En períodos de expansión y desarrollo (siglos XII y
XIII) se mitificó el pluralismo medieval y la
convivencia idealizada de las tres culturas.
No hubo tal pluralismo ya que los judíos fueron simplemente tolerados y éstos
se aprovecharon de la prosperidad política, militar, demográfica, económica...
al igual que el resto de los habitantes de la península; nunca, sin embargo,
fueron equiparados a los cristianos.
Junto a esta situación general de bienestar era necesaria una autoridad estatal
capaz de garantizarles la seguridad de sus personas.
En el siglo XIV cesó la prosperidad económica (peste
negra, guerras civiles, crisis política, etc) y la autoridad política no fue lo
suficientemente fuerte y respetada como para prevenir y castigar desmanes y
delitos y los judíos sufrieron especialmente esta situación.
“La concepción de la tolerancia se derrumba cuando
los musulmanes dejaron de ser terribles y admirables y cuando las masas
comenzaron a arrollar a los judíos desde finales del siglo XIV” (Américo
Castro). La tolerancia se convirtió en violencia y despojo. Fueron pues las
ideas religiosas que habían calado hondo en las gentes del pueblo las que, al parecer,
determinaron la decisión política de expulsión de los judíos.
Los RR.CC. heredaron una situación de crisis
económica e inestabilidad política y social. La restauración de la autoridad
monárquica (1480) debería haber supuesto para los judíos peninsulares una
cierta garantía. La Reina Isabel, en una carta dirigida a la comunidad judía de
Trujillo en 1477, expresaba que “todos los judíos de mis reinos son míos e
están so mi protección e amparo e a mí pertenece de los defender e amparar e
mantener en justicia”.
La formación de una nación moderna exigía la
cohesión del cuerpo social y ésta sólo podía ser de carácter religioso.
En el siglo XVI se sentó la norma de que los súbditos deben seguir la religión
del príncipe
y sólo después del 1789 se estimó que la religión era un asunto privado.
La expulsión de los judíos en 1492 no se debió pues
a un fanatismo religioso ni tampoco obedeció a un populismo que intentó
congraciarse con los prejuicios de la masa católica. Tampoco estuvo ocasionado
por un enfrentamiento de clases (aceptarlo supondría equiparar la comunidad
judía con la burguesía capitalista y suponer, por otro lado, una rivalidad
entre nobles y burgueses). La mayoría de los judíos de España eran modestos
artesanos, pequeños comerciantes y prestamistas, a veces campesinos; no eran
muy numerosos los grandes banqueros y capitalistas judíos. La expulsión provocó
en algunas ciudades una crisis pasajera pero no una catástrofe nacional. La
decadencia de España no debe ser achacada a la expulsión de los judíos. Los
burgueses españoles, aunque los hubo, no fueron judíos o conversos y
sintonizaban, más que rivalizaban, en sus intereses con la aristocracia.
Su expulsión no fue una medida de carácter racista; no se pretendió desterrar
una raza sino un credo religioso.
Como el principal objeto que su dicha Majestad de la
Gran Bretaña, su dicha Majestad Cristianísima, y los referidos Señores Estados
Generales se proponen, es mantener la tranquilidad general de Europa (...)
(llegada) la salud del Rey de España a tal estado de debilidad, que haya mucho
motivo para temer, que este Príncipe no viva mucho tiempo; y aunque no pueden
pensar en este suceso sin aflicción, por la sincera, y verdadera amistad que le
tienen (...), han creído, que era tanto más necesario preverle, cuando no
teniendo hijos S.M. Católica, excitaría infaliblemente una nueva guerra la
abertura de su sucesión, si el Rey Cristianísimo sostuviese sus pretensiones, o
las de Monseñor el Delfín sobre toda la sucesión de España; si el emperador
hiciese también valer sus pretensiones, las del Rey de Romanos, del Archiduque,
su hijo segundo de sus demás hijos; y el Elector de Baviera las del Príncipe
Electoral, su hijo primogénito, sobre dicha sucesión.
(...) han juzgado conveniente tomar de
antemano las medidas necesarias para precaver las desgracias, que el triste
suceso de la muerte del Rey Católico sin hijos podría producir.
