miércoles, 21 de febrero de 2018

Estudiar en español y hablarlo es un derecho civil elemental, que garantiza la propia Constitución, aunque en ocasiones sus exégetas no vean la deslumbrante claridad de los textos. El debate por la defensa de la libertad lingüística es más pertinente que nunca. A ello hay que añadir la necesaria discusión acerca de la utilidad de un idioma, y de cómo puede ser utilizado para excluir o incomunicar a unas personas de otras. Está en la raíz de todo movimiento totalitario y sobra literatura al respecto. Se adoctrina desde la cuna, con el lenguaje que nos distancia y, sobre todo -y ahora parece pasar desapercibido-, con los contenidos: con las falsedades históricas y la tergiversación de los materiales didácticos. Casi nadie pone el acento en ello, pero delante de nuestros ojos, en Cataluña y otras zonas de España, se distorsiona la realidad y se educa en el odio étnico. Ahí radica el centro del conflicto. Se nos ha ido la mano en la descentralización y hemos construido una democracia acomplejada, precisamente, con los valores que la sustentan. Alguien debería enarbolar la bandera de la protección democrática. Toda España iría detrá

Estudiar en español y hablarlo es un derecho civil elemental, que garantiza la propia Constitución, aunque en ocasiones sus exégetas no vean la deslumbrante claridad de los textos. El debate por la defensa de la libertad lingüística es más pertinente que nunca. A ello hay que añadir la necesaria discusión acerca de la utilidad de un idioma, y de cómo puede ser utilizado para excluir o incomunicar a unas personas de otras. Está en la raíz de todo movimiento totalitario y sobra literatura al respecto. Se adoctrina desde la cuna, con el lenguaje que nos distancia y, sobre todo -y ahora parece pasar desapercibido-, con los contenidos: con las falsedades históricas y la tergiversación de los materiales didácticos. Casi nadie pone el acento en ello, pero delante de nuestros ojos, en Cataluña y otras zonas de España, se distorsiona la realidad y se educa en el odio étnico. Ahí radica el centro del conflicto. Se nos ha ido la mano en la descentralización y hemos construido una democracia acomplejada, precisamente, con los valores que la sustentan. Alguien debería enarbolar la bandera de la protección democrática. Toda España iría detrá

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