ENRIQUE CEREZO
Sábado 03 de marzo de 2018, 17:59h
Incontables comentarios y reproducciones en las redes sociales ha suscitado este artículo de Luis María Anson, publicado en el diario El Mundo. Lo reproducimos a continuación.
Lo he escrito reiteradas veces. Si Enrique Cerezo se presentara a las elecciones autonómicas o municipales en Madrid, arrollaría, dejando en ridículo a algunos de esos líderes políticos que gallean desde la mediocridad. El presidente del Atlético de Madrid deslumbra por su capacidad para la comunicación. Es un hombre sosegado, tranquilo, ecuánime. Sonríe con los ojos. Habla con la palabra precisa, sin gritos ni aspavientos. Tiene el don de la simpatía personal. Ha ayudado con generosidad a los amigos caídos en desgracia, demostrando un inacabable sentido de la solidaridad. También a los jugadores y a sus familias. Y a infinidad de personas del cine. Y la gente le quiere.
Yo, naturalmente, soy, como Dios manda, del Athletic de Bilbao, el único de los grandes equipos que juega con once españoles, y siempre tengo un recuerdo para aquella delantera de fuego que iluminó mi adolescencia: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza. Pero he visto jugar al Atlético de Madrid en Vallecas, en el Metropolitano, en el Vicente Calderón, y ahora en el nuevo Metropolitano. Admiraba a Campos, aquel prodigioso interior izquierda que jugaba como la seda. Y al canario Silva, que era la clase hecha fútbol. Y a Ben Barek, tan bueno como Zidane, del que un día me dijo Di Stéfano que había visto jugar a todos los grandes futbolistas y que aquel marroquí negro no cedía ante ninguno. Carezco de espacio para citar a los jugadores del Atlético que me hicieron disfrutar del deporte rey.
Así es que acudí al homenaje que, en los salones del Metropolitano, los futbolistas, los técnicos, los familiares y los amigos de Enrique Cerezo le tributamos con motivo de cruzar la frontera de los 70 años. Fue una cena, conducida por Gonzalo Miró, llena de emoción. Tuve la suerte de que me sentaran al lado de Cayetano Martínez de Irujo, el hijo al que siempre distinguió la duquesa de Alba. Se habló de todo y de todos, menos del expresidente felón Carlos Puigdemont, que nos tiene hartos. Tuve un recuerdo para Zarra, seis veces pichichiespañol con una media de goles en la Liga 1946-47 de 1’42 por partido, superando el 1’26 de Messi y el 1’25 de Ronaldo en sus temporadas estelares.
Le cubrieron de regalos a Enrique Cerezo. Miguel Ángel Gil le prendió la insignia de oro y brillantes del club y alguien se sumó a lo que escribí en EL MUNDO, el 19-X-2017, que el nuevo Metropolitano debería llamarse Estadio Enrique Cerezo. El presidente cerró el acto con unas palabras dictadas desde el corazón. Nos emocionó a todos. Y se emocionó él hasta las lágrimas.
Luis María ANSON
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