sábado, 7 de abril de 2018

El 'prestigio' de la universidad española antes y después de Cifuentes

El 'prestigio' de la universidad española antes y después de Cifuentes

Todo el mundo sabe que el mundo universitario es el más endogámico de España, en ningún otro ámbito hay tal tráfico de cargos, becas y concursos.

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El campos de la URJC en Fuenlabrada. | Wikimedia
Ninguna universidad española está entre las 200 mejores del mundosegún los rankings más seguidos y respetados de calidad universitaria, sólo encontramos una en los 250 puestos de cabeza y tres en los 300.
Son clasificaciones elaboradas antes de que estallase el hipócrita escándalo por el master de Cifuentes, que ha levantado una no menos hipócrita preocupación por "el prestigio de la universidad española" que parece tener a todo el mundo en ascuas. Cabe preguntarse: prestigio, ¿qué prestigio?
Todo el mundo sabe que el mundo universitario es, seguramente, el más endogámico de España, en ningún otro ámbito profesional hay un tráfico de cargos, becas y concursos similar al de las universidades, en el que es vox pópuli que antes de convocar una plaza ya se sabe quién la va a ocupar.

De la 'beca black' al "profesor honorífico"

No es una mera especulación: sólo hay que recordar el caso de la llamada "beca black" de Íñigo Errejón, que por cierto parece políticamente bastante más grave que el master de Cifuentes: al fin y al cabo la popular pagó por su titulito mientras el de Podemos se llevó 1.800 jugosos euros al mes por un trabajo que debía ser presencial, pero que no supuso que Errejón pusiese un pie en la Universidad de Málaga.
Como ocurre en tantas otras prácticas universitarias en España, lo importante no era la calidad de la investigación o su pertinencia: lo esencial era la relación del que concedía la beca con el que la cobraba: el profesor en cuestión fue luego cabeza de lista de Podemos.
¿Un caso aislado? Es posible -aunque sea altamente improbable- como también debe ser un caso aislado que una universidad sólo sancione con cuatro miserables meses a un profesor que debía trabajar en exclusividad y que no sólo se dedicaba abiertamente a la política, sino que cobraba de dictaduras bolivarianas cantidades fabulosas de dólares por informes que, por cierto, deben estar en el mismo cajón que el famoso TFM de Cifuentes.
La misma universidad, la Complutense de Madrid, que no vacila en regalar un título de profesor honorífico a un profesor titular interino del que no se conoce una obra académica que merezca tal nombre, capaz de confundir wahabismo con wasabi, que dirigía escraches en la propia universidad y que, eso sí, se ha lanzado a una carrera política bastante exitosa. De nuevo, el hecho de que el rector de la universidad en cuestión no mucho después lograse el apoyo del partido político del profesor honorífico para mantenerse en el cargo debe ser casualidad, otro hecho aislado.
La propia Universidad Rey Juan Carlos que ahora está bajo el foco informativo, vivió hace menos de un año un escándalo tampoco menor al descubrirse que su rector había plagiado numerosos trabajos académicos, toma ya prestigio de la universidad española.

Los másteres universitarios

Caso aparte merecen los centenares de másteres que pueblan el mundo universitario español y que, como todos sabíamos ya mucho antes de todo esto, no son sino una extensión más de la baja calidad ética y académica en la que se mueve, con las excepciones que sean necesarias, la universidad española.
Pequeños chiringuitos montados sin ningún rigor que se limitan a financiar departamentos universitarios por el método de otorgar otro título inútil a cambio de una pequeña cantidad de dinero.
Porque a ver si ahora Cifuentes va a ser la única alumna a la que -presuntamente- se le ha regalado un máster: eso es lo habitual y la prueba de ello es que ni yo ni ninguno de ustedes conocemos a alguien que haya suspendido en uno de estos cursos. De hecho, si alguien es capaz de encontrar a ese universitario que no aprobó su máster creo que sólo puede ser Iker Jiménez, porque es algo mucho más extraño e infrecuente que un abducido a Raticulín.
Probablemente todo esto ha empeorado en los últimos años, pero no es nuevo: hace más de dos décadas durante mi muy lejana y modesta experiencia universitaria ya tuve la 'suerte' de conocer el rigor intelectual y ético de una Facultad de Ciencias de la Información en la que la inmensa mayoría de los alumnos trabajaban poco y casi todos los profesores nada y en la que todo apaño y toda bajeza eran posibles e incluso probables: desde crear asignaturas a la medida de determinado influyente profesor, hasta dar apuntes elaborados en los primeros años 70, pasando por perder un examen y darle a los alumnos afectados un notable para que no te causasen problemas.
"El prestigio de la universidad española", ¡qué cosas hay que oír!

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