(...) a mi dicho Señor el Delfín se le
dan en toda propiedad plena posesión, y compensación de todas sus pretensiones
sobre la sucesión de España, para gozarlos por sí, sus herederos y sucesores,
nacidos y por nacer, perpetuamente... los Reinos de Nápoles y Sicilia, las
plazas al presente dependientes de la Monarquía de España situadas en la costa
de Toscana, o islas adyacentes, comprendidas bajo los nombres de San Estéfano,
Puerto Hércules, Orbitelo, Telamón, Portolongón, y Piombino, de la misma manera
que los españoles los poseen al presente; la ciudad y marquesado del Final,
también de la misma manera que los españoles los poseen: la provincia de
Guipúzcoa, particularmente las ciudades de Fuenterrabía y San Sebastián,
situadas en esta provincia, y especialmente el puerto del Pasaje comprendido en
ella, con sólo la restricción de que si hubiere algunos lugares dependientes de
la dicha provincia, que estén en la parte de allá de los Pirineos, u otros
montes de Navarra, Álava o Vizcaya por la parte de España, quedarán a la
España; y asimismo si hubiere algunos lugares igualmente dependientes de las
provincias sujetas a España, que estén de la parte de acá de los Pirineos, u
otros montes de Navarra, Álava o Vizcaya por la parte de la provincia de
Guipúzcoa, quedarán a la Francia; y los pasos de dichos montes y los mismos
montes, que están entre la dicha provincia de Guipúzcoa, Navarra, Álava y
Vizcaya, pertenezcan a quien pertenecieren, se repartirán entre la Francia y la
España...
La dicha Corona de España y los demás
Reinos, islas, estados, países y plazas, que de ella dependen al presente, se
darán y asignarán (a excepción de lo que se ha expresado (...) parte de
Monseñor Delfín) al príncipe primogénito del Elector de Baviera en toda
propiedad y plena sucesión en parte y compensación de todas sus pretensiones
sobre la dicha sucesión de España, para gozarlos por sí, sus herederos y
sucesores nacidos y por nacer perpetuamente, sin poder jamás ser turbado con
cualquier pretexto que sea de derechos o pretensiones, directa o
indirectamente, aún por cesión, llamamiento, revolución u otra vía por parte
del Rey Cristianísimo, de Monseñor el Delfín o de sus hijos varones o hembras,
sus descendientes, herederos y sucesores nacidos y por nacer, ni por parte del
Emperador, del Rey de Romanos, del Archiduque Carlos, su hijo segundo, de sus
demás hijos varones y hembras descendientes, herederos y sucesores, nacidos y
por nacer...
Se exceptuará también de dichas
cesiones y asignaciones el Ducado de Milán (...) que debe asignarse al
Archiduque Carlos de Austria, hijo segundo del Serenísimo y muy poderoso
Príncipe Leopoldo, electo emperador de Romanos, en parte y compensación de
todas las pretensiones y derechos que el dicho emperador, el Rey de Romanos, el
Archiduque Carlos, su hijo segundo, todos sus demás hijos varones o hembras y
descendientes... puedan retener sobre la dicha sucesión de España; el cual
Archiduque tendrá en plena propiedad y posesión el Ducado de Milán para sí, sus
herederos, sucesores... para gozar de él perpetuamente...
(J.A de Abreu y Bertodano: Colección de
los Tratados de Paz de España, Reynado de Carlos II. , t. XII, 594-603).
**********
"Para hacer cada cosa buena es
necesario deshacer cuatrocientas malas" (Floridablanca) muestra la
complejidad de lo que se pretendía y que una continuación tenaz de las
revisiones comenzadas amenazaba con dividir al país, si es que no había de
provocar otros males.
Las reformas no deben ser interpretadas
desde la óptica de una pura importación de ideas francesas y que ello plantee
al ser aplicadas en España el choque entre las dos Españas.
"La distinción entre las dos
Españas responde, en gran parte, a una proyección sobre la historia del siglo
XVIII de la guerra ideológica del XIX" (Sánchez Agesta).
"Este movimiento, aunque moderado
en su fondo, como era novedad tan extraña tras el largo período de atonía precedente,
pareció a los contrarios esencialmente excesivo y desmesurado" (Menéndez
Pidal).
El enfoque a posteriori del metabolismo
español del siglo XVIII, a menudo ofrecido por escritores franceses, seduce
tanto más a la imaginación cuanto que presenta dos bandos claramente perfilados
que invitan al espectador a tomar partido en el acto: de un lado, la
Inquisición, los oligarcas, el clero arcaico; del otro, los hombres cultos y
preocupados por el futuro, los estudiosos con anhelos de mejoras sociales y
políticas. Este dualismo no es tan radical porque en cada bando se profesan
también algunas de las ideas del opuesto.)
Cierto número de medidas y actitudes
adoptadas por el nuevo poder borbónico desarrollan proyectos o tentativas que
habían sido iniciadas en el régimen anterior: como el propósito de reducir el
exceso de fincas de propiedad eclesiástica, mejorar la Secretaría de Despacho
del Monarca, fomentar el comercio o estimular las ciencias útiles.
OTRAS REFORMAS:
En ellas desempeñaron un
papel decisivo la minoría ilustrada (menos del 1% de la población),
de extracción social burguesa y de la pequeña nobleza;
centrada en actividades liberales, del comercio y de la industria (y en
algunos casos de la administración).
La Ilustración concatena íntimamente
los conceptos de bien común, fomento de la riqueza y desarrollo de la cultura.
Sostiene que la raíz de la decadencia
española era de carácter económico, para superarla era necesario dedicarse al
estudio de las "ciencias útiles" para promover una renovación tecnológica
y conseguir el resurgimiento económico deseado.
