Felipe Giménez Pérez
Comunicación
defendida ante los IV encuentros de filosofía en Gijón (5-7 de julio de 1999)
1. El
análisis de la situación política española en 1899 según Joaquín Costa
Me propongo
aquí exponer la actualidad del análisis realizado por Joaquín Costa respecto al
régimen político imperante en España a principios del siglo XX.
Por esta
razón voy a seleccionar sólo los pasajes y contenidos expuestos por Costa en Oligarquía y caciquismo que están hoy
a mi juicio de plena actualidad en nuestro país, donde impera un régimen
político, el de 1978, muy parecido al régimen político aquél de 1876, razón
ésta claro está, por la que la actualidad de Costa tiene y cobra su verdad y su
interés.
Don Joaquín
Costa (1848-1911) diagnosticó a principios de este siglo XX que ahora fenece
que el régimen político imperante en España no era sino un régimen oligárquico
y caciquil.
España
decía, era «una oligarquía de notables».
Por esta
razón afirma Costa que España no es una nación libre y soberana y que en España
no hay parlamento ni partidos; hay sólo oligarquías.
La
oligarquía es definida por Platón en la «República» como el «gobierno basado en
el censo..., en el cual mandan los ricos, sin que el pobre tenga acceso al
gobierno.»
Por su
parte, Aristóteles define la oligarquía como desviación de la aristocracia
convirtiéndose tal régimen en un régimen al servicio del interés de los ricos.
Así, pues,
concluye Joaquín Costa categóricamente, «No
es (y sobre esto me atrevo a solicitar especialmente la atención del
auditorio), no es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado
por corruptelas y abusos, según es uso entender, sino, al contrario, un régimen
oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente
parlamentarias.»
De esta
forma, el problema no es el de una reforma de un régimen político determinado,
sino el de su supresión.
Se trata de
todo un problema de cambio constitucional como se cuida muy bien de señalar
Costa.
En este
régimen caciquil que adopta una forma de monarquía parlamentaria, en vez de
subordinarse los elegidos a los electores, son éstos lo que están sometidos a
los elegidos. Además, tampoco la ley contempla o considera de forma
ecuánime a todos los ciudadanos. Quod oligarchae placuit, legis habet vigorem.
Los
elementos de la oligarquía son para Costa los siguientes:
«1º Los
oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando, que
forman su «plana mayor», residentes ordinariamente en el centro:
2º Los
caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el
territorio:
3º El
gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento.»
(…) Distingue
Costa entre el cacique, hombre fuerte de la sociedad o de la comarca, con
influencia política, social y económica y base del sistema caciquil y el
oligarca, el político profesional de la nación que se apoya en el oligarca para
ejercer su poder.
El cacique
realiza el trabajo sucio y el delincuente de cuello blanco importante es el
oligarca o notable.
Es la clase
política, pero, señala Costa, «en las
fechorías, inmoralidades u crímenes que forman el tejido de la vida política de
nuestro país, el oligarca es tan autor como el cacique, como el funcionario,
como el alcalde, como el agente, como el juez, e igualmente culpable que ellos;
pero no he dicho bien: esa culpa es infinitamente mayor, y sería si acaso... el
instrumento o el cacique quien tendría moralmente razón para negar el saludo al
personaje o al ministro, que fríamente y a mansalva armó su brazo, haciendo de
él un criminal cuando pudo y debió hacer de él un ciudadano.».
Además, el
régimen caciquil denunciado por Costa se caracteriza por ser un elitismo de lo
peor que bloquea (…) «la circulación de las élites».
Los más
brillantes e inteligentes son postergados por el régimen caciquil. «es la postergación sistemática,
equivalente a eliminación de los elementos superiores de la sociedad, tan
completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y
dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que
mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida
en la masa del servum pecus, la élite intelectual y moral del país, sin la cual
los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.».
España es
entonces una meritocracia a la inversa.
El
régimen selecciona a lo peor y posterga a lo mejor de los individuos
componentes de la sociedad española.
En el
régimen caciquil oligárquico sólo sobreviven los peores.
