¿Por qué pedimos el
referéndum sobre la OTAN?
RAMON TAMAMES 18 OCT 1984
Desde el debate de
investidura de Calvo Sotelo como presidente del Gobierno -febrero de 1981 -, la
cuestión del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN viene siendo
un tema polémico, cien veces suscitado, que el poder, según los firmantes de
este artículo, ha querido siempre rehuir con sus respuestas: la negativa a
convocarlo, el confusionismo calculado o la ambigüedad.
El Gobierno Calvo Sotelo se
negó en redondo a convocarlo, pese a la intensa campaña de la oposición contra
el ingreso en la OTAN, en la que se solicitaba que éste fuese sometido a
referéndum consultivo entre la población. España se convierte, así, el 30 de
mayo de 1982, en el miembro número 16 de la Alianza Atlántica. Meses antes, en
el mitin anti-OTAN celebrado la víspera del debate parlamentario en la Casa de
Campo, de Madrid, Felipe González había preguntado: "¿Por qué tiene el
Gobierno miedo de consultar al pueblo?" La respuesta estaba implícita en
las encuestas de aquel entonces: el 44% de la población votaría en contra, y
sólo el 14% lo haría a favor.La negativa a celebrar el referéndum -cuando
menos, la oposición a convocarlo- es mantenida hoy por algunos miembros de las
fuerzas armadas y del partido en el Gobierno, así como por intelectuales y
políticos de diversa ideología.
Y ello con base en
argumentos dudosamente democráticos, tales como los siguientes: las consultas,
populares en temas de política internacional deberían excluirse, dada su
complejidad, al ser imposible facilitar a la población todos los datos por
razones de seguridad; si se realizase esa consulta, los movimientos pacifistas
europeos pedirían en cada país un referéndum sobre la permanencia en la OTAN, y
esa agitación iría en perjuicio de la defensa occidental; convocar el
referéndum implicaría a los socialistas en la defensa, ya que no de la
integración, cuando menos del actual statu quo, lo cual daría magníficas
oportunidades a una parte de la oposición para unirse en la defensa de la paz,
y a otra, para denunciar una vez más las contradicciones del Gobierno;
convencer a la mayoría de la población para que votase a favor de la
permanencia en la OTAN no sería fácil, y la pérdida del referéndum, aun no
siendo su resultado vinculante, podría acarrear la caída del Gobierno, con el
consiguiente riesgo de inestabilidad y de daño para el Estado; y así
sucesivamente.
En ese contexto contrario a
la realización del referéndum, algunos destacados miembros del PSOE se muestran
partidarios de no convocarlo y de sustituirlo por un debate parlamentario tras
unas elecciones generales anticipadas.
Confusionismo y ambigüedad
Desde los tiempos en que
Javier Rupérez, embajador del Gobierno Calvo Sotelo -ante la OTAN, mantenía la
tesis de la interrelación entre los aspectos económicos, polítícos y militares
de la integración europea, la conexión/confusión entre cuestiones y puntos de
vista diferentes, o contradictorios sólo es superada por la ambigüedad al
abordarlos. Ambiguo era, por lo pronto, vista la actitud de los últimos años,
el eslogan socialista de 1981: "De entrada, no", que permite todas
las interpretaciones.En junio de 1980, el hoy presidente del Gobierno dijo en
el Congreso que, si se ingresaba en la OTAN por mayoría simple del Parlamento,
por mayoría simple se podría salir. Luego, el programa electoral socialista de
1982 propugnaba la convocatoria de un referéndum para que el pueblo español
pudiera pronunciarse sobre la permanencia en la Alianza. El referéndum popular
aparecía así como el acto legitimador de una decisión trascendental, que la
mayoría parlamentaria, aun dejando en su día de ser exigua, no debería tomar ni
rectificar por sí sola.