A través de publicaciones intentó crear
una opinión pública favorable a las transformaciones que preconizaban;
intercambiaban ideas entre ellos a través de los libros extranjeros que las difundían;
intentaron penetrar en la Universidad con medio de extender su ideario; se
agruparon en torno a las Sociedades Económicas de Amigos del País surgidas en
cada una de las ciudades de cierta relevancia; tuvieron ciertos enfrentamientos
con los jesuitas por considerarlos detentadores de un monopolio sobre la
enseñanza media (vía de acceso a la universidad); con la Inquisición chocaron
en ocasiones por ser considerados por ella como heterodoxos... No es cierto que
el espíritu ilustrado español, sinceramente religioso, fuera ateo o
irreligioso, aunque sí libertino (caracterizado por un cierto epicureismo
frente a una verdad no existente o que no es posible conocer) en algunas
individualidades. A partir de 1780, y en los círculos más afrancesados, se
desarrolló un cierto anticlericalismo de corte volteriano.
A pesar de la difusión de las ideas
ilustradas por medio de la prensa (floreciente pero con una penetración social
escasa) y otras instituciones a tal fin creadas, la inercia de la sociedad
española hizo que los intentos por premiar el mérito cívico y profesional
(creación de la Orden de Carlos III), de introducir las doctrinas económicas
europeas, promover un análisis riguroso de la riqueza española y sus problemas
(caso de Jove llanos), establecer la abolición de las trabas al desarrollo
(supresión de los gremios o cualquier otro impedimento contra la libertad de
trabajo propuesta por Campo manes), el intento de exaltar el trabajo como
virtud pública, la aspiración de corregir la vagancia y miseria de buena parte
de la población, y un largo etcétera... convirtió todo ello en intentos en la
mayoría de las ocasiones fallidos.
Algunos Ilustrados fueron ministros,
especialmente en tiempos de Carlos III, y otros ocuparon puestos de relevancia
en la Administración del Estado.
En aquella época reina un
convencimiento general de que es preciso contar con el trono, apoyarse en él,
influirle y moverle en el sentido deseado, pero jamás tocar sus facultades
grandiosas, porque éstas mismas han de ser utilizadas en beneficio de la
empresa renovadora y la paz pública.
Para León de Arroyad, en sus
"Cartas político-económicas al conde de Lorena", "Los
males envejecidos de nuestra monarquía sólo pueden curarse por el poder
omnímodo"; el poder absoluto del monarca es el "nervio principal de
la reforma", ya que se parte de la tesis de que todo beneficio público ha
de ser otorgado por la benevolencia del monarca. Las reformas que se emprendan
tienen por propósito general la exaltación del poder regio y eficacia de la
administración pública. (VOLTES BOU, Pedro. "Nueva Historia de
España". Madrid (1989), 317).
La mayoría de estos Ilustrados reformistas, en un
primer momento, se integraron en los esquemas de la monarquía absoluta como
camino más rápido para introducir las reformas estructurales que pretendían y
ésta -hasta cierto punto- las asumió. La simbiosis se denomina históricamente
Despotismo Ilustrado. La decepción llevó a muchos de ellos a evolucionar hacia
posturas revolucionarias a finales de siglo y a integrarse en partidos de
signo liberal en el siguiente.
La defensa que se hace de la autoridad
absoluta va más en la línea de que ésta sea completa pero no arbitraria;
"para hacer olvidar totalmente la época de autogestión nacional en cada
reino, la monarquía unificada ha de explayar en todos ellos una eficacia tan
impecable y ejercer una representación tan satisfactoria de la colectividad
que pretensión surge utópica" (Voltees, Ob. Cid. 319).
El Reformismo indicado, el ideario
reformista del XVIII, no tiene que ver con el liberalismo político o económico
del XIX.
EDUCACION:
Se establecen nexos entre cultura y utilidad y
entre educación y felicidad. El propósito se centra en la colocación de
la instrucción más cercana al interés (en palabras de Jove llanos). A pesar de
todo, la educación popular no recibió toda la atención debida para preparar a
la nación a los nuevos presupuestos que se le sugerían: a los profesores de
primera enseñanza no se les exigía más que ser aprobados por los Obispos acerca
de los conocimientos básicos de la doctrina cristiana, una certificación de
buena vida y costumbres y la limpieza de sangre.
El Colegio Académico del noble arte de
las primeras letras (especie de Escuela Normal de Magisterio, fundada en 1780)
reducía sus propósitos a "los rudimentos de la fe católica, las reglas
del bien obrar, el ejercicio de las virtudes y el noble arte de leer, escribir
y contar".
En 1770 se crearon los Reales Estudios
de San Isidro, primer centro de enseñanza secundaria con un plan de estudios
moderno.
Se prestó atención a la preparación de
militares y marinos creando centros de educación técnica al respecto.