Los
oligarcas se reparten regionalmente España en áreas de influencia política
local. Cada oligarca disfruta de su correspondiente territorio.
Estos
oligarcas se reúnen en asociaciones o bolsas de empleo llamadas partidos y
deliberan en las Cortes.
En España no
hay Cortes ni partidos políticos más que en caricatura. Los grupos políticos no
responden más que a intereses pasajeros y provisionales personales y
particulares de grupos de interés.
Por lo
demás, el parlamento no representa al país.
*.- Las
elecciones son organizadas por el gobierno para obtener el resultado electoral
apetecido.
Cita Costa en ayuda de sus tesis entre otros a D.
Francisco Pi y Margall: «En aquella ocasión, el señor Pi y Margall dijo que un
régimen bastardo, que no tiene clasificación posible». suerte de los Gobiernos;
y aquí son los Gobiernos quienes deciden la suerte de las Cortes.»
De tal
manera, no es condenado tanto el régimen parlamentario mismo cuanto su
deformación oligárquica.
Otra cosa es
que las cosas tengan que ocurrir así necesariamente y no de otro modo. En
España hay dos gobiernos: uno fenoménico y fantasmal: el sistema de monarquía
parlamentaria, con constitución y elecciones y otro el real, efectivo y
esencial que es el caciquismo oligárquico.
Esta
oligarquía de la que habla Costa es una oligarquía absoluta, sin ningún poder
que la frene o modere.
Por encima
del Rey está S.M. el Cacique. Así define entonces Joaquín Costa el régimen
imperante en la España de 1899: «una
oligarquía pura en el concepto aristotélico: gobierno del país por una minoría
absoluta, que atiende exclusivamente a su interés personal, sacrificándole el
bien de la comunidad.»
La
existencia de la oligarquía política compromete la unidad de España y fomenta
el secesionismo político y territorial.
Para que
subsista España como Estado nacional es preciso que desaparezca la oligarquía.
«Pueblo que no es libre, no debe esperarse que se preocupe de la bandera.»
La
oligarquía desnacionaliza España.
La solución
propuesta por Costa para eliminar el caciquismo es una política quirúrgica de
urgencia. Se requiere «una verdadera política quirúrgica» y esta política quirúrgica
debe ser realizada por un cirujano de hierro.
El cirujano
de hierro tiene virtudes similares a las del filósofo-rey de Platón:
*.- que conozca bien la anatomía del pueblo español,
*.- que sienta por él una compasión infinita,
*.- que tenga buen pulso,
*.- que tenga un valor de héroe, entrañas y coraje,
*.- que sienta un ansia desesperada por tener una
patria,
*.- que se indigne por la injusticia.
Debe ser un
hombre superior y providencial que lleve a cabo la regeneración de la patria.
El cirujano de
hierro es un político ilustrado, culto, superior, que gobierna al pueblo para
mejorarlo.
Esta reforma
del Estado es incompatible con el mantenimiento del parlamentarismo.
Aquí avanza
Costa posiciones y no es que diga que tenemos una ficción o caricatura de
parlamentarismo, sino que incluso el parlamentarismo es incapaz de acometer las
reformas necesarias para España.
El
parlamentarismo no es el medio, es el fin de las reformas.
«Para que
España pueda ser nación parlamentaria mañana, tiene que renunciar a serlo hoy.»
No hacen falta elecciones democráticas.
Si el pueblo no tiene voluntad, carece entonces de sentido plantearse el que
las elecciones reflejen la voluntad del pueblo.
De hecho, en
la actualidad, el régimen parlamentario existe sin necesidad de elecciones ni
de electores, por lo que «la forma política del Estado español puede definirse
diciendo: un «gobierno parlamentario... sin electores».
La solución
frente al régimen parlamentario es el régimen constitucional de separación de
poderes del Estado.
Se trata así
de que las Cortes «sean Cortes según el tipo del sistema presidencial o
representativo de los Estados Unidos y no según el tipo del sistema
parlamentario de Inglaterra».
