Felipe VI puede empujar a Rajoy a
que decline de nuevo, encargar a Sánchez la formación de Gobierno, dilatar los
plazos o poner en marcha el reloj hacia unas nuevas elecciones
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RAFA DE MIGUEL
Madrid 2 FEB 2016 - 14:27 CET
El Rey Felipe VI y Pedro Sánchez
El Rey recibe a Pedro Sánchez hoy
en el Palacio de la Zarzuela. POOL REUTERS
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Los vetos cruzados de los
partidos abocan a la repetición de elecciones
Rivera reclamará en el pacto para
la investidura que el PP haga primarias
La intención del Rey, como
transmitió a alguno de sus interlocutores en la primera ronda de consultas, era
seguir "el orden natural de las cosas". Es decir, encargar la
formación de Gobierno al candidato de la lista más votada.
Ese orden natural quedó
trastocado desde el momento en que Mariano Rajoy declinó el ofrecimiento del
Monarca, pero se reservó la posibilidad de intentarlo más adelante. Ese
movimiento, calificado de tacticista por el resto de partidos y de
instrumentalización de la Corona por algunos constitucionalistas, abría una
situación inédita para la que no existían precedentes jurídicos o históricos:
nadie se descartaba, nadie se postulaba, los plazos permanecían congelados y
los partidos se sumían en una parálisis negociadora, a la espera de que el Rey
deshiciera el enredo creado por ellos mismos.
¿Qué opciones tiene el Monarca?
La Constitución arroja pocas luces, más allá de establecer que el reloj solo se
pone en marcha a partir de la fijación de la fecha del primer debate de
investidura. Dos meses, a partir de los cuales, si ningún candidato logra ser
investido, se convocarán nuevas elecciones. La Ley Fundamental no establece
plazos para la decisión del Monarca ni impone criterios para seleccionar
candidato. Hay consenso, sin embargo, entre los juristas en que las
conversaciones privadas con los distintos representantes políticos pueden ser
el marco para preguntar por las opciones, la disposición y la buena fe de cada
uno de ellos. Y a partir de ahí, decidir.
Así que la primera decisión del
Rey será si quiere que los plazos echen a andar. Si es así, Felipe VI encargará
la formación de Gobierno a un candidato, aunque en estos momentos las
posibilidades de éxito de todos ellos sean remotas.
Si el Rey, como se ha sugerido
incluso desde las filas del PP, cree que no hay ninguna solución madura pero
que aún existe terreno por explorar para evitar nuevas elecciones, puede
retrasar su designación y dar más tiempo a los partidos para que le brinden una
solución.
La opción Rajoy
Felipe VI puede ignorar la
voluntad del líder del PP de que sea otro quien lo intente antes e insistir en
que sea él quien se someta primero a un debate de investidura, como candidato
del partido más votado.
Rajoy se vería obligado a decir
no por segunda vez al Monarca, y sus opciones como futuro candidato, tras esta
doble renuncia, perderían mucha legitimidad.
La opción Sánchez
Bien por la renuncia previa de
Rajoy, bien porque el Rey decida directamente que Pedro Sánchez tiene más
posibilidades de intentarlo, el designado en esta ocasión podría ser el líder
socialista. Sánchez, al menos, ya ha anunciado públicamente su intención de
mantener una actitud de lealtad institucional y decir sí al Monarca si le pide
que lo intente.
En cualquier caso, el nombramiento
sería un avance pero el reloj no debería necesariamente empezar a andar. La
decisión de fijar una fecha para la investidura corresponde al Congreso,
impulsada por su presidente, Patxi López, y éste ya ha sugerido que
flexibilizaría los plazos con la intención de que hubiera tiempo para negociar.
Una tercera opción
Sería constitucionalmente posible
que el Rey presentara un tercer nombre. Ni siquiera es preceptivo que el
candidato fuera diputado. En cualquier caso, es una opción remota. Felipe VI ha
querido tener durante todo este proceso un papel estrictamente neutral, sin
salirse de los estrechos límites constitucionales que él mismo ha impuesto a su
reinado, y una solución así de imaginativa solo tendría sentido si fueran las
principales fuerzas políticas las que le transmitieran su deseo de desencallar
el bloqueo con una figura de consenso.
La opción electoral
Aunque ha sido sugerido en las
últimas semanas, no es posible constitucionalmente que el Monarca decida por sí
mismo la convocatoria de unas nuevas elecciones. La ley es muy clara. Debe
haber candidato a la investidura para que el proceso avance. Pero si el Monarca
recibe de sus interlocutores la impresión, incluso el deseo, de que los
ciudadanos se pronuncien de nuevo, puede activar el mecanismo con la
designación de un candidato, aunque su investidura resulte imposible. En manos
del Rey quedaría, de este modo, quién pasa por el sacrificio de someterse a un
debate fallido.
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