Respecto a la Universidad se intentó
(los renovadores de la Universidad recibieron el calificativo de
novatores) renovarla adecuándola a las necesidades económicas, con el cultivo
en particular de las ciencias experimentales, dando nuevo auge a los colegios
de medicina y cirugía y a las escuelas de veterinaria. Cunde la veneración por
lo científico; renacen las ciencias naturales, matemáticas y físico-químicas;
reciben impulso los estudios económicos, jurídicos e históricos.
Desde el Gobierno se procedió a la
supresión de algunas Universidades menores (en clara decadencia), especialmente
en el Principado de Cataluña.
Entre 1767 y 1769 Campomanes impulsó la
modernización de las Universidades intentando introducir nuevos métodos y
libros de texto y creando la figura de dos Censores Regios en las Universidades
más importantes con el fin de controlar y uniformar la labor universitaria,
ahora bajo jurisdicción real.
"Muchos nobles se educan en colegios franceses
y algunos mantienen correspondencia con Voltaire, Rousseau y otros escritores,
despertando aquí un gran afán reformista, por imitación de lo que en Francia,
en Alemania, en Rusia y en otros países hacían los reyes filantrópicos. A fines
del siglo XVIII, trató de atajar el Gobierno esta comunicación con Francia,
para evitar la difusión de las ideas de los revolucionarios. (...) las
influencias extranjeras produjeron una atenuación, por lo menos en la clase
culta, de la intransigencia religiosa. Todavía la masa seguía siendo fanática y
la Inquisición promovía algunos procesos ruidosos, como los del ministro Macanaz,
el reformador Olavide, etc. Pero el sentido de las clases directoras, sin dejar
de ser religioso, era opuesto a las persecuciones de este carácter, o mostraba,
por lo menos, cierta repugnancia a ellas". (Voltes, 332).
1770 Carlos III crea la primera
Academia de Ingenieros de la Armada.
1771 creación de la Orden de Carlos
III.
1771 dos reales Cédulas para la
reorganización de los colegios mayores, promoviendo la oposición y el
entorpecimiento de los contrarios a ellas.
Las Sociedades de Amigos
del País y las Juntas de Comercio añaden a sus atribuciones peculiares, una
serie de actividades docentes sobre materias prácticas:
1769 la de Barcelona instituye una
escuela náutica.
1775 la Sociedad Vascongada de Amigos
del País organiza unas clases de física, química y metalurgia preparatorias del
concepto posterior de ingeniería industrial.
1775 Escuela especial de ingeniería de
Minas en Almadén.
1799 se crea el cuerpo facultativo,
bajo la denominación de Inspección General de Caminos, (ingeniería de caminos,
canales y puertos) para cuidar de las rutas y canales del Reino.
1802 creación en Madrid de una escuela
encargada de dar instrucción a los jóvenes que habían de dirigir las obras
públicas.
Estas Sociedades, fundadas bajo la
iniciativa de nobles, personas del clero, y burguesía ilustrada) también
mantuvieron escuelas de primeras letras, de hilado y tejido para niñas, promovieron
laboratorios de física, bibliotecas, establecieron becas para estudiar en el
extranjero, concedieron premios en metálico a trabajos de investigación y
experimentación, etc.
"Igual que su padre y sus
hermanastros, Carlos III careció de la afición personal a los quehaceres
intelectuales, pero tuvo recta conciencia de su deber de favorecerlos" (Voltes,
333).
"No es exacto que los
primeros Borbones fomentasen la constitución de las Reales Academias como
imitación del impulso que éstas habían tenido en Francia, porque en épocas
anteriores habían existido ya en España reuniones y senados intelectuales, más
o menos institucionalizados, algunos de los cuales sólo necesitaron
reorganizarse según el modelo académico ilustrado para adquirir esta
fisonomía, como pasó con las Reales Academias de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales (que data en realidad de 1657) y de Farmacia (originada en
1589)". (Voltes, 334). Apogeo de las Academias en el siglo XVIII.
1712.- Fundación de la Biblioteca
Nacional por Felipe V.
1713.- Fundación de la Real Academia
Española.
1730.- Fundación de la Real Academia de
Jurisprudencia y
Legislación.
1732.- Fundación de la Real Academia de
Medicina.
1735.- Fundación Real Academia de la
Historia.
1741.- Fundación de la Real
Academia de Bellas Artes de San
Fernando.
"Uno de los aspectos más
característicos del talante de la Ilustración es la multiplicación de los
viajes emprendidos con propósitos de estudio, muchos de los cuales dan lugar a
libros donde se reseñan las observaciones y datos obtenidos". El método
basado en "la formulación de una hipótesis alternativa respecto a la
realidad con que se tropieza. De este modo, muy a menudo, el viaje da
fundamento a una imagen ideal de cómo podría configurarse mejor determinada
situación, que se encuentra en forma menos satisfactoria".