Así resume Joaquín Costa su programa político
constitucional: «De modo, en suma, que el neoliberalismo sugerido por mí como
conclusión de la «lectura de la semana anterior, debería escribir en su bandera
el régimen parlamentario como ideal, el régimen presidencial o representativo
como transición y como medio.»
El
caciquismo u oligarquía política descrita afecta también cómo no al aparato
judicial consiguiendo así una justicia corrupta y llena de parcialidades y
partidismos caciquiles.
El famoso
«cirujano de hierro» de Joaquín Costa siempre se ha interpretado como un
dictador. El cirujano de hierro es un magistrado u hombre que garantiza que
todas las instituciones constitucionales del régimen presidencial funcionen: un
Parlamento, un Poder Judicial independiente y una Administración eficaz. Lo que
más se parecería al cirujano de hierro sería el General De Gaulle más bien que
el General Franco.
El cirujano
de hierro de Joaquín Costa es sumamente parecido al filósofo-rey de Platón.
En el
régimen criticado por Joaquín Costa, el parlamentario, mayorías y minorías son
hechuras del partido gobernante.
La
representación es inexistente de facto. Los diputados representan a las
diversas facciones dentro de la oligarquía. Por ello el consenso es fácil entre
todos los oligarcas o caciques. Joaquín Costa, citando a D. Francisco Pi y
Margall afirma que el régimen español «es un régimen bastardo sin posible
clasificación».
Llama la
atención, por su actualidad política, hoy en 1999, la terrible acusación contra
las universidades españolas y contra sus funcionarios, los catedráticos como
principales valedores ideológicos del bastardo régimen de la Restauración:
«Gran parte de la culpa alcanza a las Universidades:
lo que sobre organización política de España enseñan a la juventud es un
solemne embuste de la Gaceta: en cambio, de la real y verdadera constitución no
le dicen nada. Los catedráticos, con alguna rara excepción quizá, son los
principales responsables de que se perpetúe ese convencionalismo criminal que
ha postrado a la nación y la tiene en trance de expirar.»
(…) Otra
consecuencia del régimen oligárquico es la ausencia de una ciudadanía madura
moral y políticamente: «España, como Estado oligárquico que es, no puede
tener ciudadanos conscientes; electores, ni, por tanto, régimen parlamentario,
y porque no puede tenerlos no los tiene.»
Como el
pueblo español carece de madurez política para ejercer el sufragio universal,
menester es que alguien gobierne al pueblo. Aunque muchos pudieran pensar que
Costa está pidiendo una dictadura, más bien está pidiendo el gobierno de un
presidente enérgico junto a un parlamento, que ejerza la función de convención
nacional para colaborar con el presidente en la elaboración de las reformas
constitucionales pertinentes.
En el
régimen presidencial que propone Costa, la iniciativa política le corresponde
al Gobierno. El Gobierno y el Parlamento ejercen una verdadera tutela política
sobre el pueblo hasta que éste alcance la mayoría de edad política, momento en
el que el régimen presidencial da paso a un sistema político parlamentario.
El
Parlamento así es nombrado por el gobierno y este parlamento nombrado-elegido
por elecciones de encasillamiento o amañadas desde el gobierno pero esta vez
por el bien del pueblo, autoriza al gobierno a gobernar por decreto.
Respecto al
tópico de la europeización, Costa sostiene la inevitabilidad de la
europeización de España.
Hay una
exigencia interna que consiste en que el pueblo español tiene ansia de
libertad, bienestar, cultura, justicia, &c. Por ello la europeización será
inevitable.
Paralelamente,
se señala, según Costa, un proceso de desnacionalización de España producida
por el atraso del país y por la naturaleza corrupta de su régimen político.
Es evidente
que la europeización produce una desnacionalización de los españoles. En cuanto
a la exigencia externa, simplemente hay que señalar que estamos en Europa y que
hay que adaptarse a la situación real que nos circunda para no ser absorbidos
por las grandes potencias.
La
europeización puede llegar por la colonización económica de España por las
grandes potencias europeas o porque España se modernice sin dejar de ser España.
El dilema
según Costa es: o España se europeíza o es europeizada.
