¿Por qué Podemos puede?
Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 02 nov 2014
«Cuando el agua ha empezado a hervir, apagar el fuego
ya no sirve de nada». Esta frase, atribuida a Nelson Mandela, explica muy bien
la incapacidad del liderazgo político y mediático del bipartidismo para comprender
el ascenso político de Podemos. Cuando sólo se comprende la temperatura del
agua por su hervor (es decir, por la evidencia visible de las burbujas)…
entonces no se entiende por qué y cómo se calienta el agua hasta su ebullición.
La primera encuesta publicada (a la espera de la del CIS, de la que ya se
insinúan resultados muy parecidos) está generando una conmoción significativa.
En parte, porque la comodidad política es insolentemente soberbia. Y este
bofetón demoscópico está despertando a más de uno de la larga siesta mental,
con la que han digerido los movimientos tectónicos que se han producido en la
sociedad española.
Pero de nuevo, parte de los análisis querrán ver, en
este histórico resultado, explicaciones coyunturales atribuibles a este
fatídico mes de octubre (en especial para Rajoy, su gobierno y el PP). Pero sin
ignorar los hechos —con el insoportable coste de la corrupción— que han hundido
la confianza en la gestión y en la reputación de las principales fuerzas
políticas, para comprender este sorpasso habrá que buscar en razones más
profundas —y poderosas— parte de las explicaciones de esta radical alteración
del tablero político. Estas son, quizá, algunas de las razones de fondo —a las
que me acerco con prudencia— que explicarían por qué Podemos ha llegado tan
lejos. De momento.
1. Ignorancia. Desde que emergió el 15M, las fuerzas
políticas mayoritarias han mostrado una severa incapacidad para comprender lo
que ha sucedido en nuestra sociedad en los últimos años. Con sus obsoletos
sensores tradicionales, no han registrado la frecuencia de los nuevos tiempos.
Despreciaron lo que ignoraron. Y a causa de esta autosuficiencia política, con
los termómetros averiados, no entendieron el incremento de la temperatura
social. Las crisis económicas, políticas e institucionales añadían, con cada
duro recorte, con cada caso de corrupción lacerante, o con cada descrédito
regio, más gas a la llama de la indignación.
2. Lentitud. «Cuando las horas decisivas han pasado,
es inútil correr para alcanzarlas», escribió Sófocles. Y esta lentitud para
pensar, reflexionar y hacer los cambios y las reformas —a tiempo y a fondo— que
la sociedad demandaba, y la situación requería, ha hundido la credibilidad de
los grandes protagonistas de la vida política española. Todo se dejaba para más
adelante. Y esta exasperante lentitud se ha convertido en pereza y parálisis.
Las reformas llegan tarde. Y la ruptura (política o territorial) avanza como
opción frente a un claudicante e insuficiente reformismo realmente
transformador. El tsunami ha llegado a la playa, finalmente, mientras los que
estaban en la orilla veían perplejos, incrédulos y paralizados la llegada de la
ola devastadora. Lentos por arrogantes. Con grasa en las neuronas y en los
músculos.
3. Torpeza. Desde la irrupción electoral de Podemos,
el pasado mes de mayo, se ha atacado —creo— a esta formación con una pobreza de
argumentos extraordinaria. La previsibilidad de los principales oponentes a los
líderes de Podemos en las tertulias mediáticas ha contribuido a su éxito más
que nada y que nadie. En cada programa de televisión, han mostrado una grave
incapacidad para contrarrestar los estilos, los argumentos y la estrategia de
los portavoces de Podemos. Con su falta de preparación y con su actitud han
alimentado el fenómeno. Tanta torpeza sólo es posible cuando la prepotencia
obtura el pensamiento. Los portavoces mediáticos del bipartidismo han sido
incapaces de tener una estrategia mínimamente eficaz frente a la estudiada y
calculada audacia de Podemos. Al contrario, han alimentado a Podemos.
4. Ambición. Podemos ha gestionado las expectativas
con inteligencia. Veremos si son capaces de mantener la serenidad. Cuando Pablo
Iglesias afirmó que se presentaban para ganar… fue recibido con la displicencia
de los que creen que tienen una posición inexpugnable, asegurada y consistente.
Gran error. Otra vez, la soberbia política era incapaz de comprender que lo que
se estaba fraguando reclamaba una urgente dosis de humildad y una acelerada
rectificación de comportamientos y prácticas, si se quería tener una posición
suficientemente creíble frente a la ruptura audaz que propone Podemos. Nada.
Frente a la ambición se respondió con clichés y estereotipos mal diseñados,
débiles e inconsistentes. Si alguien hubiera leído, por ejemplo, la tesis
doctoral de Íñigo Errejón quizá habría prestado la atención que se merece este
proyecto político. Pero nada. Era más fácil, por ejemplo, el latiguillo
acusador del «populismo», antes que querer comprender cuanta ciencia y técnica
hay detrás de todo lo que han hecho. Nadie ha querido aprender.
5. Redes. Podemos conoce la capacidad de la
tecnopolítica. Mientras algunos se han dedicado a buscar grietas en el modelo
de votación de la Asamblea Ciudadana de hace unos días, con el único objetivo
de desacreditar el proceso, la mayoría no ha comprendido cómo las nuevas redes
son capaces ya de construir proyectos. De militantes a activistas. De sedes a
redes. De agrupaciones a círculos. De ejecutivas a nodos. Estamos frente a una
tecnología de proximidad, multipantalla y multiformato, capaz de cambiar los
modelos de comunicación, organización y creación de contenidos. Lo saben las
empresas pero todavía no algunos grandes partidos. Y todavía hay arrogantes que
desprecian la política digital desde una superioridad de plastilina. Es cierto,
un tuit no es un voto, pero no hay que ser demasiado espabilado para comprender
que sí puede cambiarlo.
6. Ánimo. La interpretación de que los indignados
(15M) se trasformaron en cabreados (mareas) y ahora es el momento de los iracundos
(Podemos) es la fácil tentación para explicar lo que sucede. Otra vez la
pereza. Pero todo es mucho más complejo. Podemos está materializando su nombre.
Haciendo corpórea, políticamente, su identidad afirmativa. Sí, se puede. Sí hay
alternativa. Y sí, se puede ganar. Gestionan los intangibles porque los conocen
y los estudian. Mientras se les reclama soluciones y propuestas, Podemos se
centra en las emociones y en los retos. Y han comprendido, mejor que nadie, que
las ganas de abofetear electoralmente a los responsables políticos de esta
situación era la demanda más clara y urgente de una parte creciente y
transversal de la sociedad española. Otra vez, nada más y nada menos, que una
nueva y diferente versión del voto útil. Para nada resignada o especulativa.
Sino combativa y radical. Podemos, puede competir. Quién quiera combatirlos...
mejor será que los estudie un poquitín. APodemos como síntoma
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