"Es correlativa a esta inclinación
al análisis de la realidad española, la preocupación por la estadística que se
desarrolla en los gobernantes y cristaliza en varios censos estimables, tanto
demográficos como de producciones y rentas." (Voltes, 334-335).
La literatura proyectista se centra en
el fomento del trabajo y de la producción. A propuesta del Consejo de
Castilla, Campomanes -1774- proporciona orientaciones a las autoridades para
que promuevan el desarrollo de los oficios a través de su "Discurso sobre
el fomento de la industria popular"; en la misma línea y del mismo autor
es el "Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su
fomento" (1775); en el 1778 se da a la luz el "Discurso económico
político en defensa del trabajo mecánico de los menestrales" de Capmany.
POBLACION:
El siglo XVIII significa un considerable crecimiento
poblacional, sobre todo debido a la reducción de la mortalidad catastrófica.
Una de las iniciativas más características de la
Ilustración española es su afán de corregir los defectos de la estructura
demográfica y productiva de la nación como las amplias zonas interiores
desoladas y atrasadas que llevan al Proyecto de colonización extranjera y
creación de nuevas poblaciones en Sierra Morena con alemanes, suizos saboyanos
y flamencos. También su preocupación por la debilidad de la población nacional
que dificultaba el progreso: faltaba mano de obra.
Censo de Campo Florido y Ustariz (1717)... 7.625.000
habitantes.
Censo de Aranda (1768)................................
9.307.804 habitantes.
Censo de Floridablanca (1787)...................
10.268.879 habitantes.
En términos absolutos la población pasa de 6.000.000
de habitantes (1700) a 11.000.000 en 1800; aunque este crecimiento no fue
homogéneo: es mayor en la periferia peninsular (Valencia, País Vasco, Cataluña,
Cantabria) y se produce un estancamiento de la población de la meseta, con
densidades bajas de población (exceptuando a Madrid). Continúa un claro
predominio de la población rural sobre la urbana. La escasez de núcleos urbanos
importantes es manifiesta: en 1785 sólo Madrid y Barcelona tenían más de
100.000 habitantes; Sevilla, Valencia, Cádiz, Málaga, Granada, Zaragoza y
Murcia tenían más de 40.000 habitantes; unas 30 ciudades tenían más de 10.000
habitantes.
Las zonas de concentración poblacional
periférica eran las del país vasco litoral, la costa cantabroasturiana, las
rías gallegas, el bajo Guadalquivir, la costa malagueña, la huerta valenciana
y la comarca barcelonesa; en el interior Madrid, Valladolid, Burgos, Badajoz,
Mérida, Zaragoza y Pamplona.
CENSO: Nobles
% 2º Estado
% Artesanado %
====== ===============
================ ==================
1768 722.794 7,2
226.187 2,2
1787 480.589 4,6
191.101 1,8
310.739 3
1797 402.059
3,8 172.231 1,6
533.769 5
Según el Censo de 1797:
El campesinado en torno al 70% de la población, con
346.000 pequeños propietarios cultivadores (abundantes en Cataluña, Asturias y
Castilla Norte) y 507.000 labradores arrendatarios (numerosos en el centro y
Andalucía).
Burguesía poco numerosa,
dispersa; unos 30.000 funcionarios del Estado. Unos 100.000 marginados.
AGRICULTURA:
"Que el gobierno y la nación no pierdan jamás
de vista que la tierra es la única fuente de riqueza y que es la agricultura
quien la multiplica. Porque el aumento de la riqueza asegura el de la
población; los hombres y la riqueza hacen prosperar la agricultura, atendiendo
al comercio, animando la industria, aumentando y perpetuando la riqueza (...).
Sin la certeza de la propiedad, la tierra se quedaría inculta (...) es
preferible que todo el Reino esté poblado de ricos cultivadores (...) que se
mantenga la más total libertad de comercio interior y exterior, la más exacta,
la más provechosa a la nación y al Estado consiste en la plena libertad de
concurrencia." (Quesnay, 1694-1774)
España sigue siendo un país eminentemente agrícola
con esquemas tradicionales: índice de productividad de las tierras muy
bajo: barbecho, predominio del cereal, amplias zonas incultas, bajos
rendimientos, dependencia casi exclusiva de la climatología... (especialmente
en Castilla y el Valle del Ebro); existe una falta de capitalización del
sector, hay una ausencia de mentalidad "industrial" en el agricultor
(la agricultura se considera como fuente de ingresos y no como fuente de
riqueza) y los beneficios se dirigen al mantenimiento del prestigio social o se
invierten en sectores ajenos al agrícola), abunda en exceso el trabajador
por cuenta ajena en esta actividad y el rentismo mantiene separadas propiedad
y explotación; no existen redes adecuadas de comercialización de los
productos agrícolas y, cuando hay, obedecen a circuitos muy reducidos; absoluta
falta de tecnología y formación profesional en los campesinos por lo que
actúan por inercia; existen grandes extensiones de tierras vinculadas a un
título, a un noble, a un monasterio o simplemente a un propietario...