Si España se
europeíza será de acuerdo con su genio y su tradición. Si España es europeizada
por las grandes potencias, será borrada del mapa y esquilmada, desaparecerá
como tal.
La
europeización «requiere una revolución desde el poder; revolución muy honda
y muy rápida, tan rápida como honda»
A
continuación Costa afirma lo siguiente: «Ahora bien; esa revolución súbita
supone como necesaria condición estas tres cosas a la vez: genio político que
la promueva y dirija; una organización vieja que no la estorbe; un estado
social que la pueda asimilar.»
La prensa
a decir de Costa es responsable de la postración de España.
Igual que el
pueblo español no tiene ni madurez ni capacidad política, tampoco tiene
capacidad para leer periódicos de forma crítica y racional.
La
opinión no surge de los ciudadanos, sino de los periódicos.
Hace falta
entonces una reforma también del cuarto poder. El periodismo hace que los
ciudadanos abdiquen su facultad de pensar por sí mismos.
Como la
prensa está en manos de oligarcas, entonces la prensa es sumamente perjudicial
para el pueblo español.
«Y así ha resultado que eso que llamamos
opinión no tiene su fuente en la conciencia de la nación, sino que se forma en
las redacciones de dos o tres periódicos; y como, por otra parte, esas
redacciones no son, en lo general, cuerpos de tutores, patriciado natural,
sino, al igual de la plana mayor de las facciones, cuerpos de oligarcas y de
intérpretes y adscripticios suyos –que por esto no dejan oír a su pupilo otras
voces que las propias–, el vasallaje práctico del gobernante resulta doblado
por el vasallaje teórico del periodista, y entre los dos dan a España, según
dije, aspecto de una nación maleficiada.»
Con las
actuales oligarquías periodísticas es imposible el cambio que pretende realizar
Costa en España. La renovación de la prensa pues, es algo que se impone para
Costa forzosamente.
Además, es
necesario para Costa, como para todo buen liberal por lo demás el concurso de
las élites intelectuales para realizar la revolución nacional liberal
propugnada por él.
¿Quién es el
sujeto revolucionario que ha de colocar al cirujano de hierro para hacer la
revolución liberal ansiada por Costa?
Un partido
de hombres nuevos de donde saldrá el cirujano de hierro y todo el personal
político necesario para cubrir los cargos públicos del Estado y colaborar con
el cirujano en la necesaria tarea de regeneración de la patria.
El partido
es la élite intelectual y política con capacidad política suficiente como para
impulsar el cambio y suministrar de entre sus filas el personal político
necesario a la nación. Este partido sería liberal y nacional y
regeneracionista.
Como el
pueblo español es políticamente un incapaz y menor de edad político, «Dedúcese de lo que antecede que las
elecciones únicamente podrían admitirse en serio a título de ficción jurídica,
regida por principios de tutela: Que el Gobierno supla la ausencia de cuerpo
electoral, nombrando diputados a los que éste elegiría si lo hubiese.»{22} La cosa no
queda ahí, el Presidente, nombra los ministros sin necesidad de parlamento:
«Pues ahora continuemos o extendamos el razonamiento: que el Jefe del Estado
supla la falta de parlamento, nombrando Ministros a los que éste indicaría si
existiese.»
En principio
Costa apela al poder moderador del Rey pero esto puede recibir una lectura o
una interpretación republicana. Si el Jefe del Estado no cumple con su deber,
sobra la dinastía y se impone una salida republicana presidencialista. No se descartan
ni la revolución desde arriba ni la revolución desde abajo por parte de Costa.
El famoso
lema que se atribuye a Costa: Despensa y escuela no aparece más que al final de
«Oligarquía y caciquismo». Creo que es más profundo otro lema de Costa: Libertad,
cultura y bienestar.
2. El caciquismo del régimen de 1978.
Actualidad y
validez en 1999 del diagnóstico de Costa de 1902
Hoy, en 1999
el análisis de Joaquín Costa enunciado en Oligarquía y Caciquismo no ha perdido ninguna actualidad. España
es una monarquía parlamentaria oligárquica de partidos tal y como viene
diseñada en la Constitución de 1978.