Alcanzado el poder, la
actitud del Gobierno en la cuestión concreta del referéndum -y en tantas otras
cosas- cambia radicalmente. La renuncia al horizonte utópico -aquella luminosa
ventana abierta al futuro de la campaña electoral- hace de la política, no el
arte y el riesgo de lo realmente posible, sino la simple administración de la
impotencia.
Aquí radica la temerosa
posición del Gobierno en el tema que nos ocupa: incapaz de enfrentarse al
pueblo para explicarle las razones que le han impedido hasta ahora cumplir con
su promesa electoral, prefiere moverse en el juego de la improvisación, las
medias palabras y las declaraciones equívocas; a lo cual se añaden las
contradicciones entre el presidente y sus ministros, y entre éstos y otros
miembros destacados de su partido.
Una duda
La perplejidad ante este
panorama de inseguridad y desconcierto deja paso a una duda: ¿serán acaso
calculados el confusionismo y la ambigüedad? Veamos algunas consideraciones:
a) Desde 1980, el PSOE viene
afirmando que el ingreso de España en la OTAN debe someterse a referéndum
popular. Si ese era un propósito sincero, ¿por qué no fue convocado el
referéndum en los primeros meses de 1983, cuando el éxito electoral era
reciente?
b) En junio de 1983, el presidente
del Gobierno aseguraba que éste sería neutral y no apostaría por una u otra
opción en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. En 1984, en
su reciente viaje a Copenhague, afirmó, por el contrario, que el Gobierno se
pronunciaría "a favor" o "en contra" antes de que lo haga
el pueblo. ¿No sería más correcto, en vez de tanta rectificación, explicar a
los ciudadanos qué piensan él y su Gobierno y el porqué del cambio de postura?
c) Felipe González prometió
en su discurso de investidura una sesión parlamentaria dedicada a los problemas
de seguridad y de defensa. ¿No sería útil realizarla ahora, con amplia
cobertura de radio y televisión, para informar al pueblo antes de consultarle?
d) Cuando Rupérez
representaba al Gobierno Calvo Sotelo ante la OTAN hablaba de la conexión entre
lo económico, lo político y lo militar en la integración europea. Ahora, el
presidente del Gobierno, en su reciente viaje a Irlanda, admite la existencia
de una "vinculación psicológica", aunque no jurídica ni puramente
política, entre la entrada de España en la CEE y la permanencia en la OTAN. ¿No
debería, explicarse al pueblo que una cosa es una comunidad económica y otra
una alianza militar? Por razones de dignidad nacional, de rechazo a las
presiones externas, ¿no debería explicarse a los restantes miembros de la
Alianza -por cierto, poco proclives a facilitar nuestro ingreso en el Mercado
Común- la nítida separación entre ambas cuestiones?
e) El ministro Morán ha
sugerido abandonar el Comité Militar de la OTAN, porque no consigue comprender
"cómo se puede sostener que no formamos parte de la organización militar
estando dentro de ese comité". ¿No debería explicarse a los ciudadanos
cómo, a pesar de la suspensión de las conversaciones para la plena integración
anunciada por Felipe González en el debate de investidura, España asiste, con
estatuto de observador, a las reuniones ministeriales del Grupo de Planes
Nucleares; participa en las reuniones semestrales del Comité de Planes de
Defensa, en una de las cuales nuestro ministro del ramo anuncia su voluntad de
"empujar la participación de España en las futuras maniobras militares de
la Alianza", y está representada a su más alto nivel en el Comité Militar,
la máxima autoridad militar de la OTAN? Todos estos hechos, ¿no demandan una
explicación?
¿Por qué convocarlo?
