hecho todo el daño que se le podría hacer desde su propio partido que dispone de algunas colaboraciones mediáticas para denigrarle de manera sistemática. No está en cargo público pero su imagen se ha deteriorado, en buena medida por el hostigamiento de sus propios compañeros.  Él, que es hombre avisado, no parece que haya dejado cabos sueltos ni en sus actividades ni en sus finanzas, más allá del juicio que pueda merecer a estos o a aquellos sus actuales actividades profesionales.
Félix de Azúa ha declarado al diario El País que España está enferma de “autoodio”. Cierto. Pero más que España y su sociedad, el autoodio está instalado en las elites que libran batallas crudelísimas entre sí. Como la que ahora se vive en el Partido Popular y en el Gobierno. Unos con un adanismo ridículo quieren condenar -si es posible con oprobio y judicialmente- la memoria del llamado aznarato para evitar su muy improbable resurrección en caso de debacle electoral. Otros contemplan la operación con cobarde perplejidad, entre ellos el propio Rajoy. No es muy distinto de lo que ocurre en otros partidos, desde luego, pero el empleo de una artillería con fuego graneado para batir la reputación política del expresidente mediante la damnatio memoriae de Rodrigo Rato sugiere que el PP -ante la impotencia de sus dirigentes más sensatos- ha entrado en un acelerado  proceso de descomposición.


SOMBRAS SOCIALISTAS EN EL CASO RATO
HASTA ahora, la desproporcionada detención de Rodrigo Rato y la entrada y el registro en su vivienda y su despacho profesional solo tenían una lectura política, que ponía en jaque al Gobierno y al Partido Popular. A la revelación de posibles irregularidades fiscales y patrimoniales cometidas por el exvicepresidente del Gobierno se unía la cadena de errores y sombras en todo el procedimiento que desembocó en su detención por el servicio de Vigilancia Aduanera. Pocas veces ha sido tan notoria la vulneración de garantías tributarias y procesales, con aviso previo a determinados medios de comunicación para que retransmitieran en directo y como un espectáculo la detención y el traslado de Rato a media tarde, en pleno centro de Madrid.
Sin embargo, la sombra socialista aparece en este lamentable episodio con el nombre de Jesús Asenjo Salcedo, candidato número 29 de la lista de Antonio Miguel Carmona al Ayuntamiento de Madrid, candidatura en la que ya estuvo como número 21 cuando la encabezó Jaime Lissavetzky. El socialista Asenjo fue nombrado funcionario del Servicio de Vigilancia Aduanera, en la especialidad de investigación, el 19 de julio de 1999, y destinado a Madrid. Desde este puesto ha sido el responsable de montar y ejecutar el dispositivo que se saldó con la detención de Rodrigo Rato y la entrada y el registro en su vivienda particular y en su despacho profesional. Nada de lo sucedido en este procedimiento responde a trámites admisibles en un Estado de Derecho: ni la vulneración de la confidencialidad sobre los datos del contribuyente, ni la filtración, con horas de antelación, de que Rato iba a ser detenido, ni la orden judicial de detención y entrada y registro, carente de la más mínima motivación, ni el caos de competencias entre jueces y fiscales. Y, a todo esto, Rato no ha sido llamado a declarar ante nadie.
El dato de la implicación del candidato socialista Asenjo Salcedo es objetivo, no admite discusión y tampoco justificaría juicios de acusación. Pero como dato político tiene un valor innegable, más ahora que los socialistas muestran tanto escrúpulo con las compatibilidades de los parlamentarios. Es necesaria una explicación, pero no del PSOE, sino de los responsables de Hacienda, para que, simplemente, aclaren qué papel ha tenido oficialmente el funcionario de Vigilancia Aduanera, a la par que contumaz, y poco exitoso, candidato socialista, Jesús Asenjo Salcedo. Una vez conocido ese papel, quizá pueda valorarse con nuevas perspectivas lo sucedido con el caso Rato y las responsabilidades que lo acompañan. Hacer política de impacto desde un órgano de la Administración tan sensible como Hacienda no puede tener pase en un Estado de Derecho.




POLÍTICA PARA MEDIOCRES
IGNACIO CAMACHO
ABC
VENGA, vamos a degradar un poco más, si ello es posible, la calidad de la política. Si queda en el Congreso un diputado capaz de ganarse la vida por su cuenta, de enseñar algo útil en la Universidad, de dirigir una empresa, de mantener abierto un despacho de abogados, un estudio de arquitectura o una consulta médica; si todavía permanece en su escaño un tipo que haya cobrado o pagado alguna vez una nómina privada con sus seguros y sus costes sociales, hay que declararlo de inmediato incompatible. A por él, qué se habrá creído.
El Parlamento de la nación ha de estar formado por disciplinadas tropas de choque al servicio de los aparatos de partido.
Gente que no tenga otro oficio mejor al que volver ni otro sueldo más alto que disfrutar.
Profesionales de la política; todo lo más funcionarios en excedencia o profesores sin vocación espantados con la simple idea de regresar a la tiza.
Blindados al mundo exterior y sobre todo inmunes a cualquier tentación de independencia personal: herméticos militantes convencidos de que apretar botones a la orden de un portavoz constituye la sagrada y más noble misión de su existencia.
Eso es lo que tendremos si prospera la idea de endurecer las incompatibilidades de los parlamentarios.
Una política encapsulada en la endogamia, incapaz de escuchar el latido de la calle, refractaria a la excelencia, ejercida por un puñado de doctrinarios en dedicación plena. Un poder legislativo adocenado en la vulgaridad y criado en las piscifactorías de los partidos.
Bajo el pretexto de la depuración ética de la clase dirigente estamos a punto de consagrar la miserabilizacion de la actividad pública, de reservar la representación ciudadana a una casta –sí, eso sí que es casta– de grises burócratas orgánicos. Un Congreso de diputados sin actividad privada es un Parlamento de mediocres.
Y todo porque un par de señorías han cobrado de una empresa unos dineros dudosos que levantan sospechas de pago de favores.
En vez de regular la actividad de los lobbys, en vez de establecer criterios claros de transparencia y de abordar con sentido moderno la permeabilidad entre la sociedad civil y la política, la mayoría de la nomenclatura partidista pretende levantar alrededor de las Cortes una muralla aislante que las preserve de cualquier eco de la vida normal.
Expulsar a todo el que tenga talento o competencia para ganar más de tres mil euros por obedecer al jefe de la manada. Desalojar a cualquiera que no proceda de la cantera orgánica y no dependa para vivir de su sentido de la obediencia. Y a eso lo llaman regeneración, y lo adjetivan de ética.

Venga, a por ellos. Incompatibles, inadecuados, impropios, inaceptables. Que no quede dentro de la gran burbuja nadie que pueda tener éxito por su cuenta. Así podremos saber con claridad qué son nuestros políticos: gente que no sepa hacer otra cosa.

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