La monarquía
fue impuesta por la oligarquía franquista.
La
transición política operada en España en los años 1975-1982 consistió en
ampliar la base de la oligarquía franquista e incorporar otros sectores
políticos al Régimen del 18 de Julio que había surgido destruyendo por la
fuerza de las armas la legalidad republicana de 1931.
El nuevo
régimen franquista reformado adopta la democracia consistente en el sufragio
universal y la regla de la mayoría para que el pueblo elija entre diversas
élites unidas entre sí solidariamente por el «consenso».
El
franquismo ha cooptado a la izquierda para consolidar su base de apoyo social y
ha construido el Estado de las autonomías para fortalecer el caciquismo local y
cosechar así un consenso mayor.
La tarta que
había que repartir se ha hecho mayor.
Este Estado
de las autonomías ha desnacionalizado España. Si es verdad que en una
democracia es necesaria la virtud por el amor a la igualdad que hay en una
democracia según Montesquieu, el régimen de 1978 no se caracteriza precisamente
por el culto a la virtud. Si el principio republicano, reafirmado por el
principio democrático del amor a la igualdad impulsa la virtud republicana,
cívica, el amor a la patria, a la Nación, se puede decir que la Constitución de
1978 impulsa el amor a la corrupción, a la mentira y a la demagogia. Es que
España es una oligarquía de partidos, un Estado de partidos como decía D.
Manuel García Pelayo.
Las críticas
que formuló D. Joaquín Costa al régimen de la Restauración borbónica de 1876
pueden serle igualmente formuladas al régimen de la Restauración borbónica de
1978.
1. Desnacionalización
de España.
El Estado
autonómico desnacionaliza España y fomenta el desmembramiento territorial y
lingüístico de España.
La
oligarquía ha crecido notablemente y se ha hecho autónoma. 17 territorios
autónomos tienen sus correspondientes oligarquías y sus corruptelas locales sin
ningún control del Gobierno.
Nacionalismo
y liberalismo van de la mano en desmantelar España.
El
liberalismo postula un Estado mínimo frente al capital, frente a Maastricht,
frente a las autonomías. Los nacionalistas apoyan el debilitamiento del Estado
para poder ejercitar su política sin restricción alguna.
2. El
parlamentarismo de la Restauración se ha convertido en un parlamentarismo de
partidos.
Los partidos
no tienen estructura democrática. Son órganos del Estado.
Están
subvencionados por el Estado y son perfectamente incontrolables por los
ciudadanos.
La
corrupción se ha instalado como forma de gobierno en España. El Estado liberal
es esencialmente un Estado corrupto. Esta es la situación actual de España.
3. En
este régimen lo importante es que la izquierda también participa de la
corrupción.
De este modo
no hay ninguna fuerza política fuera del sistema.
La
corrupción de la izquierda crea una situación nueva. No hay fuerzas políticas
que critiquen al sistema. Todo dentro del sistema. Nada fuera del sistema.
La
corrupción procede de la degeneración de la dictadura franquista.
No hay
castigo electoral del gobernante corrupto. Hay servidumbre voluntaria del
electorado. Además, las personas de los partidos se pueden sustituir, los
partidos no.
El sistema
electoral proporciona coartadas e impunidad a los partidos. Se denigra a los
corruptos y el partido sigue igual.
4. Los
elementos de la oligarquía son los partidos y su articulación gubernamental,
parlamentaria, judicial, autonómica y local.
Esta
oligarquía posee en torno a sí organizaciones satélites: asociaciones, ONGs.,
sindicatos, &c.
Las
subvenciones estatales cuidadosamente concedidas suprimen cualquier conato de
independencia y de ataque al régimen.
5. En las
elecciones nada se decide.
Los
programas de los partidos se parecen cada vez más entre sí y por tanto no
constituyen las elecciones ningún mecanismo de formación de la voluntad
popular.
Las
elecciones van adquiriendo un creciente carácter plebiscitario y se convierten
en un acto de adhesión inquebrantable al régimen.
Los electores
se identifican sentimentalmente con el jefe del partido.
La voluntad
popular es una metáfora que expresa el dominio absoluto de los partidos sobre las
instituciones y la sociedad.