"Cotéjese el estado actual de Leganés con el de
Arganda, pueblos ambos de los contornos de Madrid. Se hallará que el primero
donde todo vecino, o en sus propiedades, o en arrendadas, cultiva, está decente
y vive sin miseria: que en el segundo siendo más rico de producciones, por
aver adquirido dos tercios de la hacienda raíz las manos muertas, y
beneficiarla de su quenta, se ha reducido a notable decadencia y despoblación.
(...) el mal no está en que sean los
vecinos, como se supone, perezosos; sino en que cultivan las tierras de su
suelo para manos-muertas, las cuales sacan de allí el producto, que jamás
vuelve al círculo y masa de aquel común. Y ¿qué diremos si sale muchas
veces aún del Reyno, empobreciendo al Erario, al Vasallo, al Clero-secular y a
nuestros pobres?.
(...) Atender a la conservación del
Reyno, no es sólo virtud, es obligación de todos los Magistrados, como fieles
depositarios del sentido recto del derecho público nacional, para manifestar
al Soberano lo más conveniente al Estado. Baxo de tan augusta censura se
concluirá esta materia, proponiendo los medios que sucesivamente se pueden ir
tomando, y han indicado sustancialmente antes que aora Eclesiásticos y
Seculares muy zelosos, aunque no han sido oídos con la atención que hubiera
convenido, y el caso lo pedía. En materias temporales todos están sujetos a la
potestad civil." (RODRIGUEZ CAMPOMANES, P. "Tratado de la regalía de
amortización". (Madrid, 1765), 276-278).
Se produce un incremento de la producción al
aumentar progresívamente las superficies de cultivo, pero éste no es consecuencia
de renovaciones tecnológicas de la actividad agraria (excepto los cultivos
intensivos y de regadio de Cataluña, Valencia y Murcia donde se ensaya la
rotación de cultivos y se incorporan otros nuevos como el arroz o los frutales
y se incrementa el rendimiento de los cereales). Este incremento, a
nivel nacional, no supuso aumentar la renta agraria por habitante ya que estuvo
por debajo del aumento de la población.
Los problemas agrarios entraron dentro de los
programas renovadores ilustrados:
- Se
propugnó la roturación de tierras incultas.
- Se intentaron evitar los
arrendamientos a corto plazo.
- Se procuraron aliviar los
enfrentamientos entre
agricultores y
ganaderos.
- Se tomaron medidas tendentes a
controlar los precios
agrícolas y a asegurar el abastecimiento de
las ciudades.. El establecimiento de la libre
circulación de granos de 1765 no cristalizó en resultados eficaces debido a la red
de asentistas y a la ausencia de una estructura mercantil eficaz. La escasez
producía incremento de precios y de ellos se beneficiaban intermediarios y
terratenientes.
- Tampoco el Decreto de supresión de los
"puertos secos" o aduanas interiores (1714) o el de libre tránsito de
mercancias dentro del país (1757) o los intentos por mejorar el plan de Caminos
Reales (época de Carlos III) bastaron para la creación de un mercado nacional
ante las gravísimas dificultades en la red de transportes y por las insuficiencias
en los mecanismos financieros privados que impedían un nivel satisfactorio de
cohesión económica.
La población iba creciendo y se pretendía que su
aprovisionamiento no estuviera supeditado a las importaciones extranjeras. Se
intentó una política de fomento de cultivos que tropezó con
los intereses de la ganadería (intereses de la Mesta) y por el apego de
los municipios a la propiedad de los baldíos y comunes donde pastaban los
ganados del lugar y contra los que se adoptaron medidas tendentes a la
protección de las fincas (1788, autorización para el cerramiento perpétuo de
los olivares, viñas y huertas).
Tres modelos de conducta caracterizaron las
actuaciones del sector público en materia agrícola (especialmente intensa en
tiempos de Carlos III):
- Introducción de nuevas técnicas y
tareas en las fincas de patrimonio real; así el mismo Carlos III dirigió, como
ejemplo, los trabajos de mejora del Real Sitio de Aranjuez. Estas actuaciones
no representaron ninguna eficacia económica.
- Por otro lado la Corona realizó
acciones contra las tierras colectivas de los pueblos: en 1738 se contituyó la
Junta de Baldíos y Arbítrios para luchar contra éstos y conseguir extender los
cultivos. Pero estas tierras constituían fuentes de ingresos fiscales lo que
terminó por imponer la anulación de cualquier medida que supusiera la
alteración del sistema recaudatorio.
- También se realizó una ofensiva para
la dilatación de las superficies cultivadas en contra de los pastos; así se
dispusieron medidas entre 1766 y 1770 sobre repartimientos a condición de que
las roturaciones se adjudicaran a los vecinos más necesitados y que los
adjudicatarios se comprometieran a no subarrendarlas ni dejarlas
incultas.
