LA OPINIÓN DE Antonio Burgos
Cada vez cierran más librerías, porque la gente compra menos novelas y
los que lo hacen las piden por Amazon. Cada vez cierran más cines, aparte de
que muchos les hemos echado la cruz a las películas españolas desde que los
vimos en toda su salsa del «No a la Guerra» en los premios Goya, porque las
salas ya no están en el centro de las ciudades, sino en las grandes superficies
del extrarradio. Algo así como si el león de la Metro se hubiera colocado de
cajera en Carrefour. Todo eso es lógico y natural. ¿Para qué queremos novelas
de aventuras ni películas de intriga teniendo aquí la apasionante España? No
hay en Hollywood guionista tan imaginativo ni en la cuadra de Planeta o
Alfaguara novelista tan creador que sea capaz de crear una trama entre humor
del absurdo y suspense para no dormir como la propia realidad de esta España
tan rarita con la que nos estamos asentando en el siglo XXI. Ahora, ahora es
cuando no la conoce ni la madre que la parió, y no cuando con traje de pana y
mayoría absoluta recién ganada anunciaba terrores del milenio ese hermano de
Juan Guerra ya septuagenario que se ha retirado como diputado y recibido el
homenaje habitual que se les da a los jubilados en las empresas, quizá hasta
con reloj grabado y dedicado.
Apunta, nene, apunta, lo divertida y acongojante que está esta España
entre camarote de los hermanos Marx, hundimiento del Titanic y acoso de los
pájaros de Hitchcock, menudos pájaros. Así que pones TVE y asistes cada tarde a
la exaltación y elogio de la población reclusa española, y al aplauso público a
quienes cumplen condena por delitos de la corrupción. Y hay gente a la puerta
de las cárceles, aplaudiendo. Como cuando entraban en la de Guadalajara los dos
protohéroes de la mangoleta sociata a los que despedía Felipe González. Pero ahora
en plan folclórico. Ni Berlanga hubiera hecho un guión mejor.
¿Y la pitada separatista a la Marcha Real y al Rey? ¿Se imaginan a la
Reina de Inglaterra en Wembley oyendo una pitada orquestada a lo Von Karajan
mientras suena el «God save the Queen», con silbatos comprados con dinero
público y repartidos con la complacencia de Cameron, que sabiéndolo no movió un
dedo? Pitos de pitorreo que vienen a decir con su estridente sonido que a la
señora reina la va a salvar su puñetero padre, que nosotros no queremos ser
súbditos del Reino Unido de la Gran Bretaña. Pues eso ha ocurrido en España. Y
No Passsa Nada. ¿Qué se creía usted, que esto es Estados Unidos, donde los
americanos se emocionan con su bandera? Es que los americanos y los ingleses
son unos fachas, a ver si se entera usted bien del guión de esta apasionante
película española...
Pero es que, además, la mejor novela negra es la información de los
periódicos sobre el futuro municipal de ese Eje del Bien y del Mal que se está
creando. El Eje Barcelona-Madrid-Cádiz. ¿A que suena a compañía antigua de
ferrocarriles, a MZA, Madrid-Zaragoza-Alicante? Pues veremos qué ocurre con el
eje, si no parte el modelo democrático de la Transición por el ídem y si no
acaban al final yendo a por la Monarquía. ¿Saben en qué consiste lo apasionante
de ese Eje? Pues que como España es diferente, que decía Fraga en sus carteles
como ministro de Información y Turismo, quizá sea pronto la única nación del
mundo donde el sistema está gobernado por los antisistema. Esto es algo así de
contradictorio como si el Sacro Colegio Cardenalicio estuviera integrado por
miembros de la Asociación de Ateos o como si los carteles de San Isidro los
torearan antitaurinos de la asociación protectora de animales. Va a ser
estrictamente apasionante ver qué pasa en Madrid con la Carmena, qué pasa en
Barcelona con la Colau, qué en Cádiz con el Kichi. ¿Cómo se pisa moqueta al
modo antisistema? ¿Cómo se pelan los langostinos según Podemos? Porque no
corrompe el poder, como dicen: corrompen la moqueta y los langostinos. Pasar,
las vamos a pasar canutas, pero ¿y lo que nos vamos a divertir contemplando el
espectáculo?
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