Estos
partidos designan los candidatos y se reparten el poder institucional del
Estado así como sus territorios siguiendo cuotas electorales. El sistema de
encasillamiento lo deciden las direcciones de los partidos políticos.
6. El
régimen de 1978 ha sido profundamente continuista tanto en la política interior
como en la exterior con respecto al régimen franquista.
Las mismas
personas y el mismo grupo que constituyeron bajo Franco la clase dominante han
apoyado al PSOE y han sido la clase dominante del régimen de 1978.
7. Esta
corrupción ha destruido la función pública.
*.- El
carnet político ha desplazado al mérito y la competencia profesional en
sectores tan vitales para el porvenir como la enseñanza y la sanidad, las
empresas y las administraciones, el Estado y las autonomías.
*.- En el
terreno de la enseñanza se ha operado la demolición del bachillerato y la
clientelización de la universidad.
*.- Si
Franco colocó en la universidad a sus partidarios por méritos de guerra y sin
oposiciones entre 1939 y 1954, el PSOE situó a sus partidarios por méritos tal
vez no de guerra pero sí de adhesión inquebrantable en virtud de la LRU. Esta
corrupción, la del saber es la más duradera.
8. El
felipismo, esto es, la técnica de corrupción del PSOE ejercitada desde el
gobierno entre 1982 y 1996 ha ganado ya un lugar en la historia de España y en
la historia de los gobiernos de izquierda corrompidos.
Es una
variedad del craxismo italiano.
La
corrupción denunciada por Costa y los regeneracionistas de 1898 es un juego de
niños comparada a la habida en los últimos años.
9. En
este régimen, el parlamento juega un papel menor.
Las
principales decisiones las adoptan los jefes de los partidos en reuniones
secretas y en negociaciones al margen del parlamento.
Una vez
concluidos los acuerdos, el parlamento escenifica el acuerdo con una votación.
Es por tanto el parlamento cámara de manifestación no de reunión ni de debate.
El partido
gobernante controla el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial mediante
el Consejo General del Poder Judicial y mediante el Tribunal Constitucional. No
hay división de poderes.
10. Al
pueblo español se le han impuesto estas cuatro patrañas antidemocráticas:
1. Las
reglas del juego oligárquico de los partidos: consenso constitucional.
2.
Imposibilidad de investigar al poder ejecutivo debido al consenso parlamentario.
3. La
complicidad de la oposición con la corrupción y con la razón de Estado, por el
consenso gubernamental de unos gobiernos con otros.
4. Impunidad
de partidos, gobernantes y gobierno, consenso jurisdiccional de los jueces.
11. La
izquierda ha renunciado a la crítica del Estado y de la sociedad burguesa.
Ha preferido
la retórica demagógica cultural y educativa y copar algunas instituciones para
participar de las prebendas y canonjías del régimen.
La izquierda
no existe. Es una izquierda virtual, no real y sirve, como institución del
Régimen para encuadrar a los ciudadanos de izquierda dentro de los límites del
Régimen, neutralizando así cualquier veleidad de protesta seria y amenazadora
para el sistema.
12. Tampoco
la Monarquía parlamentaria puede moderar la corrupción inherente a nuestro
sistema oligárquico. Igual que sucedía en tiempos de Costa.
13. Solución
propuesta: República presidencialista centralizada. Reforma de la ley
electoral. Sistema mayoritario uninominal a doble vuelta. Por lo demás, acepto
las Diez propuestas del
profesor Bueno para el siglo XXI (1995).{
14. El
poder meramente simbólico del Rey permite a los nacionalismos periféricos
utilizar el reconocimiento a la Corona como único lazo de unión con el Estado
español para funcionar de hecho como Estados independientes.
15. En
este régimen la cárcel está hecha para los pobres.
Una casta de
privilegiados e intocables controla todos los resortes del poder social,
económico e intelectual. Esta casta disfruta de todas las ventajas y prebendas.
16. Los
sindicatos de clase son otra de las grandes estafas del régimen de 1978.
Mantienen el orden en el gallinero.
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