Los miembros de la Mesa por
el Referéndum sobre la OTAN, e implícitamente los millares de ciudadanos que
han expresado su apoyo a nuestro llamamiento, queremos para España, ante todo,
una democracia avanzada, como se preconiza en el preámbulo de nuestra
Constitución, en la que el Estado no destruya con su afán de secreto
-justificación última de su poder- la soberanía del pueblo: su derecho a
participar en las más importantes decisiones. Por eso pedimos el referéndum. Y
lo hacemos con base en los siguientes argumentos:
1. Convocar elecciones
anticipadas con objeto de evitar el referéndum sería, por lo pronto, un fraude
al electorado y además una actitud irresponsable, ya que el Gobierno debería
agotar la legislatura por razones de estabilidad democrática.
2. La pertenencia de España
a un bloque militar es una decisión que afecta a todos los ciudadanos y a las
generaciones venideras. Entra, por tanto, de lleno entre las cuestiones de
"especial trascendencia" que, en términos del artículo 92 de nuestra
Constitución, pueden ser sometidas a referéndum.
3. La participación del
pueblo en una decisión que afecta a la defensa y a las relaciones
internacionales -cuestiones hasta ahora reservadas a especialistas civiles y
militares- supondría profundizar la democracia. Si, por el contrario, el
referéndum no se celebrase, la política de defensa seguiría siendo un coto
cerrado, en el que tendrían gran predominio -de hecho, gran autonomía- los
propios militares.
4. Muchos españoles siguen
siendo críticos respecto a la forma en que el anterior Gobierno de UCD nos
incorporó a la OTAN. El Gobierno actual, si de verdad quiere el reforzamiento
de la democracia, no puede hurtar las promesas hechas a los electores por lo
que ello tendría de burla a la buena fe de los ciudadanos: los programas
electorales en una democracia configuran un contrato político y moral entre
quienes resultan elegidos y el pueblo que les vota.
5. Si el Gobierno desea
cumplir ese contrato, ha de abrirse a la transparencia y aceptar "la
racionalidad clásica" del pueblo español, en palabras del canciller Khol.
"Vamos a concienciar a la población", dijo en cierta ocasión Alfonso
Guerra, "para que exija ser escuchada, para que exija un referéndum".
Concienciar es el camino honesto. El hermetismo, la ambigüedad, el
confusionismo deliberado, el retraso en clarificar la posición del Gobierno son
procedimientos que decepcionan a los ciudadanos y desprestigian la democracia.
6. Sólo cabe, pues, una
cosa: convocar de forma inmediata el referéndum, y hacerlo con una pregunta que
se ciña estrictamente a las dos respuestas posibles, sí o no; sin vincularla a
otras decisiones de política exterior o de defensa. Y que el propio Gobierno,
tal como se prometió en la campaña electoral, acate el resultado de la consulta
y cumpla la voluntad que se exprese mayoritariamente.
Para terminar estas
consideraciones, y ante la dilación sin explicaciones del referéndum, cabría
preguntarse lo mismo que Felipe González hace exactamente tres años: ¿por qué
tiene el Gobierno miedo de consultar al pueblo? Nos gustaría que esta pregunta
tuviera pronta respuesta.
*Además de Ramón Tamames,
presidente de la Mesa por el Referéndum sobre la OTAN, suscriben este artículo
Ángel Benito, del Partido Andalucista; Fernando Castedo, del Centro Democrático
y Social (CDS); Enrique Curiel, del Partido Comunista de España (PCE); Luis
Daza, del Colectivo Socialista Granadino Pablo Iglesias; Isabel Herreros, de
Izquierda Republicana; Gregorio López Raimundo, del Partit Socialista Unificat
de Catalunya (PSUC); José María Mohedano, presidente de la Asociación de
Derechos Humanos; Ramón Orfila Pons, del Partido Socialista de Menorca, Alonso
Puerta, del Partido de Acción Socialista (PASOC); Josep Palau, de la Unión de Juventudes
Comunistas de España (UJCE); Alberto Rodríguez, de Justicia y Paz; Sebastián
Serra, del Partido Socialista de Mallorca; Josu Ugarte, de Iniciativa Vasca por
el Referéndum, y Francesc Vicens, de Esquerra Republicana de Cataluña
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