06/02/2016@18:00:11 GMT+1
Luis María ANSON
Pablo Iglesias está seguro de que
Pedro Sánchez aspira a encabezar un Frente Progresista con Podemos e Izquierda
Unida.
Destacados barones del PSOE se
oponen a la aventura porque piensan, no sin razón, que los comunistas
engullirán a los socialistas y que semejante alianza significaría la
postergación del centenario partido que engrandeció Felipe González.
Sánchez está dispuesto a ponerse
al frente de la caravana de concesiones a Podemos. No puede, sin embargo,
romper con Albert Rivera, porque si se produjera la inviabilidad del Frente
Popular, el líder socialista jugaría la carta del centro derecha, a pesar de la
dificultad de superar el escollo Rajoy.
El presidente en funciones está
fuertemente presionado por el empresariado español y por altas instancias
internacionales, para que el PP se abstenga y de paso a un eventual acuerdo
entre el PSOE y Ciudadanos.
Pablo Iglesias ha exigido a Pedro
Sánchez que vete a Albert Rivera porque no le gusta nada que prospere la
negociación y el entendimiento del PSOE con el centro derecha. Ha lanzado un
órdago e, inicialmente, lo ha perdido. Sánchez no puede excluir de la
negociación a Ciudadanos, que significa su plan B, si el Frente Progresista le
fallara.
Pablo Iglesias ha pujado fuerte
porque sabe que en unas nuevas elecciones él saldría beneficiado y Sánchez
perjudicado.
El líder socialista se puede
encontrar atenazado por una pinza entre el Partido Popular y Podemos.
A ambos les beneficiaría la convocatoria de
nuevos comicios.
Con las navajas traperas en alto, los partidos demoran
la situación mientras el pueblo español asiste atónito a la tórpida actuación
de la clase política y a la sistemática imposición del interés partidista sobre
el interés general
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