lunes, 26 de marzo de 2018

La partida de ajedrez del juez Llarena y Puigdemont Cinco meses después de fu

La partida de ajedrez del juez Llarena y Puigdemont

Cinco meses después de fugarse, el expresidente catalán no ha podido burlar esta vez la estrategia del magistrado


Enrique Delgado SanzEnrique Delgado Sanz
@Delsanz
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MadridActualizado:


Como los buenos ajedrecistas, Pablo Llarena, el juez instructor del «procés», no ha tenido prisa a la hora de disputar su particular partida legal contra el líder del secesionismo, Carles Puigdemont. El duelo entre ambos comenzó hace cinco meses, cuando el expresidente cesado de la Generalitat huyó de España, probablemente escondido en el maletero de un coche. Bélgica fue el destino escogido para obstaculizar -leyes garantistas y abogado de etarras mediante- la labor de la Justicia española, que encontró en Llarena al contendiente perfecto.
Algunas de sus decisiones, como la retirada de la orden europea contra Puigdemont, no fueron comprendidas por la opinión pública. Sin embargo el tiempo le ha dado la razón a su planteamiento, que le permitió ayer, menos de 48 horas después de procesar a 25 protagonistas del «procés» y reactivar la euroorden, poner en «jaque» a su rival.

Lamela ordena la busca y captura

Antes de que Llarena se sentara frente a Puigdemont en el tablero tras asumir completa la causa del «procés», la juez Carmen Lamela, de la Audiencia Nacional, dictó el 3 de noviembre de 2017 la orden europea de detención y entrega contra Carles Puigdemont y los cuatro exconsejeros (Comín, Serret, Puig y Ponsatí) que acudieron a los tribunales pese a estar imputados por rebelión, o sedición, y malversación. Antes, la mayoría de los políticos que acudieron a dar la cara por sus responsabilidades en el referéndum ilegal del 1-O, como por ejemplo Junqueras, Turull o Forcadell, fueron encarcelados.


Puigdemont y unas leyes a medida

Con la orden de detención europea pisándole los talones y la aplicación del artículo 155 de la Constitución aún en el recuerdo de la opinión pública en España, Puigdemont y sus exconsejeros fugados pasearon un por Bruselas hasta que, la mañana del domingo 5 de noviembre, se personaron por voluntad propia en la sede de la Policía federal de la capital belga. Ese movimiento fue toda una declaración de intenciones de Puigdemont y él, junto con sus exconsejeros, fueron privados de libertad a las 9 y 17 minutos de la mañana de aquella misma jornada.

Un abogado de etarras da aire a los fugados

Desde el instante del arresto, el juez instructor belga tuvo 24 horas para decidir si admitía la euroorden española o si dejaba en libertad a los prófugos. Antes de media noche, Puigdemont y sus escuderos salieron en libertad con codiciones: establecer su domicilio fijo en Bruselas, no abandonar Bélgica sin permiso del juez de instrucción, además de estar obligados a personarse en todas las diligencias procesales. A tenor del resultado, la maniobra, pactada con Paul Bekaert, abogado de Puigdemont y otrora defensor de etarras, los fugados independentistas tomaron un poco de aire antes de que Llarena asumiera la causa.

Llarena se adelanta a la justicia belga

El plan de Puigdemont en Bruselas pasaba por ganar tiempo para evitar la detención a toda costa. Y le estaba saliendo bien, puesto que su abogado supo ingeniárselas para retrasar el veredicto de la Justicia belga sobre la entrega del expresidente catalán hasta el pasado 14 de diciembre. En ese impás, mientras Puigdemont paseaba por allí y se fotografiaba con los más curiosos, el juez Llarena aprovechó para contraatacar y protagonizar un, a la postre, hábil movimiento. Optó el 5 de diciembre por retirar las órdenes europeas de busca y captura que interpuso su predecesora. Evitó así una hipotética confrontación con la Justicia belga; mientras que Puigdemont y sus exconsejeros ganaron la libertad -temporalmente- siempre que no regresaran a España. Hubo muchos que no lo entendieron entonces, ya que tras esta decisión, los líderes secesionistas fugados comenzaron a prodigarse en actos por el independentismo de Cataluña con total normalidad.

El error de confiarse demasiado

Si enfrente hay un buen rival, un despiste o el exceso de confianza pueden tirar la partida por la borda. Y ese ha sido el punto débil de Puigdemont, que llegó incluso a permitirse el lujo de retar a Llarena con su viaje a Dinamarca a finales de enero para vender un discurso secesionista que ridiculizó una docente danesa. Dos meses después, el 22 de marzo, Puigdemont redobló el envite y viajó a Finlandia para dar otra charla, al parecer confiado en que volvería a casa como si nada. Tenía listo el billete de vuelta de avión, pero no contó con que Marta Rovira también huyera y condenara, por no comparecer ante Llarena, a la prisión provisional a sus compañeros independentistas. Este hecho provocó también que el magistrado dictara una orden internacional contra la de ERC y reactivara las euroórdenes del resto de fugados. Entre ellas, la de Puigdemont.

Atrapado a más de 2.000 kilómetros de casa


La noticia precipitó que el «expresident» abandonara Finlandia para no ser arrestado. Su objetivo era llegar a Bélgica, pero cayó en la trampa en Alemania, el peor lugar para sus intereses por la similitud de sus leyes con las españolas en la materia. Llarena no ha cantado aún el «jaque mate», pero ahora la partida pinta muy mal para Puigdemont.

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