Se adoptaron medidas hostiles frente a
los propietarios que no cultivaran sus tierras y se promovieron otras para
promocionar la libertad de trabajo de los labradores. En el régimen de la
propiedad territorial tardó tiempo el cambio a pesar del cambio dinástico.
Pero el Proyecto de Reforma de la
Agricultura mediante una Ley quedó sin efectividad por los muchos
inconvenientes aparecidos y las oposiciones encontradas.
Algunas mejoras introducidas:
Aranda: primer reparto de tierras comunales (sobre
todo en Extremadura, Andalucía y la Mancha) aunque terminó
en un fracaso.
Campomanes: disminución de privilegios a la Mesta y
autorización del vallado de fincas.
Floridablanca y Aranda: canales, pantanos, caminos y
carreteras.
Jovellanos (1795) en su Informe sobre la Ley Agraria
propone desamortizar tierras, desvinculaciones, permitir la entradas de los
productos agrícolas en un libre comercio, etc.
INDUSTRIA:
En la España del siglo XVIII predominaba el pequeño
artesano, cuya actividad se encuentra limitada por las reglamentaciones gremiales;
su producción se orientaba hacia un pequeño mercado, sin redes de
comercialización adecuadas; no existían intermediarios entre consumidores y
productores (comerciantes empresarios) que estimulasen la producción, las
inversiones y la renovación industrial. El proteccionismo de este tipo de industria,
frente a los productos extranjeros, fue característico de todo el período como
única forma de mantenerla, ya que su carácter artesanal-minoritario,
minifundista y gremial hacían a este tipo de industria incapaz de
resistir a la libre circulación y a la libre competencia.
La falta de artesanado y de oficios útiles era una
de las razones que explicaban el retrase económico de España; otra causa era la
falta de mano de obra empleada en los oficios útiles, su consecuencia el
subdesarrollo económico. No bastaba sólo con atender a la mejora de la
agricultura, era necesario fomentar la producción nacional para no tener que
comprar tanto en el exterior.
En el régimen de las operaciones capitalistas e
industriales también tardó tiempo en percibirse la instauración borbónica.
El colbertismo (Colbert ministro de Hacienda de Luis
XIV), como política económica mercantilista, sostenía que el Estado debía
intervenir fuertemente en la economía, protegiendo la agricultura nacional y
la industria, creando nuevas fábricas de tipo mixto que, una vez amortizadas,
podrían pasar a manos privadas.
Los primeros intentos de renovación industrial
partieron del Estado por la promoción de las Manufacturas Reales, centradas en
la producción de artículos de lujo o en el mantenimiento de industrias
tradicionales en decadencia, su rentabilidad fue escasa y se establecían con
criterios proteccionistas. También se intentaron consolidar
manufacturas de carácter mixto (Estado-particulares) en Cataluña.
La reactivación de la industria naval se vio
favorecida por el intervencionismo militar español del siglo XVIII.
La auténtica renovación industrial se produjo con
las Indianas de Cataluña (fábricas de estampados de algodón): aún con poca
mecanización, planteaban el esquema revolucionario de concentrar en unas
mismas manos la maquinaria y la propiedad, separando capital y trabajo y
con preocupación por la comercialización y competitividad de lo producido en
ellas. Su principal inconveniente radicaba en la dependencia exterior de sus
materias primas (algodón de Malta)
COMERCIO:
El mercado americano había entrado en un período de
decadencia; el nacional apenas existía: los intercambios de productos se
basaban fundamentalmente en los de lujo y a los que no tenían acceso la mayor
parte de la población por su escaso poder adquisitivo, limitados a
pequeñas áreas y sin el apoyo de una red de transportes adecuadas;
la producción (no especializada y tampoco cualificada) apenas tenía excedentes
para su comercialización y se orientaba -principalmente- hacia el
autoabastecimiento. El comercio español era deficitario y sólo se saldaban los
deficits a través de las monedas de oro y plata que llegaban de América (por
impuestos o como beneficios de las inversiones realizadas en empresas,
servicios o para proporcionar los productos allí demandados).
Existía, además, una clara desconexión entre el
interior peninsular y sus zonas periféricas; en éstas, por su mayor facilidad
de comunicación y por planteamientos económicos más avanzados, se produjo
durante el siglo XVIII una cierta revitalización de su comercio.
La ausencia de una burguesía era la causa
de la falta de capitalización del comercio y de la ausencia de medidas
tendentes a adecuar, de cara a su modernización, las estructuras comerciales y
productivas de la nación. Sólo en Cádiz, Málaga, La Coruña, Bilbao y Barcelona
existían comerciantes capaces de renovar su actividad adecuándola a las
circunstancias del momento.
El mercantilismo sostenía la necesaria intervención
del Estado en la actividad económica con el fin de favorecer su desarrollo.
