jueves, 18 de enero de 2018

aaaaaaaw

Ahí están los resultados de la política arriólica basada en esta máxima: “No hay que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo y lo mejor es tener cerrado el pico”. Al noventa por ciento esa máxima es una sandez.
A trancas y barrancas, Mariano Rajoy, que en las elecciones de 2015 perdió 63 escaños y se quedó en 123, se ha mantenido en el poder. Pero las encuestas, con rara unanimidad, certifican ahora el sorpasso de Ciudadanos, el partido que se robusteció tras las elecciones catalanas mientras el PP sufría la mayor debacle de su historia, entre la indignación de José María Aznar y el análisis sagaz de Cayetana Álvarez de Toledo.
A Mariano Rajoy lo que le pide el cuerpo es no hacer nada ante el temporal que se ha desencadenado. Se equivocará, sin embargo, si no reacciona ya. Para él y su partido, la situación exige la renovación del 50% de un Gobierno que está abrasado. Exige también abandonar las trincheras defensivas y lanzarse a una ofensiva general en la vida española multiplicándose en los medios de comunicación y atendiendo a las organizaciones sociales y culturales. El presidente del Gobierno debe salir todos los días de Moncloa y entrar en contacto con la gente en los actos culturales y sociales de la vida española, además de estar presente en los políticos y en los empresariales.
No estoy seguro de si recuperará así el voto perdido, pero si no quiere resultar arrollado por Albert Rivera y Ciudadanos, Mariano Rajoy debe enterrar las máximas estúpidas de Pedro Arriola y lanzarse decididamente a la operación que la precaria situación del PP exige. El botafumeiro que Soraya y Dolores bambolean a la puerta de su despacho ha quemado todo el incienso y huele a podrido. Algunos recordamos muy bien lo que pasó con la UCD prepotente. Pasó de 168 escaños a 11 y se quedó solo con el “Yo voto a Lavilla” de un periódico entusiasta.

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