El partido establece la votación de una
"lista de país" de circunscripción única. Los resultados se
proclamarán el 24 de julio
FRANCESCO MANETTO Madrid 30 JUN 2015 -
21:29 CEST
Podemos convocó este martes unas
primarias para las elecciones generales que aseguran el triunfo de Pablo
Iglesias, secretario general de la formación, y su equipo, además de garantizar
a la cúpula el control absoluto de las listas, que para el Congreso de los
Diputados serán de circunscripción única. La dirección cierra así cualquier
disputa real a los equipos competidores. Los resultados se conocerán el 24 de
julio.
El reglamento de las primarias,
aprobado el pasado sábado en el Consejo Ciudadano con la oposición de la líder
de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, contempla tres votaciones: una para
el candidato a la Presidencia del Gobierno; otra para el Senado, con listas
autonómicas; y una tercera para el Congreso de los Diputados —la más relevante—,
a la que solo se presentarán candidaturas de circunscripción única para toda
España, que podrán ser votadas en su integridad según el método conocido como
lista plancha o combinando los nombres de distintos equipos. Esta fórmula ya
fue empleada en anteriores procesos de primarias de Podemos y fue criticada por
varios sectores de la organización porque los participantes acaban apoyando, de
facto, a las listas completas.
Los ciudadanos que quieran participar
en el proceso, a través de la página web de la formación, elegirán el conjunto
de los aspirantes de Podemos a la Cámara baja. Aunque los parlamentarios son
350, las listas para estas primarias no coparán todos los puestos, ya que el
partido reserva unas plazas para miembros independientes de distintos “sectores
sociales” y de las fuerzas con las que Podemos busca acuerdos en Cataluña,
Comunidad Valenciana, Baleares y Galicia. En función del resultado obtenido,
además, los candidatos podrán elegir en qué circunscripción concurrir en las
generales.
El objetivo de la dirección de Podemos,
que asume que este plan recibirá críticas, consiste en garantizar una
alternativa de Gobierno o grupo de oposición cohesionado. “Hemos apostado por
unas primarias que permitan configurar equipos de los cuales salga un grupo
parlamentario capaz de ser alternativa de Gobierno y la fuerza más sólida”,
argumentó Íñigo Errejón, número dos de la formación. “Vamos a concurrir con una
lista de país”, explicó el dirigente. El sistema tiene dos criterios de
corrección: el género y los puestos reservados para formaciones como Compromís,
ICV o las mareas atlánticas. “Estamos en conversaciones con diferentes actores
políticos en la Comunidad Valenciana, en Galicia, y estamos en conversaciones
en Cataluña para construir una candidatura para las autonómicas catalanas”,
señaló Errejón.
Unidad popular sin IU
Este reglamento de primarias abiertas
entierra de forma definitiva, salvo en esas comunidades que los dirigentes del
partido califican de “nacionalidades” —Cataluña, Galicia o Valencia—, la
confluencia con otros partidos e Izquierda Unida. “El planteamiento político de
fondo es que no se trata de hacer frentes de izquierdas, porque eso es lo que
les gustaría” a los partidos tradicionales, defendió el secretario de Política
de Podemos. En cualquier caso, reafirmó que las listas de Podemos “deben ser
listas de unidad popular”.
El politólogo se remitió a la asamblea
fundacional de Vistalegre, que votó concurrir con marca propia a las generales.
“Decidimos una hoja de ruta que no siempre fue sencilla y no siempre fue
entendida por todos los sectores", reconoció. La unidad popular que
perseguirá Podemos se hará, en palabras de Errejón, “con acuerdo, con
seducción, e integrando en nuestras listas a sectores que representen a grupos
diversos”. “Nos vamos a dejar la piel para que en las próximas listas así sea”,
agregó.
El dirigente, que vinculó los
acelerados tiempos de las primarias del partido a las especulaciones sobre un
adelanto electoral, avanzó también que, tras las elecciones generales, la
primera condición para llegar a un entendimiento con otras fuerzas será una
reforma del sistema electoral que, pese a ser proporcional sobre el papel, se
convierte en un modelo mayoritario de facto.
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