Las Compañías comerciales privilegiadas monopolizaban buena parte del comercio
registrado, no tenían afán modernizador pues eran más sociedades de accionistas
y de crédito que propiamente sociedades mercantiles.
Inicialmente se fomentó la creación de Consulados de
Comercio (como agrupación corporativa de los mercaderes de cierta consideración);
mientras se multiplicaban estos organismos, la pequeña burguesía mercantil se
integró en los Cuerpos Generales de Comercio (como el de los Cinco Gremios
Mayores de Madrid que llegaron a crear, en 1763, su propia Compañía Mercantil,
o los surgidos en Zaragoza, Valladolid, Valencia...).
Posteriormente se evolucionó hacia la libertad de
comercio intentando la supresión de trabas y la anulación de las restricciones
al mismo.
"La libertad para comprar y vender es el único
medio de asegurar, por un lado, el precio capaz de estimular al vendedor a
producir; por otro, que el consumidor disponga de la mejor mercancía al más
bajo precio (...). Toda verdadera operación comercial debe ser recíproca y que
es un absurdo pretender vender a los extranjeros de todo y no comprar
nada" (Turgot, "Reflexiones sobre la formación y distribución de la
riqueza", 1766).
A lo largo del siglo se fue liberalizando el
comercio con América para todos los españoles, pero éste entró en una grave
decadencia como consecuencia de la Guerra contra Inglaterra (1796), por la
propia Guerra de la Independencia (1808-1814) y por la propia independencia de
los territorios americanos. Inglaterra trató de romper
sistemáticamente el monopolio español sobre este comercio.
Entre 1765 y 1778 Cádiz perdió el monopolio del
comercio americano que había heredado de Sevilla y una serie de puertos de toda
España pudieron participar en los negocios con América; ésto produjo
consecuencias positivas al estimular la creación de nuevas Compañías
comerciales y se incentivó la industria local en torno al comercio americano.
Se intentó también el fomento de la actividad
mercantil mediante la acentuación de la preocupación comercial en las relaciones
diplomáticas.
Algunas medidas significativas respecto al comercio
- Supresión de Aduanas
interiores, a excepción de Navarra y País Vasco (1717).
- Reorganización del monopolio de
Cádiz y del sistema de flotas (1717).
- Medidas tendentes al estímulo
de creación de Compañías de Comercio privilegiadas a partir del segundo tercio
del siglo y creación de una flota de protección de las rutas comerciales.
- Protección de los productos
interiores mediante la prohibición de importaciones de determinados productos
o el gravámen de otros.
- Libertad de comercio de
España con sus Indias (1778).
El comercio canario con América fue mirado con
recelo por la Casa de Contratación de Sevilla y hubo de sujetarse a un régimen
de licencias que dura hasta 1718; en esta fecha se promulgó un reglamento del
tráfico indiano que rige hasta las medidas liberalizadoras de Carlos III.
Igualmente existió un intenso comercio con Madeira y con Portugal, que ocasiona
la instalación en Canarias de comerciantes lusitanos.
La vida canaria está sometida al constante peligro
de las agresiones piráticas o de flotas de países enemigos (especial
importancia los ataques británicos del almirante Jennings, en 1760, y el de
Nelson, en 1797). Esta amenaza obliga a organizar milicias cívicas que se
reclutaban y mantenían en íntima conexión con las corporaciones municipales.
En la segunda mitad del siglo y por la influencia
del liberalismo económico y de las doctrinas fisiocráticas, se produjo la
libre circulación y precios del trigo (con el fin de evitar acumulaciones
especulativas); se estableció la libertad de comercio con América para todos
los puertos y naturales españoles; se suprimió la necesaria fiscalización de
los gremios respecto al trabajo y la producción (1790), etc.
En el aspecto religioso cabe destacar el Regalismo
de los borbones españoles. Los borbones tuvieron éxito en su deseo de
introducir en la vida eclesiástica española los principios regalistas
dominantes en Francia: por ellos el trono gozaba de amplias facultades en la
propuesta de obispos y jerarquías eclesiásticas y la Iglesia debía cooperar en
la uniformidad nacional al estructurarse en homogeneidad con la nueva
organización administrativa del país y aportar su enorme ascendiente sobre sus
atribuciones casi únicas en materia educativa.
En relación a la expulsión de los jesuitas, en
ella confluyeron diversos intereses: por un lado el cuarto voto de éstos
contradecía las tesis regalistas; los ilustrados pretendieron un cierto control
sobre la educación, sobre todo de los Colegios -puerta de la Universidad- y
sobre los que la Compañía de Jesús tenía una fuerte influencia; algunos
políticos les acusaron, también, de un exceso de peso político a través de sus
ex-alumnos; por último, algunos sectores de la Iglesia y algunas órdenes religiosas
les acusaban de excesiva influencia en la Iglesia. Se decretó su expulsión en
1767. Su marcha dejó, al menos, 142 colegios desatendidos momentáneamente en
la nación.
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